domingo, 21 de junio de 2009

CARTA A KIRCHNER



Carta Abierta a Néstor Kirchner



Señor Candidato a Diputado Nacional y

Presidente del Partido Justicialista:


Dentro de seis días, la ciudadanía, en una mayoritaria y aplastante proporción, le dirá “no” a la plebiscitaria pregunta que Ud. ha formulado a los argentinos. A esta altura de los acontecimientos, y gane o pierda por un voto su Frente para la Victoria en la Provincia de Buenos Aires, podemos considerar que es un hecho.



Si bien quienes resulten electos el 28 no jurarán sus nuevos cargos hasta el 10 de diciembre, tanto Ud. como el resto de los habitantes de nuestro país habremos tomado debida nota de ese hecho y sabremos, más allá de las desuniones y personalismos que, en campaña, ha mostrado todo el arco opositor, que su “modelo”, al menos como ha sido llevado adelante hasta ahora, dejará de existir.



Pero el 29 de junio deberá Ud. tomar una decisión respecto al futuro, ese que hoy se encuentra en manos de su mandataria, la Presidente.



Ese día se presentarán ante Ud. exclusivamente dos caminos: la confrontación o el diálogo. Cuando escoja, estará determinando cómo serán los próximos tiempos en la Argentina.



El primero de ellos, al cual voy a describir muy someramente, dado que Ud. lo conoce muy bien por haberlo transitado desde hace, al menos, dos años, implica profundizar la intervención del Estado en la economía, acentuar la presión impositiva, continuar fomentando el “capitalismo de amigos”, seguir destruyendo la institucionalidad, agravar el aislamiento internacional, exacerbar la fragmentación social, recortar la libertad de prensa, proseguir con el ocultamiento y la falsificación de las estadísticas, etc., es decir, seguir la senda que ha transitado en los últimos tiempos y que, lo habrá confirmado entonces, lo habrá llevado a la derrota más grave que habrán sufrido Ud. y su partido en toda su historia.



Vayamos, pues, a analizar la otra opción, es decir, aquélla que nos podría reportar, a Ud. y a todos nosotros, enormes beneficios: el diálogo y la búsqueda de consensos.



Sé que elegir este camino, dada su personalidad, le resultará en extremo difícil, pero hacerlo puede reportarle el acceso al bronce, en vez de conducirlo al hierro carcelario y al oprobio histórico.



Pese a que puede resultar un “argumento de madre”, le recuerdo que Argentina es, también, la patria de sus hijos y el lugar en que éstos deberán vivir, ya que el nuevo mundo que emergerá de la crisis no permitirá el disfrute en tierras extrañas de fortunas no explicadas ni justificadas.



Si elige Ud. este camino, lo primero que debería hacer es llevar confianza y tranquilidad a la población, para luego extender ambas a todo el concierto mundial.



En primer término, deberá Ud., vía su mujer, la Presidente , convocar a la oposición a una gran y pública conferencia. No podrá ser en el Congreso, su habitat natural, pues estará todavía ocupado por los actuales legisladores, pero seguramente encontraremos un lugar adecuado. De esa reunión deberán salir las políticas de Estado que todos, Gobierno y oposición, decidamos que serán los temas sobre los cuales nunca más discutiremos.



Deberá ella incorporar al Gabinete nacional a expertos de todas las corrientes de opinión, para informar, urbi et orbi, que se viene un nuevo tiempo. (Recuerde a Perón ofreciéndole la Vicepresidencia a Balbín).



Esas condiciones básicas para torcer el rumbo de colisión en que se encuentra Argentina pueden darse rápidamente. Deberá Ud. comenzar por re-fundar el Indec, muy seriamente por cierto, para que todos podamos tomar debida conciencia de las condiciones en que se encuentra nuestra economía y nuestra sociedad.



A mero título de ejemplo, me permito señalarle que, hasta que no sepamos con exactitud cuántos pobres e indigentes hay en nuestro país, no podremos usar las herramientas adecuadas para sacarlos de ese infierno.



Luego, y dada la extraordinaria fuga de capitales que se ha producido desde fines de 2007, deberá Ud. crear las condiciones que permitan un rápido ingreso de inversiones extranjeras directas (a las cuales, si actúa de esta manera, se sumarán los fondos de los propios argentinos que se encuentran fuera del sistema).



Cualquiera de sus asesores –me olvidaba, deberá Ud. comenzar a oír consejos- le podrá contar que, en este momento y por influencia de la brutal caída que ha sufrido Europa, hay mucho dinero buscando donde ser invertido. Fíjese Ud., por ejemplo, qué está sucediendo en Brasil, en Chile, en Colombia, en Perú y hasta en Uruguay.



Lamentablemente, para que esos capitales ingresen con la rapidez que necesitamos, deberá Ud. adoptar conductas heroicas y, frente a su discurso habitual, muy poco populares. Sin embargo, piense que tendrá Ud. por delante dos años sin elecciones y que, en ese lapso, la bonanza económica que será el indudable fruto de estas actitudes podrá llevarlo, otra vez, al podio.



Veamos a qué me refiero. Nuestro principal problema es que, en nuestro país, no creen propios ni extraños. Y eso porque hemos destruido la confianza en los contratos y, sobre todo, en la palabra empeñada. El mundo no cree en nuestros Tribunales, ni en nuestro Congreso, ni en nuestro Poder Ejecutivo.



