sábado, 28 de febrero de 2009

LA SOLEDAD DE LOS PINGUINOS


Revista Noticias - 28-Feb-09 - Opinión
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Tesis
La soledad de los pingüinos

DESNUDO. Kirchner sufre una sangría de aliados que
olfatean su despoder y buscan nuevos referentes.

por James Neilson
Para un político que se ha acostumbrado a disfrutar de las mieles de la popularidad y del poder que brinda encabezar todas las encuestas por un margen envidiable, no es nada agradable saber que su hora de esplendor ya ha pasado y que lo único que le queda es intentar salir del escenario con la dignidad intacta, destino éste que la mayoría se resiste a asumir. Hace algunos días, el ex presidente Néstor Kirchner habló del "dolor" que siente al verse abandonado por quienes "fueron colgados" de la boleta de Cristina, pero ahora "se esconden tras un sillón o se sientan a la mesa del enemigo". El desconcierto que siente quien hace poco más de un año era tomado por un estadista imprescindible puede entenderse.

Como tantos otros líderes a través de la historia, Kirchner esperó que su estrella particular siguiera brillando por mucho tiempo más, pero por razones que supone incomprensibles, ésta se apagó en un lapso llamativamente breve. No sólo es cuestión de la siempre veleidosa opinión pública, sino también de sus congéneres políticos. Parecería que no se le ocurrió que, con escasas excepciones, los gobernadores, intendentes, senadores y diputados que juraron creer en su "proyecto" eran tan oportunistas como él mismo y que, en cuanto se dieran cuenta de que no les convendría continuar apoyándolo, irían en busca de un lugar más promisorio en el cambiante mapa político nacional.

Tal y como sucede antes de un terremoto, tardaron en manifestarse en la superficie los movimientos de las placas tectónicas que han provocado los cambios de panorama recientes, pero lo sorprendente no es que se hayan producido algunas bajas en las filas kirchneristas, sino que hasta ahora hayan sido tan pocas. Así y todo, lo que a buen seguro fueron sólo los primeros tremores que preanuncian un cataclismo por venir han resultado suficientes como para modificar el paisaje político del país. La huida largamente pronosticada del edificio construido por el matrimonio pingüino ha comenzado. En las semanas y meses próximos, otros, tal vez muchos, seguirán el camino que ya han tomado los senadores Carlos Reutemann, Juan Carlos Romero y Sonia Escudero, privando así al oficialismo de sus mayorías cómodas en ambas cámaras.

Frenar el éxodo que está en marcha sería difícil aun cuando los Kirchner fueran personas dúctiles, amantes del diálogo y duchas en el arte de adaptarse a circunstancias novedosas, pero no lo son; son tozudas, arrogantes, autoritarias y propensas a creer que les corresponde a las circunstancias adaptarse a sus propias necesidades. No extrañaría demasiado, pues, que la lucha del matrimonio por sobrevivir en un medio ambiente que se les volverá cada vez más hostil, desencadenara una crisis política equiparable con la que se dio luego de que el presidente Fernando de la Rúa se viera obligado a renunciar. Por cierto, el propio Néstor Kirchner presiente que le esperan tiempos amargos, razón por la que tanto él como sus laderos más locuaces aluden con frecuencia obsesiva al helicóptero que, según ellos, el radical usó para ponerse fuera del alcance de una turba enfurecida.

Huelga decir que quienes trabajan en la Casa Rosada no son los únicos que se preguntan si Cristina resultará capaz de mantenerse en la presidencia hasta diciembre de 2011. El interrogante perturbador así supuesto desvela a buena parte de la clase política nacional, además de la ciudadanía, que entiende muy bien que el país necesita contar con un gobierno coherente y fuerte para hacer frente al sinnúmero de dificultades económicas que están surgiendo. Aunque en cierto modo es una suerte para los Kirchner que el estallido de la burbuja -o sea, del "modelo"- que ellos se las ingeniaron para inflar haya coincidido con un desaguisado económico planetario de dimensiones fenomenales, ya que les ha permitido culpar al "mundo", en especial a los Estados Unidos de George W. Bush, por lo que está sucediendo aquí, tendrán que pagar los costos políticos de la recesión que conforme a los analistas independientes ya se ha iniciado aun cuando muchos resultaran estar dispuestos a creer que, una vez más, la Argentina ha sido víctima inocente de la maldad ajena. Mal que les pese a los dos, la política es así: a De la Rúa no le sirvió para mucho el hecho de que cuando estaba en el poder la coyuntura económica internacional difícilmente pudiera haber sido peor para la Argentina, mientras que durante años los Kirchner lograron cosechar los beneficios de un "viento a favor" que hizo que virtualmente todos los países calificados de emergentes crecieran a una velocidad inédita.

