sábado, 26 de marzo de 2011

ESCENARIOS


Por el Estudio Adolfo Ruiz & Asociados

En enero de este año, publicamos nuestros

Escenarios 2011, aunque no incluimos las

estimaciones electorales, por no contar con

suficientes datos objetivos para su elaboración.

Ahora, el panorama tampoco está muy claro:

sólo existen pre-candidatos y potenciales

postulantes, pero pensamos que no debemos

demorar un informe que puede ayudar a

reflexionar, a algunos de nuestros lectores.



1) Prescindamos por un momento de las personas

Vivimos inmersos en medio del doble discurso presidencial pero, ese doblez no es sólo propiedad del gobierno sino que abarca a una parte no menor de la sociedad. Una buena parte de esta comunidad ambigua, justifica el uso de cualquier tipo de medios para alcanzar sus objetivos. Y, además, ante el fracaso de dirigentes populistas que le ofrecen logros sin sacrificios, luego se siente traicionada por ellos. Una sociedad con síntomas de mujer golpeada, a la que parece no disgustarle tanto que la aporreen de vez en cuando.

En un trazado grueso de la posible composición electoral para la primera vuelta (primotage), podemos describir el siguiente cuadro: a) entre un quinto y un cuarto de la ciudadanía adhiere a posiciones de izquierda distribuida en diversos grados (estatistas, intervencionistas en economía, nacionalistas e intransigentes);b) otro tanto adscribe –sea en forma manifiesta o latente- a posiciones de derecha, basadas en “orden y progreso” u “orden y administración”; y c) el resto fluctúa, según los candidatos, entre una y otra postura.

Es probable que aquél grupo se haya transformado –por obra póstuma de Néstor Kirchner- en un tercio o más (aproximadamente entre un 35 ó 40%) a expensas del segundo (que se habría reducido a 20% ó 25%), por lo que el retorno al equilibrio –si sucede- dependerá del desgaste o los errores gubernamentales y, desde luego, del oportunismo de los opositores. Queda un tercio, sobre el que podríamos conjeturar que parte estarán con el primer grupo, otro tanto con el segundo, y el resto se repartirá entre candidatos menores.

Los hechos no tienen por qué repetirse, pero veamos cuáles han sido las performances del kirchnerismo en el pasado. Como afirmara Lucas Llach[1], la señora de Kirchner sacó como candidata a senadora el 45,7% de los votos totales de la provincia de Buenos Aires (año 2005); obtuvo en ese distrito el 45,9% en la elección para presidente en 2007; y en el 2009 el ex-presidente Kirchner logró como candidato a diputado el 30% en esa provincia. Recordemos, por otra parte, que en la elección presidencial de 2007, ella había logrado el 53% de votos en Catamarca y el 66% en Chubut, mucho más que lo obtenido por sus seguidores en las recientes elecciones provinciales.

Es decir, si en pleno apogeo del oficialismo el techo alcanzado en la provincia de Buenos Aires fue menor al 46% (o sea, alrededor del 18% del total del electorado nacional, si tomamos el 46% sobre un 38% del padrón provincial con respecto al total nacional) y si, por otro lado, en Capital Federal, Santa Fe, Córdoba y Mendoza enfrentará elecciones reñidísimas, ¿cómo puede afirmarse con seriedad que la Presidente obtendrá la reelección en la primera vuelta?

Podrá manipularse con éxito a la opinión pública a través de una colosal maquinaria de publicidad, acción psicológica y datos sesgados de las encuestas, pero ello no alcanza para ganar elecciones cuando existe una fuerte oposición y hay saturación y hartazgo en buena parte del electorado. Lo confirmaron los militares argentinos que ocuparon varias veces el poder y lo sufrieron casi todos los oficialismos del mundo a lo largo del siglo pasado (con excepción de las dictaduras). Es cierto que la oposición no parece acertar el rumbo ni el discurso pero, dentro de unos pocos meses, la opinión pública tenderá a polarizarse y todo este triunfalismo progresista se diluirá. De la misma manera que ya ocurriera en 2009, pues en los primeros meses de ese año también se decía que el kirchnerismo ganaba cómodo –según casi todas las encuestas- y se afirmaba que la señora tenía también bastante más del 50% de buena imagen que tiene hoy.

