jueves, 18 de junio de 2009

CLIENTELISMO


EL CLIENTELISMO DEL CONURBANO



Por Enrico Udenio (*)



“Un hombre hambriento no es un hombre libre.” Adlai Stevenson (1900-1965). Político norteamericano. Secretario de Estado durante la presidencia de J.F. Kennedy.

A pesar de los cuantiosos ingresos con que cuenta la Provincia de Buenos Aires, está muy lejos de poder cubrir su déficit. Acumula deudas y atrasos en sus pagos que sólo puede solventar con los aportes especiales que le otorga el gobierno nacional. Esta crítica situación no modifica su poder electoral pues, por su desproporción poblacional, es la provincia que más influye en el panorama político del país. No en vano, el ex presidente Néstor Kirchner, enfrentado a una muy probable derrota nacional en las próximas elecciones, ha destinado todos sus esfuerzos a reforzar su propaganda en el electorado del segundo y tercer cordón del conurbano, los que son, paradojalmente, los más empobrecidos de la provincia.

Considero esto una paradoja pues, después de seis años de gobierno del matrimonio Kirchner y veintidós años continuos de gobiernos a cargo de mandatarios peronistas, deberían rebelarse contra el partido político que los mantiene en esas miserables condiciones de vida desde hace tanto tiempo.

Muchos analistas explican que esta adhesión se podría entender mediante el uso del denominado clientelismo.

¿Qué significa en la práctica esta palabra?

Se trata de beneficios económicos y sociales que el pueblo recibe desde el Estado pero que, en lugar de ser otorgados por instituciones perfectamente organizadas y destinadas a tal efecto, se promocionan y se perciben como un regalo del líder.

El famoso clientelismo de los caudillos populistas, incluido el actual matrimonio presidencial, funciona desde esta premisa: “Todos los beneficios que el pueblo recibe son gracias a nuestra voluntad, por lo tanto, son un regalo que nosotros hacemos. Si desaparecemos, se pierden los beneficios”.

En cambio, cuando hay un funcionamiento estatal claro, sencillo y eficaz, los beneficios que recibe el pueblo en la forma de un seguro de desempleo, o una atención hospitalaria, o una educación masiva con la mayor calidad posible, se transforman en un derecho individual y social, y se perciben como provenientes de las instituciones, con independencia del gobernante de turno. Para un populista, este tipo de Estado es su enemigo, pues su figura sólo puede subsistir si no existen estas instituciones o si actúan, deben ser permeables, ineficientes y corruptas.

Una nación enferma de “populismo crónico”, como es el caso argentino, tiende a engendrar un pueblo que recurrentemente reclama “salvadores” sin concienciar que lo que necesita son buenas instituciones, y gobernantes que las respeten y conduzcan con eficacia.

UN PAÍS EN PELIGRO POBLACIONAL

“No es perezoso únicamente el que nada hace, sino también el que podría hacer algo mejor que lo que hace.” Sócrates (A.C. 469-399) Filósofo griego. Maestro de Platón.

Aunque en su Constitución se especifica claramente el ideario republicano y federal, la Argentina macrocéfala es el resultado de un crecimiento de espaldas al proyecto federal. En toda su historia, el gobierno nacional fue cautivo del poder económico y político de la provincia de Buenos Aires y de la ciudad de Buenos Aires y, en los primeros años de este siglo XXI, sigue siéndolo. Las políticas de gobierno, tarde o temprano, directa o indirectamente, siguen impulsando el afincamiento de su población en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires.

Los resultados sociales de este unitarismo son una elevadísima tasa de crecimiento demográfico entre los sectores de mayor pobreza con respecto al resto de la sociedad y una desmedida migración hacia el conglomerado urbano de Buenos Aires, con las terribles consecuencias económicas que esta tendencia significa para el país.

Los sectores de mayor pobreza tienen una desproporcionada tasa de crecimiento demográfico. Cuánto más pobre y de más bajo nivel educacional es la estructura familiar, mayor cantidad de hijos tiene. Al Estado le cuesta mucho hacerse cargo, económicamente, de la marginación social que desencadena esta desproporción en la tasa de natalidad pues para obtener los fondos necesarios debería aplicar mayor cantidad de impuestos de los que los habitantes de todo el país están dispuestos a pagar. Además, en este punto hay una discusión en la sociedad sobre si corresponde o no que la población en su conjunto tenga que asumir el costo socio-económico generado por quienes, por ignorancia, conveniencia, negligencia o irresponsabilidad, hacen caso omiso a la necesidad de una planificación familiar y buscan una asistencia estatal, en lugar de reclamar trabajo, salud y educación para sus zonas de pertenencia.

