viernes, 27 de febrero de 2009

KIRCHNER: PELEA PERDIDA


Kirchner versus Mesa de Enlace: la pelea perdida
La pelea de Néstor Kirchner por dividir a la Mesa de Enlace está pérdida antes de empezar, porque la unidad surge de las bases. El surgimiento de una nueva mayoría que se maceró al calor de la crisis de los noventa.
Por Silvia Mercado

Imprimir enviarTamaño“Luchamos por una agricultura con agricultores, porque lo está en juego acá es quién siembra la pampa húmeda: nosotros, los productores, o los amigos del Gobierno”.

Pedro Peretti, dirigente agrario.

Néstor Kirchner intentó todo contra la Mesa de Enlace. Y seguirá, por supuesto. Lo anima la convicción de que la dirigencia del campo es la responsable de la debacle política del gobierno de su esposa, que está convencido poder revertir, ganando aunque sea por unos pocos puntos en las elecciones de octubre. Es un animal de la política. Luchará hasta el último segundo con las armas ya conocidas por todos. He ahí su talón de Aquiles: ya no sorprende. Se sabe que no retrocederá ni para tomar fuerzas. Sólo irá por más, sin importar consecuencias.

Pero la Mesa de Enlace sigue fuerte. Hasta más fuerte que nunca. Y tampoco debería sorprender. La fortaleza de la Mesa de Enlace no radica en sus cuatro dirigentes, sino –literalmente- en sus bases, esas de las que hablan indistintamente Eduardo Buzzi y Hugo Biolcatti: porque es sencillamente la gente del interior, productores pero también contratistas, industriales pequeños y medianos, comerciantes de todo tipo, proveedores de insumos que tal vez perdieron sus tierras, pero siguen apasionados por el campo brindando los servicios más variados, incluso algunos muy sofisticados. He ahí la segunda debilidad de Kirchner: no conocer la profunda transformación tecnológico/cultural operada en el campo argentino durante los años 90.

En esos años de convertibilidad, con precios internacionales bajísimos, el Estado nacional eliminó las juntas Nacional de Carnes y Nacional de Granos. El gobierno de Menem/Cavallo no esperaba nada del campo. Desreguló el comercio exterior por ideología pero también porque el sector estaba débil. Pero lo ayudó eliminando los impuestos para exportar y, como todos los sectores, tuvieron los beneficios de la importación con arancel cero de maquinaria.

Pero el 1 a 1 fue un mazaso brutal. Se llegó a decir que desaparecieron 300.000 productores y se auguró lo peor. Pero organizaciones nacidas entre los productores de punta, como los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA) sirvieron de modelo para la Secretaría de Agricultura de entonces, y el INTA implementó el programa Cambio Rural, de Reconversión del Pequeño y Mediano Empresario Rural, que trabajó con los productores en grupo para revertir la dramática situación y alcanzar planteos que los hiciera viables. No es que no se protestó. Es que hubo un grupo político/técnico en el estado de esos tiempos, que creía que el enfrentamiento entre el peronismo y el campo no había sido positivo para la Argentina y estaba convencido de que era posible incorporar a los productores incluso más chiquitos en un sistema de competitividad global. Y con enorme esfuerzo de todos, se logró ese campo que hoy existe.

No hay varios campos

Contrariamente a lo que suele escribirse en algunos medios oficialistas, el campo que protesta es uno solo. No hay varios campos. Eso podría ser antes de los 90. Ahora no hay diferencias entre chicos, medianos y grandes. Muy pocos le temen a los pooles de siembra, que están integrados a veces por productores chicos que se asocian a los grandísimos porque tienen algún saber específico que les permite integrarse incluso sin poner efectivo.

No existe diferenciación en el uso del glifosato, tampoco. O en la siembra directa. Si sobreviviste en los 90, chico o grande sabe que con el paquete tecnológico bien aplicado puede tener altos rindes y cuida su bien más preciado, que es la tierra. Y por eso mismo, realizará la rotación imprescindible que la hará productiva en el largo plazo. La obsesión de todo productor, sin importar tamaño, por el conocimiento intensivo preciso es tan generalizada, que no sólo se promueven en los campos reales nuevas ideas en forma permanente, sino que la capacidad innovativa es admirada por los países que están en la vanguardia agrícola del mundo.

Sean de la Federación Agraria o de la Sociedad Rural, tengan historia combativa o cooperativa, hayan leído a Marx, Perón o a Adam Smith, no hayan leído a nadie porque se dedicaron a trabajar (la enorme mayoría), sean descendientes de Olivera o ahijados de Volando, los productores que sobrevivieron tienen una fortaleza poco común para defender su modo de vida rural. La marca de los 90 les enseñó que se sale grupalmente o te hundís. Y hoy integran algún eslabón del complejo sistema en red del campo argentino donde todos se conocen, donde aprendieron a trabajar con GPS, y ahora también, a hacer política.

Si. Están haciendo política. La constatación horroriza en ciertos cenáculos. Lo que el miércoles se vio en el Congreso de la Nación es una muestra de la visión de las cosas que domina en el interior. Entremezclados con diputados y senadores y los ya conocidos dirigentes de la Mesa de Enlace, hablaron hombres y mujeres desconocidos por la opinión pública urbana, orgullosos de su compromiso. No se les podrá imponer que vendan lo que cuidan en sus silos bolsa, porque su trabajo es todo el oro que tienen. No guardan sus riquezas en bancos suizos ni en cajas de seguridad de la city porteña.

Una nueva mayoría

No se cree demasiado, pero hoy es la Mesa de Enlace la que se esfuerza por bajar el tono en el debate público y trabajar por una institucionalización mediática de la protesta, que no asuste en las ciudades.

Estamos en presencia de una nueva forma de democracia directa, austera, sin bombos ni marchas, un poco ingenua para los acostumbrados a la lucha por el poder, incluso medio gorila.

Argentina es uno de los países más politizados del mundo. Cualquier extranjero que nos visita se asombra de eso. La novedad de la época es que la política estuvo ajena al compromiso de la mayoría de la gente de campo. La minoría, en cambio, se dividió entre quienes luchaban por las banderas del Grito de Alcorta o los que respaldaban los golpes militares. Eran las antípodas. Pero eso quedó tan lejos como en la prehistoria.

Ahora se está construyendo una nueva mayoría, entre la Ciudad y el campo, en un proceso inédito en la historia del país, que recién comienza a desplegarse.

No hay comentarios: