jueves, 6 de diciembre de 2007

JUSTICIA

¿Justicia?



Con este artículo, Alejandro Olmedo Zumarán pone sobre la mesa la gravedad del tema de la independencia de poderes. Dice lo siguiente:

Las siguientes reflexiones tienen como fin llevar a la conciencia de cada uno que de continuar de esta manera nuestro futuro no será.

El pilar del régimen republicano es la independencia de los poderes y el equilibrio entre ellos, un sistema de pesos y contrapesos donde ningún poder prevalezca sobre el otro. Repasando lo que ocurre, no solo en Argentina sino en otros países de la región, esto parece un relato de ciencia ficción.

La vuelta al viejo poder del caudillo y las violaciones constantes a los principios democráticos y republicanos no hacen más que atrasar aún más a toda Latinoamérica.

Al parecer Brasil y Chile, e incipientemente Uruguay, adhieren a las bases del progreso y crecimiento que se practican en los países desarrollados y modernos.

¿Cuál es a nuestro criterio el mayor déficit que tenemos y que a lo largo de los años se acentúa?

En la Argentina hemos reemplazado el principio republicano de la división de poderes. Cada vez más observamos que prevalece la concentración en un solo poder, el ejecutivo que día a día acrecienta su avance sobre sus antiguos e igualitarios socios.

La pregunta sobre nuestro mayor déficit intenta atender las causas que produjeron este presente preocupante no solo para Argentina sino para Latinoamérica. Creemos que la depredación de la justicia ha sido y es el principal motivo de la reaparición de formas de gobierno perimidas. Estamos seguros que si la Argentina hubiese tenido un Poder Judicial a la altura de las circunstancias el presente que estamos viviendo no sería igual .

No nos referimos solo a las causas en donde la justicia se encarga de los temas de corrupción y delitos graves sino a todos los fueros.

Litigar en la Argentina de hoy es malsano e inútil. Un sistema judicial sin estructura adecuada para cumplir su tarea, con prácticas obsoletas que se mantienen hace décadas tal como es la costura de expedientes que yacen rotos en el casillero o en mal estado, hacen que además de inoperante la justicia llegue tarde por lo cual ya no es justicia.

Asimismo la atención de los damnificados es realizada por gente sin capacidad, que a su vez esta dirigida aún con menos idoneidad. Esto ha provocado que recurrir a la justicia sea un trámite penoso donde es factible encontrar pocas excepciones que muestran capacidad, idoneidad y honestidad.

Hace diez años, cursando en la UBA la materia Derecho Procesal, el profesor nos decía a los alumnos: ¿Saben quién tiene la culpa de este desastre que es la justicia nacional?

¿Quién?, repreguntamos los alumnos.

El Dr. Raúl Alfonsín, quien cuando asumió en diciembre de 1983 ofreció a los jueces con cargo en ese entonces una jubilación con el 100% de la remuneración que percibían, provocando con ello el éxodo de jueces capaces que abandonaron los estrados para percibir lo mismo sentados en su casa y en muchos casos acrecentar ese ingreso ejerciendo la profesión en forma particular.

Esto que aquel profesor nos dijo, se ha repetido a lo largo de los años. El poder ejecutivo de los gobiernos posteriores ha manejado a su par, en este caso el Poder Judicial, disponiendo de su potestad como si se tratara una marioneta.

Durante el inmoral gobierno del innombrable, como lo llama el presidente actual, nos quejábamos de la mayoría automática existente en la Corte Suprema de entonces. Hoy muchos años después no tenemos una mayoría automática sino una mayoría ideológicamente automática, lo cual es tanto o más grave que lo anterior.

Lo mismo acaba de ocurrir con el nuevo/viejo gabinete. Si alguien suponía que algo iba a cambiar, seguramente habrá quedado frustrado y desencantado. Los popes quedaron todos y para los desprevenidos pusieron una cara linda que estudió en la London School…-

Si en la Argentina el Poder Judicial no hubiera sido arrasado, nada de esto hubiera pasado. De hecho no hubiese existido la reforma constitucional que atrasó el progreso de la Nación y no tendríamos las tan tristes reelecciones, tampoco un consejo de la magistratura, institución traída de constituciones parlamentarias inaplicables a la nuestra, desconoceríamos los superpoderes vitalicios, la emergencia económica, la incautación de los depósitos y muchos dislates más que los argentinos de hoy sufrimos a diario.

De existir un Poder Judicial que en lugar de plegarse o someterse a los caudillos hubiese defendido su lugar como poder independiente, otra sería la situación hoy, seguramente estaríamos habitando un país en serio y sobre todo más justo.

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