martes, 3 de marzo de 2009

LA KK AGORERA


Río Negro - 03-Mar-09 - Opinión


Editorial
Una presidenta agorera
Hace algunos meses, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner insistía en que, gracias a la sabiduría de su marido, la Argentina apenas se vería afectada por la crisis internacional que está causando tantos problemas en el exterior, razón por la que, a diferencia del gobierno norteamericano, no necesitaba contar con un "plan B". Parecería que desde entonces ha cambiado de opinión. En la alocución con la que abrió las sesiones ordinarias del Congreso, Cristina opinó que "el 2009 se convertirá en el más difícil de los últimos cien". ¿Hablaba en serio? Si aludía al mundo en su conjunto, en tal caso tendría que ser peor que los años que vieron dos guerras mundiales, varios genocidios, una docena de revoluciones pletóricas de atrocidades y una gran depresión económica. Si pensaba en el impacto sobre la Argentina de las catástrofes que según ella podría experimentar el género humano, preveía dificultades mayores que las provocadas por la serie de golpes militares que comenzó en setiembre de 1930, la guerra sucia de los años setenta, la hiperinflación y la depresión local que siguió a la implosión de la convertibilidad. Puede que haya acertado la presidenta al decir que al mundo le aguardan tiempos difíciles, pero por fortuna no resulta demasiado probable que sean tan nefastos como pronosticó, aunque sí es concebible que la recesión, combinada con las aspiraciones nucleares de Irán y el estado decididamente precario de Pakistán, produzca una convulsión mayúscula en el "gran Medio Oriente".

De todos modos, si el panorama que enfrentamos es tan peligroso como parece creer Cristina, habría llegado la hora para reemplazar al gobierno actual, cuya base de sustentación es sumamente estrecha, por otro de unidad nacional con la autoridad y el nivel de aprobación que serían necesarios para que se encargara de mantener a salvo el país en medio de una tormenta descomunal. En tiempos normales, un gobierno nada popular podría sobrevivir hasta diciembre del 2011, pero sucede que a juicio de la presidenta los tiempos no son normales en absoluto.

Como ya es rutinario no sólo aquí sino en buena parte del planeta, Cristina se esforzó por achacar los problemas económicos nacionales al resto del mundo. En su discurso ni siquiera mencionó la inflación y, huelga decirlo, no se le ocurrió señalar que los logros que atribuía a su gestión -la que conforme a ella se inició "en aquel 10 de diciembre de 2003"- tuvieron mucho que ver con un contexto internacional extraordinariamente favorable, pero aprovechó la oportunidad para dar a entender que se cree mucho más inteligente que los líderes de los países centrales, al afirmar que "tengo serias dudas de que puedan tener la capacidad intelectual de formular alternativas y soluciones" para el desaguisado que se ha producido. Felizmente para ellos, la propia Cristina podría decirles lo que deberían hacer cuando asista a la cumbre del G20 que se celebrará en Londres el mes que viene.

Como no pudo ser de otra manera, los distintos líderes opositores se sintieron desconcertados por un discurso atiborrado de estadísticas que creen falsas, omisiones significantes y referencias a mejoras que en su opinión son meramente imaginarias. Del fárrago dedujeron que el gobierno se propone intervenir mucho más en la economía que antes por suponer que si la crisis nos ha enseñado algo, esto es que sin un Estado fuerte e intervencionista todo se vendrá abajo. Por lo demás, el que en los países ricos gobiernos comprometidos con el capitalismo se hayan puesto a rescatar bancos en apuros e intentar salvar a empresas industriales que están al borde de la bancarrota le ha brindado un pretexto irresistible para procurar emularlos. La voluntad evidente del gobierno kirchnerista de impulsar las estatizaciones -parece que está resuelto a manejar la comercialización de granos- está causando preocupación no tanto por razones ideológicas como por la escasa confianza que motiva el Estado patrimonialista, clientelista, corrupto y llamativamente ineficaz que efectivamente existe. Se teme que lo que Cristina y su marido tienen en mente no es "lograr instrumentos que permitan intervenir adecuadamente en la economía", sino seguir adelante con la obra de construir poder político que a partir de diciembre del 2003 ha sido el objetivo principal del matrimonio.


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