Hasta aquí la teoría cuantitativa pero, como es sabido, el elector -en su gran mayoría- no vota por ideas, sino por intereses, conveniencias, afectos o repelencias. Y muchos intereses de actividades ligadas al consumo, al sindicalismo y al proteccionismo industrial, obran a favor del oficialismo. Son millones de electores que buscarán mantener este ventajoso presente, pero no alcanzan para ser mayoría -mucho menos para superar el 40%-, pues lo que no brinda este modelo es la esperanza de sustentabilidad y de alcanzar una vida mejor. Esa esperanza la destruyó la inflación, un factor que los estrategas progresistas creían que mantendrían bajo control.

2) ¿Primotage o ballotage?

Nosotros pensamos que el frente oficialista no puede ganar en la primera vuelta (aunque cabe aclarar que para el ballotage es demasiado pronto estimar quienes serían los dos candidatos que llegarían e él). Ocurre, que el Frente para la Victoria adolece de varios contendientes que lo erosionan. Si bien es cierto que el gobierno kirchnerista interpreta a un vasto sector de la opinión pública, tanto el cinismo como la improvisación y el oportunismo con que procede, lo enfrentan a oponentes que, en principio, son “del mismo palo” y de muchos que hasta simpatizan con sus posturas, pero no con sus métodos, sus enjuagues, sus negocios y su entorno.

En primer término, la coalición de izquierda radical-socialista atraerá a votantes de esa corriente socialdemócrata que, aunque no están del todo disconformes con la política económico-social de este gobierno, sí lo están con esta especie de contubernio corrompido de sindicalistas, funcionarios y empresarios amigos (esta es la posición de Ricardo Alfonsín o de Ocaña, por ejemplo). En segundo lugar, surge el Proyecto Sur que, con similar discurso de nacionalismo y estatismo económicos que también declara el kirchnerismo –que, recordemos, retrasa más de medio siglo-, discrepa con el actual gobierno por considerarlo farsante (por ejemplo, la postura de dirigentes como Solanas o Bonasso). Como destacó Rosendo Fraga, estas corrientes le restarán al kirchnerismo, por izquierda, unos votos imprescindibles como para vencer en primotage.

En tercer término, aunque no menos importante, aparece la lógica fatiga del material, luego de casi 8 años de gobierno conyugal. Hay decenas de casos de agotamiento y saturación en la historia de la segunda mitad del siglo XX, pero, tal vez, el más elocuente resulte ser el caso del exitoso socialismo español, luego de Felipe González o el de Winston Churchill después de la guerra.

Algo parecido, aunque de signo contrario, sucede con lo que podríamos laxamente llamar el centro-derecha. Este terreno lo disputan Duhalde, de Narváez y el restante peronismo federal por una parte, y Mauricio Macri y Elisa Carrió, por la otra. Sin embargo, tanto el peronismo federal como el Pro están separados visceral e irreconciliablemente de la Coalición Cívica, principalmente por la dureza implacable de la dirigente chaqueña. Los tres reunidos, serían imbatibles en la primera vuelta. Pero ello no ocurrirá y, por lo tanto, (1) estimamos como muy probable la posibilidad de ballotage.

Ahora bien, si nuestra estimación fuera correcta y la elección así se definiera, entonces existiría una (2) altísima probabilidad de que la señora de Kirchner desista –antes de la primera vuelta- de la reelección. Alegando cualquier pretexto -y tratando de conseguir con sus eventuales sucesores, una futura indemnidad que le permita entrar y salir del territorio argentino sin tener que transitar por los tribunales-, plantearía su “histórico renunciamiento” para no desunir la pueblo argentino.

Naturalmente, esta decisión de la señora produciría consecuencias importantes: 1) Sería el final sin retorno del transversal Frente para la Victoria (o kirchnerismo); 2) Muchos de sus hijos pródigos buscarían retornar al peronismo tradicional, escindiéndose del progresismo tipo “carta abierta” y de las “madres y abuelas”; 3) Se beneficiaría al radicalismo “alfonsinista”, que impensadamente se engrosaría con muchos izquierdistas desamparados, tal vez en perjuicio de Pino Solanas; 4) Perjudicaría irreparablemente a Mauricio Macri –dado que la “esperanza blanca” del peronismo pasaría entonces a ser Daniel Scioli-, aunque sin duda potenciaría a Elisa Carrió, como candidata del centro-derecha; y 5) Y lo más importante: mientras la reelección polarizaría, el renunciamiento dispersaría a los votantes.

