miércoles, 22 de diciembre de 2010

QUE TAL JEFE ???


¡¿QUÉ TAN BIEN SE SIENTE, JEFE?!



¡Ud. sí que ha recibido un verdadero bautismo de fuego!. Le confieso que no querría estar en sus zapatos, como vulgarmente se dice. Oficiales Superiores, Oficiales Jefes, Oficiales Subalternos, Suboficiales y Agentes, convertidos en blancos perfectos, inertes y desarmados, para hacer frente a grupos armados de bestias humanas, muchas de ellas con pedidos de captura o recientemente liberados por la justicia garantista que reconoce en el Dr. Zaffaroni, a su mentor e impulsor. Se lo pregunto porque le sé un hombre bien inspirado y de acción. ¡Imagino su dolor y su impotencia, que contrastan llamativamente con el haber aceptado el cargo en semejantes condiciones, que le colocan a la cabeza de la sumisión, y hasta por qué no, la inmolación.

Me consta que Ud. abrazó la carrera policial con verdadero sentido vocacional. Ud., debió estar animado por la primordial premisa de asegurar la vida y el patrimonio de las personas. Alguna vez se le llamó a la Policía Federal, El Ejército de la Paz; esto Ud lo debe saber mucho mejor que yo. Y para asegurar la paz dentro de los límites de un país, territorio, ciudad, pueblo…barrio, es necesario contar con el brazo armado de la Ley, esa ley impulsada por el hombre para hacer posible la vida en sociedad. Ocurre que la naturaleza del hombre, compleja como ninguna otra, admite la ciencia, la bonhomía, la decencia, la honestidad, el amor. Pero también admite la maldad, la indecencia, la deshonestidad, la furia, la venganza…el crimen.

Para eso, es necesario contar con una fuerza, en este caso la suya, integrada por hombres probos y bien inspirados, debidamente capacitados para llevar adelante una función tan sagrada como delicada. Y creo que a Ud. le sobra capacidad para conseguirlo, así se trate de una tarea más que ardua. Sabido es que en las filas de todas las policías del mundo, existe algún que otro mal nacido que a veces escapan a los que deberían ser rigurosos exámenes de admisión y formación. Sabido es que esas mismas policías se auto depuran, distinto a lo que ocurre en algunos Parlamentos donde la complicidad y una perversa y supuesta lealtad, hacen imposible esa tan necesaria purificación.

Por último, Jefe, ruego a Dios, no tenga Ud. que lamentar víctimas fatales dentro de la Fuerza, producto de tamaña inexplicable decisión. La función policial, como lo dijera en alguna carta anterior, es antipática por excelencia, pero detrás de ese emblemático paño azul, existe un ser humano dispuesto a dar la vida por un semejante; un ser humano con una familia a cargo que le despide todos los días, sin saber si regresará o “se lo regresarán”. Recurro nuevamente a Dios nuestro señor, rogando le ilumine y acompañe en su gestión.

Ricardo Jorge Pareja, parejaricardo@hotmail.com

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