domingo, 19 de diciembre de 2010
LA PURGA POLICIAL
La purga policial
Fiel a su estilo, la flamante ministra de Seguridad, Nilda Garré, inició una gestión que parece destinada a ser tumultuosa descabezando la Policía Federal al enviar a retiro a 13 comisarios generales, incluido el jefe Néstor Valleca, que había estado en el cargo así supuesto desde hacía seis años. El objetivo declarado del gobierno consiste en llevar a cabo las reformas necesarias para eliminar las prácticas corruptas que ya son tradicionales en la fuerza y obligar a los 40.000 efectivos que la conforman a respetar más los derechos ajenos. Parecería que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner está convencida de que el gobierno de su marido –el que se prolongó de facto hasta la madrugada del 27 de octubre pasado– no hizo nada para mejorar el desempeño de la Policía Federal y que por lo tanto le corresponde recuperar el tiempo perdido lo antes posible aprovechando el sacudón provocado por lo ocurrido en Villa Soldati.
Se trata de una decisión arriesgada, una que Néstor Kirchner no quiso tomar por entender que las eventuales consecuencias de un enfrentamiento con lo que es, al fin y al cabo, la fuerza policial más importante del país, podrían ocasionarle un sinfín de dificultades políticas. Compartirán la actitud pragmática así supuesta muchos ciudadanos que, con razón o sin ella, temen más a la delincuencia que al abuso de autoridad por parte de los hombres y mujeres de la Policía Federal. Puede que a la larga las purgas que ya han comenzado y los cursos de adoctrinamiento que impulsará el gobierno sirvan para reducir el nivel de violencia, pero sorprendería que lo hicieran en el mediano plazo. Por cierto, a los integrantes de la Policía Federal no les hará ninguna gracia saber que, a juicio de la presidenta y la ministra de Seguridad, siguen siendo represores brutales que aún no han aprendido a vivir en democracia. Se da, pues, el riesgo de que los intentos de Garré y la secretaria de Seguridad, Cristina Caamaño –la que a pesar de tener la reputación de ser una admiradora de la feroz dictadura de Fidel Castro no es partidaria de la mano durísima típica de los regímenes comunistas sino que, por el contrario, dice ser una "garantista"–, de reeducar a los efectivos policiales terminen desmoralizándolos a tal punto que los más beneficiados por los cambios que se han puesto en marcha resulten ser los delincuentes. En tal caso, serían abultados los "costos políticos" que tendría que pagar el gobierno por emprender una reforma profunda justo cuando la conflictividad social está intensificándose peligrosamente.
El gobierno entiende que las muertes que se produjeron luego de la ocupación por "movimientos sociales" del Parque Indoamericano se debieron exclusivamente a la represión policial, de ahí la decisión apurada de crear un nuevo ministerio que se ha encargado de todas las fuerzas de seguridad. Sin embargo, en los últimos días ha trascendido que el líder de la toma del predio era el puntero kirchnerista Alejandro Salvatierra, o sea que se trató de un operativo destinado a poner en apuros a Mauricio Macri, pero que, merced tanto a la represión policial como al "efecto contagio", resultó ser un bumerán que perjudicó más a la presidenta Cristina que al jefe del Gobierno porteño, razón por la que el desalojo fue efectuado en tiempo récord, un pequeño milagro que, se dice, fue posibilitado por la voluntad oficial de repartir millones de pesos entre los activistas.
Así, pues, en un lapso muy breve los kirchneristas se las arreglaron para desatar una ola de ocupaciones de tierras y desestabilizar, por motivos presuntamente loables, a la Policía Federal removiendo la cúpula. Es por lo tanto comprensible que, a juzgar por las primeras encuestas, la ciudadanía se sienta muy perturbada por el cariz que han tomado los acontecimientos. Teme que ya haya comenzado una etapa sumamente conflictiva en que las luchas sociales, agravadas por los esfuerzos por aprovecharlas de distintas facciones políticas, entre ellas algunas vinculadas con el gobierno nacional, seguirán multiplicándose y que los delincuentes, conscientes de que hasta nuevo aviso los agentes policiales querrán mantener un muy bajo perfil por miedo a verse encarcelados por reprimir con violencia excesiva, aprovechen lo que no podrá sino parecerles una oportunidad irresistible para hacer su agosto.
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