Hasta hace poco al hablar de inteligencia solamente se contemplaba el CI o coeficiente intelectual detectado por los test, pero Peter Salovey, John Mayer, y posteriormente Daniel Coleman, en su best-seller mundial "Inteligencia Emocional" cuestionaron ese único tipo de inteligencia (CI) y aportaron el concepto de coeficiente emocional (CE).
Ambos conceptos no son contrapuestos, sino diferentes. Se miden diferentes aspectos de la inteligencia. La inteligencia emocional es una combinación del intelecto con las emociones.
Salovey, que utilizó por primera vez el término, define y organiza la inteligencia emocional en cinco competencias principales:
Conocer las propias emociones.
Capacidad de controlar las emociones.
Saber motivarse a uno mismo.
El conocimiento de las emociones ajenas.
El control de las relaciones.
1. Conocimiento de nuestras emociones.
Las personas que son conscientes de sus emociones suelen dirigir mejor sus vidas, mientras que si no nos damos cuenta de que nos está pasando y somos incapaces de percibir nuestros verdaderos sentimientos quedamos atrapados y dominados por ellos.
Podemos aprender a darnos cuenta de nuestras propias emociones, mejor si conseguimos hacerlo en el momento en que se están experimentando, y de esta forma, poco a poco, nos conoceremos mejor a nosotros mismos.
Esta habilidad de toma de conciencia de nuestras emociones, o conocimiento de uno mismo, es la fundamental para luego poder desarrollar las otras, por ejemplo para poder controlar nuestras emociones debemos conocerlas, para motivarnos también es conveniente conocernos.
Para ayudarnos a conocernos a nosotros mismos observaremos nuestros estados de ánimo y los pensamientos que tenemos acerca de estos estados de ánimo. Para ello podemos utilizar el cuestionario autoaplicado.
2. Controlar nuestras emociones.
El conocimiento de uno mismo es una habilidad básica que nos permite controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento. Podemos potenciar nuestra capacidad para tranquilizarse a uno mismo, para desembarazarse de los estados de ánimo negativos como por ejemplo de la ansiedad, de la tristeza, de la irritabilidad exagerada, etc.
Es muy distinto controlar las emociones que reprimirlas. El objetivo consiste en albergar la emoción apropiada a las circunstancias.
El enfado
Pongamos un ejemplo del enfado: Imaginemos que estamos en el metro y un sujeto nos empuja y nos pisa, y no nos pide disculpas por ello. Nuestro pensamiento reflejo podría ser: "maldito mal nacido…", pero depende de que ese pensamiento de rabia inicial vaya seguido de otros pensamientos de irritación y venganza que provoquen reacciones físicas como apretar las manos, tensión de los músculos del rostro, aceleración de los latidos del corazón, nos sentimos a punto de explotar y proyectar toda nuestra rabia sobre el sujeto que nos pisó.
Como hemos dicho anteriormente, no se trata de un grado de enfado proporcionado, ya que si lo vemos desde otro punto de vista más empático, no sabemos qué circunstancias deben concurrir en ese momento para que el sujeto tuviera ese comportamiento, ya que podría tener un problema personal grave que le mantiene absorto, o cualquier otra circunstancia que desconocemos. Visto desde esta otra perspectiva cambiaría un poco nuestra forma de enfado. Evitaríamos, al menos, los pensamientos obsesivos que son como una espiral que va aumentando la ira.
Esta dinámica del pensamiento se pone en funcionamiento cuando alguien se irrita. La escalada del enfado entre las personas se produce por un incremento en las provocaciones, y cada una de ellas suscita una reacción de excitación mucho más intensa que la del comienzo. En este momento, tanto una como la otra persona se cierra a todo razonamiento, los pensamientos giran entorno a la venganza y la represalia por las ofensas recibidas.
¿Qué podemos hacer contra el enfado?
La mejor forma de quitarle fuerza al enfado es prestar atención y darnos cuenta de los pensamientos que desencadenan la primera descarga de enojo. Entonces, es conveniente pararnos (si hace falta nos ponemos a contar hasta 10) y utilizar nuestra inteligencia para poder comprender la situación, viéndola concierta distancia.
3. Motivarse a uno mismo
La capacidad de demorar las gratificaciones y sofocar la impulsividad redunda en la tenacidad para conseguir resultados en cualquier área de la vida.
4. Conocimiento de las emociones de los otros.
La empatía constituye la habilidad social fundamental. Se trata de ponerse en el lugar del otro, sintonizar con los sentimientos y necesidades del otro.
5. El control de las relaciones.
Es la habilidad de relacionarse adecuadamente con las emociones de los otros. En definitiva, las cualidades que parecen tener mayor importancia para el éxito son:
La expresión y comprensión de los sentimientos tanto los propios como los ajenos.
La empatía.Controlar nuestro carácter .
Ser tenaz.
La cordialidad, amabilidad y respeto.
Saber resolver los problemas interpersonales.
Dra. Elisa Urbano
Psicóloga, sexóloga y Terapeuta
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Claudia D`Onofrio
http://tesoros-net.blogspot.com/
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