De ser así, surgen 2 escenarios para el eventual “primotage”: (3) El primero, que consideramos algo más probable, tendría tres postulantes: 1) unificaría el populismo de Scioli, con parte del kirchnerismo residual y del peronismo federal (dejando fuera a Macri y a De Narváez); 2) la socialdemocracia de Alfonsín-Binner, que contaría con el apoyo de casi todos los sectores que conforman la izquierda y centro-izquierda; y 3) la Coalición Cívica, disputándole parte del electorado a los socialdemócratas –creemos que con pocas chances-, pero asegurándose a casi todo el espectro de centro-derecha, pudiendo alcanzar, tal vez, el ansiado segundo puesto.

El otro escenario (4) –menos probable, pero para nada descartable- presentaría al peronismo dividido entre el oficialismo kirchnerista encabezado por Scioli y los peronistas federales opositores (aliados con Macri como candidato a presidente, de Narváez, como candidato a gobernador y con Duhalde como garante o tal vez, Jefe de Gabinete).

Si en cambio, a pesar de la imposibilidad de ganar en el primotage, -como creemos- (5) se persistiera con la candidatura de la señora de Kirchner, el panorama cambiaría notablemente pues entonces se acentuaría la polarización en la primera vuelta, perjudicando tanto a la socialdemocracia como a la coalición cívica, y mejorando las posibilidades del peronismo federal en coalición con el Pro, para enarbolar la figura de Macri. Pero, insistimos, consideramos la presentación de la Presidenta como un escenario de mucha menor probabilidad.

Un párrafo aparte sobre el radicalismo, la más que sexagenaria corriente de oposición al peronismo. Desde 1945 y, sobre todo, desde el lebensohniano “Programa de Avellaneda”, el partido no deja de enrolarse en un modelo estatista de orientación socialdemócrata –algo así como un peronismo sin Perón- y se empeña en exigir a cada dirigente un análisis de saliva para comprobar si se trata de radicales de la primera hora o que, siéndolo, no tengan ni una pizca del liberalismo que sí tuvieron los fundadores del partido. Por eso, han desperdiciado en los últimos años a figuras políticas modernas, tales como Rodolfo Terragno, Ricardo López Murphy o Elisa Carrió.

Es justo reconocer que es un partido con valores –sus presidentes siempre se fueron más pobres que cuando accedieron- y si bien en el gobierno de Alfonsín hubo algunos funcionarios que incrementaron sus bienes en forma inexplicable, en general, no hay quejas sobre su enfoque ético. Pero, pareciera que la mayor parte de sus dirigentes tuvieran el complejo de ser considerados “de derecha”, sin percatarse que, precisamente, es allí donde está principalmente su nicho electoral. Esa persistencia en el pensamiento socialdemócrata “antiguo”, los puede llevar a un nuevo fracaso electoral en 2011.

3) Vayamos ahora a las personas

Ricardo Alfonsín

Su prosapia radical no logra compensar su falta de experiencia en funciones de gobierno, pues ni siquiera trabajó en una ONG. Puede ser que la figura descollante de su padre –dentro del partido-, lo haya opacado. Pero nosotros pensamos que es nomás opaco y que la sombra paterna le ha dado mucho, muchísimo más, que lo que le puede haber quitado.

En nuestra opinión, su posible triunfo en la interna radical perjudicará a su partido, corriéndolo innecesariamente a la izquierda y compitiendo por el mismo electorado que pretende –con muchos más recursos- el progresismo oficialista. Presumimos que podrá ganar la interna, pero creemos que arriesga no salir segundo en el primotage por su sesgo socialista. Tampoco –como sostiene Rosendo Fraga- tiene un buen candidato a la gobernación de Buenos Aires que lo pueda sustentar. Creemos que no es su turno y que ha cometido un error.

Otro cantar para el radicalismo podría ser si el candidato fuera Sanz (aunque, debemos recordarlo, sus votos en el Senado acompañaron a buena parte de las leyes propuestas por el oficialismo), pero se anotó tarde en la carrera presidencial. Como observarán, descartamos a Cobos, esa especie de “héroe por accidente”, quien se ha debilitado sensiblemente desde una posición que era envidiable, por exceso de especulación.

Elisa Carrió

Es la persona que capta con mayor lucidez el escenario político electoral, aunque la abundancia de sus predicciones la expone a innecesarios errores. También, como Reuteman, ha perdido seguidores inexplicablemente. Sin embargo, sabe rodearse de colaboradores inteligentes y honestos. Pero la traiciona su inteligencia emocional y por pasión, muchas veces “se pasa de rosca”.

Así, resulta un poco patético y una argumentación muy pobre que diga: “si gana Macri, no se investigará a su padre”. Creemos que se equivoca, ya que no es Macri su adversario, sino el kirchnerismo y el sindicalismo corrupto. Pero, lamentablemente, son factores que –creemos- jamás se unirán y sólo uno de los dos, captará a la corriente de centro-derecha. Todavía, no está dicha la última palabra sobre ello.

Como dijimos arriba, su poco probable oportunidad puede darse si es que Scioli termina presentándose como candidato a la primera magistratura, apoyado por casi todo el peronismo. Allí –y si saliera placet-, Macri quedaría descolocado y ella debería ser apoyada por todo el arco radical y la corriente centrista. Pero su fuerza es hoy endeble: no tiene buen sustento en Buenos Aires, ni en Santa Fe ni en Córdoba. Y, además, el peronismo –salvo contadas excepciones- la rechaza con rigor.

Eduardo Duhalde

Nunca tuvo carisma, aunque compensó su carencia con una infatigable tarea acuerdista. Alcanzó las máximas responsabilidades políticas, enancado en la tendencia más populista del justicialismo. Cuando fue designado presidente pudo haber completado el mandato de de la Rúa pero –otra vez en nuestra historia política- la policía fuera de control, se lo impidió. Pese a su madurez, que lo llevó desde el populismo hacia el centro, se equivocó groseramente eligiendo a Néstor Kirchner como su sucesor en la primera magistratura –algunos de sus enemigos aseguran que “licitó” la candidatura a presidente al mejor postor, la que a la postre obtuvo el santacruceño-, y ahí comienza su ocaso como primera figura del peronismo.

Su imagen negativa es intensa –tal vez, fruto de su afirmación: “el que depositó dólares, cobrará dólares”- y le impide transformarse en el líder de una coalición democrática asentada con convicción en la alternancia, en los acuerdos de gobernabilidad y en el mantenimiento de ciertas políticas de Estado. Quizás, no llegue a ocupar nuevamente el empleo de Presidente, pero continuará siendo un primer actor de la política, sea como “elector”, gestor de acuerdos, o como elemento moderador del justicialismo. Desde nuestra perspectiva, ni la señora de Kirchner ni Scioli, tendrían éxito electoral sin su apoyo o, al menos, sin su acuerdo tácito.

Cristina Fernández de Kirchner

Con su viudez, perdió la brújula, la contención y el sostén decisorio. Quedó disminuida ante sus colaboradores pero, mucho más, ante sí misma. Ello ha dado lugar a una guerra solapada entre aquellos, destinada a comprobar quién influye más en la Presidenta, y no todos, desde luego, lo hacen con el mismo altruismo. Poco a poco, ella va perdiendo “imperio” como gobernante, es decir, si bien sus instrucciones no se discuten, sólo se cumplen parcialmente o se postergan sin tiempo.

Desorientada en materia económica, está deslumbrada por Budou, un verdadero farsante político que trata de asegurar su futuro económico –disfrazándose de kirchnerista y populista-, si es que logra llevar a feliz término el acuerdo que propusieron los bancos intermediarios para con el Club de Paris.

Ella y su pequeña carpa influyente, están –a nuestro modo de ver- reiterando la comisión de un error grueso: reeditar el programa nacionalista y estatista de 1945 y, al mismo tiempo, insistir en el aislamiento internacional, tal como lo hiciera el gobierno de Cámpora. Como tantos de nuestros compatriotas en el pasado, este pequeño conjunto de personas adolece de una curiosa capacidad para patear varias veces la misma piedra, sobre todo, cuando se sienten seguros de que los efectos de ese yerro –si lo hubiera- serán siempre atribuibles a la “sinarquía internacional o a los cipayos argentinos”. Un sistema de gobierno basado en que “toda necesidad crea un derecho”, termina anulando el derecho de propiedad y provocando la emigración de capitales, tal como viene ocurriendo desde hace más de tres años.

Mauricio Macri

Resulta el caso inverso al de Alfonsín: su padre lo perjudicó mucho más de lo que lo ayudó. A él, deberá siempre agradecerle la educación que le brindó, pero también puede recriminarle con fundamento, su oposición –y hasta su envidioso boicoteo- a que iniciara un camino público fuera de su familia. No obstante, lo hizo, y eso parece haberle dado una imagen de “hacedor”, que a su vez le otorga un cierto carisma que naturalmente no posee.