Además, para poder revertir esta situación, deberemos tomar al toro por las astas y, aunque sea un poco, imitar a su amigo -¿lo sigue siendo, más allá de los gestos?- Lula.



¿Qué hizo Brasil? Muy sencillo: creó un fondo de garantía constituido por activos líquidos, es decir, por acciones de compañías estatales y privadas que cotizan en el exterior para garantizar la seguridad de las inversiones. Hoy la ANSES tiene grandes participaciones en empresas de gran volumen, paquetes que podrían servir, perfectamente, para estos fines.



Hasta allí, podemos decir que sería una tarea fácil, pero veamos dónde está el “sapo” que deberá Ud. tragar. Hasta tanto se recomponga la confianza internacional, deberemos pactar jurisdicciones extranjeras para la discusión de los diferendos con los inversores. El mundo dispone, para estos fines, de organismos confiables y no sospechados de parcialidad, como el famoso CIADI, que hoy nos tiene tan en la mira.



¿Comprende, ahora, a qué me refería cuando le dije que se trataba de soluciones heroicas?



Pero vea Ud. los beneficios inmediatos que nos traerán. El mundo saldrá de esta crisis con muchísimo más hambre que el que ya tenía cuando entró; la FAO está hablando, en estos días, de miles de millones de famélicos que se sumarán a los ya existentes, por el achicamiento de las economías y por la pérdida de puestos de trabajo.



Recuerde que Argentina puede producir, si se dan esas condiciones de tranquilidad y confianza, alimentos para quinientos millones de personas. Pero, para lograrlo, se necesita una enorme inyección de capital que hoy no tenemos o, al menos, nadie está dispuesto a arriesgar.



Si conseguimos esos volúmenes de producción agropecuaria, podremos recuperar los mercados que la insensatez ha entregado, con el respectivo moñito, a nuestros competidores naturales y a algunos que, por su tamaño relativo, no hubieran soñado serlo.



Imagine Ud. el cambio fenomenal que traerá aparejada esta conducta, con todos los pueblos del interior trabajando otra vez a pleno, con los chacareros comprando máquinas para el campo y departamentos para sus hijos. Pero, le repito, para que eso suceda deberá Ud. recrear la confianza perdida.



Lo mismo sucede en materia de infraestructura, que siempre requiere de monstruosas cantidades de fondos, invertidos a muy largo plazo. Nuestro país necesita buscar petróleo y gas, construir nuevas represas, líneas de alta tensión, gasoductos y refinerías. Como ha visto, Argentina no es una opción elegible a la hora de escoger un destino para las inversiones de este tipo. También esto cambiará comiéndose el “sapo” que le describí.



En lo que respecta a la industria, también deberá Ud. cambiar el rumbo. Deberá dejar de fomentar y subsidiar a los sectores que sólo saben vivir si tienen protecciones y prebendas y, en cambio, apoyar muy fuertemente a quienes quieran salir a competir, por calidad y precio, en los mercados más sofisticados del mundo, esos que no resultarán afectados por la crisis internacional.



Deberá Ud. convencer a sus ex amigos de la UIA que es un disparate intentar tener una industria exitosa con un mercado que, cada día, se hace más pobre y más chico.



Como ejemplo, y podría darle muchos, si Ud. puede –vía políticas públicas de apoyo a la transformación- incentivar a los fabricantes de zapatos para que compitan en los mercados de lujo del mundo, el destino de la Argentina cambiará.



Si tenemos los cueros y los técnicos, y conseguimos la maquinaria adecuada, ¿cómo no vamos a poder producir zapatos de US$ 500 el par, en lugar de fabricar mal y barato? Los fabricantes estarían encantados, los trabajadores incrementarían su número y la población más pobre de Argentina podría contar con zapatos de a US$ 30 el par, importándolos de Brasil o China. ¿Cree Ud. que, de ser así, actuaría en desmedro de la industria nacional o del trabajo argentino? Muy por el contrario, puesto que el mercado sería el mundo entero, y no esta desflecada clientela local.



No quiero extenderme más. Si está dispuesto a hacerlo, yo y muchos otros argentinos estamos dispuestos a ayudarlo y a conversar sobre estos temas y sobre la forma de dar un vuelco fenomenal a nuestro castigado país.



Piense que, si decide tomar el otro camino e intentar la “chavización” de Argentina, tendrá muchos problemas, ya que no cuenta ni con el dinero de don Hugo ni tiene Ud. a sus espaldas a las Fuerzas Armadas.



Pero, además, piense en Ud. mismo. ¿Se imagina, después de la brutal derrota que sufrirá el domingo próximo, ser llevado en andas por los argentinos dentro de dos años? Porque, tenga Ud. la más absoluta certeza, eso es lo que sucederá si actúa como se debe.



Está en sus manos. El lunes 29, como le dije, deberá Ud. decidir si lleva a la Argentina al cielo o al infierno. Espero que sea Ud. quien, como decía su ex amigo Duhalde, nos conduzca al éxito al que estamos condenados.



Que tenga Ud. una buena semana.



Bs.As., 21 Jun 09







Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Tel. (54+11) ò (011) 4807 4401/02

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