domingo, 7 de junio de 2009

TODO A BUENOS AIRES


La Nueva Provincia - 07-Jun-09 - Opinión

Kirchner apuesta todo a Buenos Aires

por Eugenio Paillet


Una ola de optimismo ha recorrido en las últimas horas los despachos de la Casa Rosada y los aposentos de Olivos. Se montan funcionarios y estrategas en el sesgo que ha experimentado la mayoría de las encuestas en la última semana, que marcan una diferencia de entre 4 y 10 puntos, en un amplio abanico, entre la fórmula que encabezan Néstor Kirchner y Daniel Scoli y sus competidores del peronismo disidente y del acuerdo entre radicales y Elisa Carrió. No es, por cierto, lo que dicen los sondeos que manejan Francisco de Narváez y Felipe Solá o Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín. Sólo se trata de reflejar aquel estado de ánimo con una escena que ocurrió horas atrás: un importante ministro reunió a un grupo de cronistas y analistas en su despacho y les desplegó sobre la mesa unas diez encuestas de última generación. "Ninguna de éstas las pagamos nosotros", se atajó. Vale remarcar: sólo es una ola que baña a hombres del gobierno y del entorno matrimonial, que interesadamente han tratado de influir con esos comentarios en momentos en que NK volvió a las andadas con sus flamígeros --aunque en plan pastoral-- discursos de campaña.

Con todo, la comprobación de esos números, si es que finalmente hay que creer a pie juntillas lo que dicen las encuestas, es que aquel optimismo se basa casi de manera central en lo que a juicio de ese ministro y de los estrategas que secundan a Kirchner va a ocurrir en la provincia de Buenos Aires. Y allí surge la primera conclusión, no negada por ninguna de esas fuentes: Kichner apuesta su presente y su futuro a una victoria en el primer distrito electoral del país. "Si ganamos Buenos Aires por la diferencia que pensamos que vamos a ganar, ganamos todo", se animó como para cerrar el análisis uno de los operadores del ex presidente.

Florencio Randazzo aportó su cuota de optimismo en el medio de esas lecturas y de esos análisis: "Ganamos, y vamos a ganar muy bien, no sólo en Buenos Aires sino en todo el país", dijo el ministro del Interior, dedicado casi en exclusiva a acompañar a Kirchner en sus recorridas por el conurbano y algún punto del interior provincial. Randazzo esgrime datos que aseguran que finalmente el kirchnerismo se impondría en Mendoza, donde todos los números hasta ahora avizoran una derrota del gobernador Celso Jaque a manos de las listas del vicepresidente Julio Cobos.

La estrategia termina por abonar una impresión que no es nueva en el oficialismo, y que el propio Kirchner se había encargado de plantar en uno de los primeros reportajes radiales a que lo obligó la campaña electoral. "Una elección se gana por un voto", había dicho aquella vez. Conclusiones de estas horas en el kirchnerismo: hay que ganar Buenos Aires, no importa si ocurren, como ocurrirán, derrotas contundentes en tres o cuatro de los distritos más importantes del país, o si se pierden mayorías parlamentarias en el camino.

Más allá de que la realidad no parece ser tan idílica como la pintan en los despachos oficiales, vale escuchar a quienes trazan estrategias a futuro, amparados en esas encuestas que atesoran como irreductibles. En primer lugar, se dice en carpas del kirchnerismo más puro que si el santacruceño logra imponer como verdad revelada que el que gana Buenos Aires se queda con todo, el 29 de junio podría desatarse una verdadera ola de reclamos de la tropa propia para que Kirchner asuma una candidatura presidencial para 2011. Piqueteros como Luis D'Elía o Edgardo Depetri han dicho, en las últimas conversaciones que tuvieron con referentes de sus respectivos ejércitos de adherentes, que si así ocurren las cosas, las pintadas que se verán en la madrugada del lunes 29 dirán exactamente eso: "Kirchner 2011". En Olivos se concede que un triunfo en la provincia convertirá a Kirchner en "un gran referente" para definir la candidatura presidencial para dentro de dos años. Pero hasta ahí llegan, en un gesto de máxima cautela.

Los que apuestan a ese escenario para el próximo domingo 28 se entusiasman a la vez con que un Kirchner fortalecido en las urnas podrá enfrentar con mayores chances los aprestos que se realizan en el peronismo que aún le responde, y en otros sectores que se le oponen, que centralmente encarnan Carlos Reutemann, Juan Schiaretti, Jorge Busti, el misionero Ramón Puerta y el salteño Juan Carlos Romero, para discutir poder. Pecan esos confidentes de abuso de irrealidad: deberían escuchar, como seguramente lo han hecho, a un gobernador del palo, como es el sanjuanino José Luis Gioja, quien ha dicho que el 29 de junio habrá que barajar y dar de nuevo, pero que ya no será Kirchner el dueño del mazo.