Es un hombre con bastante suerte, que llegó a la presidencia de Boca y a la gobernación de la Ciudad Autónoma en momentos propicios, sucediendo a dirigentes de vuelo corto. En ambas posiciones demostró saber elegir colaboradores, lidiar con primas donnas y corregir errores. Su formación de ingeniero industrial lo coloca en una posición distinta y mejor a la de otros dirigentes políticos, y le permite enfocar su gestión hacia una perspectiva a mediano plazo. Pero tiene el contrapeso de cierta inseguridad raramente manifiesta, lo que muchas veces lo coloca en silenciosas posiciones a la defensiva, o tiende tornarse extremadamente especulativo antes de tomar decisiones.

Precisamente, su especulación actual –esperando a Cristina, o midiendo la conveniencia de presentarse o no como candidato a la primera magistratura- lo perjudica y le quita brillo a esa coraza de hacedor. Una gran parte del electorado -pero sobre todo del centro-derecha-, desea que surja un dirigente que más que un buen administrador sea un sagaz estratega, que sea capaz de fijar un objetivo, tirar un rumbo, coleccionar los recursos y liderar el desarrollo económico y social. Y esta actitud dubitativa lo aleja de esa imagen. Por eso, pensamos que debiera definirse y pelear la presidencia, pues mucho peor que perder una pelea, es renunciar a ella.

Carlos Reuteman

Como lo fue Hipólito Yrigoyen, Reuteman es un político enigmático. De pocas palabras y escasos gestos. Seduce con su silencio, el mismo silencio que suele exasperar a sus gobernados y electores, sedientos de acción. Entre una prudencia inteligente y una inseguridad paralizante, existe una frontera muy tenue. Por otro lado, es de esas personas que pretende obtener apoyos, pero no le gusta pedirlos. Y tiene fallas groseras en un líder político, tal como haber perdido aliados de manera inexplicable. Su vocación presidencial es difícil que cristalice, salvo un operativo clamor para elegirlo.

Dicen que aduce “ciertos achaques” que lo hacen dudar. Nosotros, en cambio, sostenemos que, una de dos: o su vocación presidencial no es tan firme, o bien, está más enfermo que lo que ha trascendido. Los políticos no suelen jubilarse ni perder codicia, pero, claro, Reuteman es un hombre enigmático, en extremo dubitativo e irresoluto. Creemos que resultaría una verdadera sorpresa que se presente a pelear por la presidencia, aunque –creemos- contaría con mejores chances ganadoras que Scioli.

Daniel Scioli

Forma parte del plan B del kirchnerismo, en caso de que la señora de Kirchner resuelva no presentarse. Es un hombre afortunado que generalmente “cae bien parado”. Pero su ostensible servilismo ante los Kirchner lo ha disminuido, y no es respetado por esa postura a la que, al decir de Fernando Laborda, “cualquier colectivo lo deja bien”.

Por otra parte, da la sensación de ser un líder al que “cualquiera se le anima” y de que puede terminar como el pacifista que intenta separar a dos contendientes y termina con un ojo negro. Es una figura popular y querible, pero le falta envergadura y lo agobia también el exceso de especulación. Desde ya, no le garantiza el triunfo al peronismo aunque vaya unido y, mucho menos, si fuera éste dividido.

No obstante, el kirchnerismo no puede prescindir de él aunque, inversamente, él sí podría prescindir del kirchnerismo. Independizarse puede ser duro. Muchos oficialistas competirán con fiereza y máxima belicosidad, pues saben que les espera el ostracismo y el llano (salvo los más pícaros o los más lúcidos, quienes sabrán pretextar una ofensa, una renuncia oportuna, o sufrir un “victimizante” despido anticipado). Se sabe, los menos expuestos públicamente, podrán “transversalizarse” de nuevo hacia el peronismo post-kirchnerista, pero los más encumbrados pasarán a retiro o seguirán actuando con escasa vigencia (tal como le ocurre a Alberto Fernández hoy). Por otra parte, los más extremistas (D´Delía, madres, abuelas y demás grupos violentos) quedarán desacomodados o sin financiación, por lo que vengarán caro aquel gesto de independencia, si lo tuviere.

[1] “Mi apuesta contra Cristina”, La Nación, 10-03-2011, pg.13.

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