martes, 24 de febrero de 2009
LARGA NOCHE
Una constelación se oculta, otras asoman...
por Ricardo Lafferriere
Está siendo larga la noche kirchnerista.
Aunque más corta que "los 90", quienes sufrimos en aquel momento lo que nos parecía un retroceso institucional mayor y un retorno a las deformaciones populistas de la democracia no imaginamos que todavía faltaban estos años en que el populismo se enseñorease tanto en los hábitos políticos al punto de pasar por encima de los principios fundamentales de la propia democracia.
En aquellos años de fuertes debates y grandes transformaciones, muchas cosas se hicieron -buenas y malas- que sacudieron la siesta provinciana de un país sometido a las corporaciones.
Dos, sin embargo, dejarían un signo amargo: la desprotección de los ciudadanos frente al poder económico -en el corto plazo- y uno más negativo en el diseño de la sociedad que vendría: la desarticulación del sistema educativo, que prefiguraría la sociedad disgregada que hoy sufrimos.
Pero hay que retroceder mucho en la historia para recordar algún período de latrocinios, desprecio institucional, negación del federalismo, burla al parlamento, sumisión de la justicia, humillación al ciudadano que piense diferente, saqueo generalizado de los fondos públicos y privados, impunidad para los delitos, desguarnecimiento de la seguridad ciudadana, crecimiento de la pobreza estructural a pesar de los cinco años más favorables para la Argentina en el último siglo, control perverso de la prensa, asfixia extorsiva a la producción independiente y a la economía libre, ahogo fiscal y persecución policíaca a empresas y empresarios que no se humillen frente a la camarilla del poder, usurpación de las propias funciones del poder institucional por una persona que no tiene legitimidad ni representación política alguna, distribución discrecional de los fondos públicos a políticos alineados y empresarios amigos, desmantelamiento de los restos de la educación pública, desarticulación de la defensa nacional, ridículo internacional y aislamiento planetario, frivolización del poder y a la vez, desprecio por las obligaciones éticas que su ejercicio impone... en fin, demasiados vicios que han tenido, quizás como única contrapartida positiva, forzar a quienes tienen todavía algún reflejo democrático y extrañan los valores del país republicano a ampliar sus márgenes de tolerancia recíproca, buscando construir los cimientos de lo que vendrá.
Afortunadamente, la estrella del kirchnerato se está inclinando en el horizonte y en algún tiempo, que ojalá sea más cercano que lejano, será historia, con sus ejecutores respondiendo ante la justicia libre de un país soberano por sus actos ilícitos.
En el otro horizonte comienzan a aparecer las nuevas estrellas, que dibujarán las nuevas constelaciones. Los más firmes en sus reclamos institucionales y democráticos, que alguna vez en la historia se expresaron a través del viejo radicalismo y hoy conforman un abanico de afectos e historias diferentes están construyendo su acercamiento, junto a otros argentinos que, mirando a los años que vienen, están convencidos de la necesidad de ubicar a nuestra patria en el paradigma del cambio planetario.
En otro espacio, quienes prefieren hacer gala de sus "experiencias de gestión" pero comprenden que el nuevo mundo no deja lugar para el paroxismo populista extremo, buscan su acercamiento también en el marco de la reconstrucción de una Argentina republicana.
Las "grandes bases" de un país con dos fuerzas políticas modernas, en plena aptitud y creciente actitud de recíproca tolerancia en el juego institucional van insinuándose como el juego maduro del país de relevo. No será un alineamiento de "izquierdas y derechas", como el siglo XX no mostró un alineamiento de los viejos "unitarios y federales" del siglo XIX. Será un nuevo camino, con nuevas opciones, que competirán para ofrecer a los ciudadanos la forma más eficaz de solucionar sus problemas.
En ambas formaciones habrá viejos exponentes de las izquierdas y derechas del siglo que murió, como había antiguos unitarios y federales en las filas radicales y conservadoras, al comenzar el siglo XX. Los nuevos tiempos construirán, para posibilitar el juego de la democracia cuyas reglas se fueron depurando en dos mil años de historia, opciones políticas que buscarán su legitimidad con su acción.
En ambos conglomerados -algunos- y en el medio -otros- estamos quienes, quizás por haber vivido intensamente estas densas últimas décadas de reconstrucción democrática, seguimos bregando por la culminación del "proyecto 83", que liderara Alfonsín con la bandera de la Constitución y el Preámbulo convertido en oración cívica. Quienes creemos que el país necesita completar su ingreso a la modernidad -o sea, al estado de derecho- para poder levantar velas y comenzar su avance portentoso en un mundo -y en una sociedad argentina- crecientemente cosmopolitas.
Las diferentes visiones no debilitan sino que fortalecen la democracia, porque legitiman la representación al acercarla al enorme colorido de las diferentes visiones del pensamiento, pero para que ello efectivamente ocurra es imprescindible que la democracia funcione. Y ante esta posibilidad que se insinúa de las nuevas fuerzas en formación, la actitud responsable es cuidarla con prudencia, delicadeza, sensatez y tolerancia recíproca.
Es el servicio que la nación espera de aquellos a quienes tocó en suerte la responsabilidad de encausar la democracia, luego de tantas décadas de ausencia. "Por cien años más", enmarcando la convivencia de todos quienes integramos el país que empezó en mayo, hace casi doscientos años. Es mucho más importante que fabricar internas, endurecer los codos o amañar pícaros acuerdos evitando la consulta para integrar alguna lista, o inventar ingeniosas descalificaciones que debiliten a los necesarios socios en la reconstrucción.
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