Los santacruceños "construyeron poder" atacando con la vehemencia que les es habitual a quienes según ellos eran los responsables de la gran debacle nacional de 2001 y 2002: militares procesistas, civiles que los habían respaldado, menemistas, jueces de la "mayoría automática", economistas "neoliberales", inversores extranjeros que se negaban a devolver sus ganancias supuestamente mal habidas y periodistas determinados. Dicha modalidad les funcionó muy bien, porque el grueso de la población deseaba creer que de no haber sido por un puñado de personajes malignos el país sería un dechado de prosperidad y armonía social. Pero no sólo era cuestión de una estrategia cuidadosamente elegida, sino también de una forma de actuar que se ajustaba a su temperamento.

Por lo tanto, es de prever que traten de defender de la misma manera el poder que han sabido construir, atacando esta vez no tanto a los enemigos de siempre cuanto a los "traidores" ingratos que, como los Kirchner, entienden muy bien ya que comparten plenamente su modo de pensar, pululan en el maremagno peronista, a los radicales que en su opinión son pusilánimes natos que ponen pies en polvorosa ante el primer contratiempo, socialistas de mentalidad similar y, desde luego, los medios que, a su entender, sólo quieren desmoralizar a la buena gente. En sus arengas, tomarán "los argentinos" por sinónimo de "yo" y procurarán hacer pensar que nadie salvo ellos se preocupa por la pobreza en que está atrapada la mitad de la población del país. Asimismo, si antes de las elecciones legislativas de octubre o a causa de ellas pierde el control del Congreso, podrían intentar gobernar a decretazos "de emergencia". ¿Los ayudarían tales esfuerzos a prolongar su ciclo para que coincida con el previsto por la Constitución Nacional? Es posible, aunque sólo fuera porque la mayoría preferiría ahorrarse la alternativa, el derrumbe prematuro de otro gobierno, pero por desgracia no es muy probable.

La metodología que permitió a Néstor Kirchner lograr la hazaña política notable de erigirse en la figura dominante de la política argentina luego de ganar las elecciones presidenciales de 2003 con apenas el 22 por ciento de los votos, la proporción más escuálida de la historia, se le ha vuelto en su contra. La irascibilidad constante, la incapacidad de distinguir entre adversarios y enemigos, la intolerancia del disenso, el desprecio por las reglas básicas de todo orden democrático, sobre todo las relacionadas con el empleo de bienes públicos, como los aviones presidenciales, para fines personales o partidarios, además de la voluntad al parecer irresistible de aprovechar el poder político para hacer crecer a un ritmo impresionante su patrimonio, lo han alejado tanto del grueso de la ciudadanía, que su mera presencia al lado de Cristina la ha debilitado tanto, que su gestión corre peligro de terminar en un desastre. De ser cuestión de la dirigente política que muchos procuraron ver en ella hace poco más de un año, la Presidenta trataría de mejorar la situación en que se encuentra mandándolo al exilio, pero ya es evidente que, pese a sus presuntos principios feministas, no tiene ninguna intención de hacerlo. Los Kirchner subieron juntos; si lo decreta el destino, se hundirán juntos.

Aunque Cristina lo niega, parecería que cuando Julio Cobos, el más traicionero de los traidores y por lo tanto blanco de una campaña de hostigamiento puerilmente mezquina por parte de la pareja gobernante, soltó su célebre voto "no positivo" a favor del campo, Néstor casi la convenció de que dadas las circunstancias había llegado la hora de regresar a Santa Cruz para que, luego de algunas semanas de anarquía y un operativo clamor bien organizado, la gente se arrepintiera de su error y, de rodillas, acompañada por los chacareros, les suplicara volver. Puede que sólo se haya tratado de una amenaza, pero reveló que la idea de castigar al país renunciando de golpe estaba flotando en la mente kirchnerista. De continuar multiplicándose los problemas, las protestas y las deserciones, dicha idea no podría sino tentarlos nuevamente, pero antes de tomar una decisión tendrían que pensar en lo que les aguardaría si se vieran desprovistos de los fueros presidenciales. Convencidos de que habría kirchnerismo para un buen rato, se han arreglado para cometer aún más infracciones que las que siguen obligando a De la Rúa y Carlos Menem a rendir cuentas ante jueces no muy amistosos, razón por la que les sobrarán motivos para aferrarse al poder cueste lo que costare, lo que asegura que lo que quede de la era kirchnerista será sumamente agitado.


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