La situación se asemeja al de un nudo gordiano, de imposible resolución.

Sería algo así: Exacción de las riquezas del interior del país > Concentración económica del gobierno nacional que posibilita un mayor desarrollo de Buenos Aires (provincia y capital federal) > Migración de los pobladores del interior del país hacia el centro urbano de Buenos Aires en busca de mejor salud, educación y trabajo > Aumento desproporcionado de la población bonaerense > Mayores obligaciones del gobierno nacional para proveer de vivienda, salud, educación y trabajo a ese incremento de ese sector poblacional > Aumento del requerimiento de riquezas para cumplir con ese objetivo > Exacción de las riquezas del interior del país> … y se renueva el nudo con el mismo desenlace.

Paradojalmente, en el intento de proveer de una buena infraestructura y mejores servicios básicos al conurbano, aumenta la necesidad de migrar desde el interior del país y desde las naciones limítrofes, por lo que cada vez será mayor la necesidad de extraer riqueza de todo el país para cumplir con ese fin. Por lo tanto, año tras año, se empobrecerá aún más el interior, aumentará la macrocefalia del país, y la ciudad de Buenos Aires comenzará a asemejarse a una ciudad sitiada por una población conurbana que no podrá superar la marginalidad.



Recordemos que en el siglo XXI, cada vez más las máquinas robot serán las que cumplan los trabajos que antaño hacían los brazos humanos, lo que predeciría el hecho de que, en el futuro, la excesiva abundancia de una oferta laboral de bajo nivel concentrada en una determinada zona desencadenaría una irreparable abundancia de pobres.

LA ANTÍTESIS DE UN ESTADISTA

“Solo hay dos cosas infinitas: el Universo, y la Estupidez Humana, pero no estoy muy seguro de la primera, pero de la segunda puedes observar cómo nos destruimos sólo por demostrar quién puede más.” Albert Einstein (1879-1955). Científico considerado como el más importante del siglo XX.

Es extremadamente importante para la Argentina promover un federalismo que traslade al interior del país una parte de la riqueza que ostenta tanto la ciudad como la provincia de Buenos Aires. Una de las formas más firmes para lograrlo es la expansión del consumo interno. Para ello, es necesario poblarlas con personas que puedan consumir. Para esto, ellas deben obtener ingresos a través de un trabajo genuino pues los subsidios sociales directos, por su misma génesis, son incapaces de cumplir esta función, y tampoco pueden cumplimentarla aislados proyectos de desarrollo que, históricamente, han sido circunstanciales y muy limitados a las posibilidades de la naturaleza local.

Por necesidades económicas este gobierno ha extraído en exceso las riquezas del interior del país mediante un abuso de las retenciones aduaneras a las exportaciones de los principales productos que producen las provincias. Y por necesidades electorales, ha fomentado el clientelismo en el sector más populoso del conurbano en lugar de promover el retorno a sus lugares de origen. De esta manera, está consolidando la peor de las situaciones socio-económicas que sufre la Nación: su macrocefalia.

Los Kirchner actuaron como la antítesis de un estadista. Pensaron y a accionaron con un solo objetivo: la acumulación de poder. Y en lugar de aprovechar esta acumulación para gestionar políticas que ayudaran al crecimiento económico e independencia política de las provincias –hay varias maneras muy creativas de lograrlo-, crearon un sistema de gobierno perverso para profundizar la dependencia de éstas a su conducción unitarista. Premios y castigos según su criterio fueron la constante de su mandato. De esta manera, el matrimonio presidencial hundió más al país, económica y socialmente, y fomentó un “modelo” de desunión entre los hermanos argentinos.

En el informe “Aportes para el Desarrollo Humano de la Argentina”, del “Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo”, aparece esta cita textual:

“Argentina continúa siendo un país mal unido y consolidó una suerte de , más abocados a la tarea de conservar su poder que a la de consensuar fórmulas de cooperación que garantizarán la integración y la equidad territorial para los habitantes”.

(*) Enrico Udenio: Autor de los ensayos “Corazón de derecha, discurso de izquierda”, Ugerman Ed., 2005; y “La hipocresía argentina”, LibrosEnRed Ed.,2008.

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