sábado, 28 de febrero de 2009

LA IZQUIERDA AUSENTE


Río Negro - 28-Feb-09 - Opinión

Editorial
La izquierda ausente
Hasta hace aproximadamente veinte años, una crisis capitalista tan alarmante como la actual hubiera dado a la izquierda, tanto la representada por el socialismo democrático como las versiones autoritarias, una oportunidad inmejorable para conquistar mayores cuotas de poder, pero para decepción de los muchos intelectuales progresistas que sienten que al mundo le vendría bien un sistema económico y social radicalmente distinto del imperante en todos los países occidentales, parecería que ya no rigen las viejas reglas políticas. Aunque en Europa y otras partes del mundo algunas facciones trotskistas y anarquistas están aprovechando la oportunidad para organizar manifestaciones de protesta, tales éxitos han sido meramente testimoniales. En Italia, país que durante décadas albergó al mayor Partido Comunista de Occidente, la izquierda se siente desmoralizada por el dominio insolente del primer ministro "derechista" Silvio Berlusconi; en Alemania, la canciller Angela Merkel espera que los resultados de las próximas elecciones le permitan reemplazar a los demócratas sociales por liberales en la coalición gobernante; en Francia, las luchas internas de los socialistas han ayudado al presidente neogaullista Nicolas Sarkozy a imponerse; en el Reino Unido, los laboristas temen que, en cuanto puedan, los votantes den a los conservadores una mayoría parlamentaria abrumadora. Asimismo, en nuestro país parecería que el centro de gravedad del peronismo se ha movido hacia el lado conservador del mapa ideológico, y se supone que Mauricio Macri estará entre los políticamente beneficiados por la recesión incipiente. Mientras tanto, en Estados Unidos, el presidente Barack Obama se ha rodeado de centristas e incluso republicanos y con frecuencia asegura a sus compatriotas que, no obstante su reputación de ser un hombre de la izquierda, no se le ocurriría intentar impulsar medidas que podrían calificarse de socialistas.

Como movimiento cultural, el izquierdismo sigue siendo muy vigoroso en los países ricos y en los enclaves de clase media de los pobres, pero hoy en día pocos toman demasiado en serio sus recetas económicas y sociales. El desplome de la Unión Soviética obligó a sus partidarios a reconocer que los sacrificios horrendos -las matanzas sistemáticas, los campos de concentración, la violación en escala apenas concebible de los derechos humanos- exigidos por sus líderes no sirvieron para nada. También resultó perjudicado por la implosión soviética el izquierdismo democrático, puesto que en adelante la "tercera vía" giraría hacia la derecha. Por lo demás, la falta de dinamismo de los países en los que se había consensuado un modelo más o menos socialista significó la puesta en marcha de una serie de reformas denunciadas por "neoliberales". Si bien en la actualidad los voceros de gobiernos conservadores, como los de Sarkozy y Merkel, han elegido distanciarse del "neoliberalismo", lo han hecho por motivos que tienen más que ver con el pragmatismo político y, en muchos casos, con el nacionalismo que con la eventual voluntad de acercarse a la izquierda tradicional.

Frente a lo que amenaza con convertirse en una depresión planetaria, quienes simpatizan con la izquierda han podido criticar con dureza extrema a sus adversarios de siempre -en especial a los largamente satanizados "neoliberales"-, especular sobre la presunta muerte del capitalismo tal y como lo hemos conocido y hablar de lo tremendamente injusto que sería que los encargados de pagar por el colapso de tantas entidades financieras y corporaciones, como General Motors, antes emblemáticas, fueran los trabajadores, los empleados de clase media y los empresarios pequeños. Lo que no han podido hacer es proponer "soluciones". Bien que mal, ya no pueden dar a entender que tienen a mano un "modelo" económico y social colectivista que funcionaría decididamente mejor que el capitalista, porque los intentos de construir uno tuvieron consecuencias atroces y, aunque a juicio de muchos esquemas mixtos como los que imperaban durante décadas en los países escandinavos serían preferibles a los que descalifican por "liberales", saben que no fueron productos de una revolución breve y emocionante sino de largos años de esfuerzos prácticos del tipo que no tienen interés en emprender.

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