Merece señalarse a estas alturas que una vez más la oposición parece dispuesta a hacerle el campo orégano al oficialismo. Y no es un detalle éste que precisamente haya pasado desapercibido en los campamentos del oficialismo. Se dice allí que por cuerda separada a aquella estrategia de apostar todo a Buenos Aires, también habrá que exponer ante la sociedad los yerros, las discusiones y la carencia de propuestas que muestra, hoy por hoy, el arco político que pretende arrebatarle poder a Kirchner el domingo 28. No es casual que en las últimas 48 horas ese discurso estuvo en boca de Kirchner y Scioli, pero también de Randazzo y de la presidenta Cristina Fernández.

Lo que se ha visto en las últimas jornadas pareciera darles algo de razón. "Están todos peleados con todos, imagínese si les tocara gobernar algún día", chicanea el ministro del Interior, en dirección a los cruces y acusaciones en las que se han involucrado Alfonsín, Carrió, Macri, Gabriela Michetti, más la nunca terminada novela de las diferencias de todo tipo que hoy separarían al peronismo disidente, a punto tal de que ya se habla de un portazo de Solá para hacer rancho aparte y pelearle desde su propio espacio el poder a Kirchner, después de las elecciones.

Resulta interesante señalar que el gobierno y el comando de campaña de NK guardan a buen recaudo algunos chispazos que han ocurrido en los últimos días, que permiten suponer sin otros datos que esos mismos trascendidos a la vista, que el ex presidente no tiene el cielo ganado. O que deberá batallar a destajo y corregir algunos rumbos para obtenerlo. Se sabe, por ejemplo, que hubo reproches del equipo de estrategas que lo alecciona a diario en Olivos, por haberse ido de aquel libreto de hombre calmo y sereno, alejado del irascible y temerario lanzador de mandobles de otros tiempos, que le habían impuesto. Enumeran al menos tres datos que encendieron luces de alarma: que Kirchner haya vuelto sobre un discurso que tenía vedado en la nueva etapa, como es el de los ataques desbocados contra el campo. "Se nos escapó", reconoció entre jocoso y alarmado uno de los publicistas cuando lo escuchó comparar tractores de ahora con tanques de antes, o de volver a insistir con la sospecha de que detrás de Hugo Biolcatti hay un intento golpista contra Cristina Fernández.

Se lamentan también que, aunque en tono suave, el candidato haya vuelto a levantar en las tribunas bonaerenses la idea de "yo o el caos" que le hizo perder varios puntos en las encuestas, y que fue eje central del cambio de estilo al que lo sometieron los expertos que lo asisten. Y le reprochan en privado haber cruzado otra raya que tenía vedada, como es atacar a Julio Cobos. Hay quienes sostienen en el oficialismo que está probado en las encuestas que pegarle al vicepresidente es agrandarlo, no minimizarlo. Pero Kirchner es Kirchner.

Aún hay, para más, quienes decodifican en Olivos las ulteriores consecuencias que puede tener en el electorado la andanada que Kirchner ha lanzado en sus últimas apariciones contra empresarios del estratégico sector industrial, o el argumento demasiado expuesto a una mala consideración del electorado respecto de prohibirles a las empresas privadas que puedan remesar ganancias a sus centrales o repartir dividendos entre sus ejecutivos. La sospecha de que después del 28 de junio, y si se confirman en los hechos aquellas presunciones optimistas del oficialismo acerca de un triunfo con base en Buenos Aires, se viene una ola estatizadora al más puro estilo del bolivariano Hugo Chávez, se ha instalado en el imaginario colectivo y en no pocos hombres de negocios o analistas económicos. Y a juicio de un estratega del kirchnerismo, ese discurso de Kirchner en supuesta defensa de los trabajadores y del rol del Estado puede terminar por convertirse en un arma de doble filo. "Nadie sabe si es un discurso y no lo van a hacer, o si en efecto lo harán, pero la impresión que hoy receptamos de la gente en los focus group es que efectivamente creen que algo de eso puede hacer, y eso no es bueno", se sinceró un funcionario de la Casa Rosada.

La justificación que ha mandado NK a través de Randazzo, según la cual todo no es más que un recurso electoral para captar algunos votos más, y que no está en su ánimo perseguir empresas, estatizarlas o prohibirles que tomen legítimas ganancias, suena a manotazo de ahogado de sus equipos de campaña, espantados por la mala prensa que esos embates del ex presidente y de su esposa han generado en el electorado.

Un dirigente de probada fidelidad a Kirchner salió al cruce de aquellos análisis y estas desmentidas y puso las cosas blanco sobre negro, sin importar el alcance de esa afirmación o el costo de esa estrategia: "el eje del último tramo de la campaña lo vamos a centrar en atacar a tres sectores que buscan desestabilizarnos como son el campo, los industriales y los medios", dijo muy suelto de cuerpo. Conviene no perder de vista a quienes desde la segunda línea del kirchnerismo suelen decir en público lo que sus jefes barruntan en privado: el diputado Depetri dijo que el gobierno debería ir aún más allá en su política de meter mano y gente en las empresas privadas, o embestir contra todos los que no piensen como ellos, después de las elecciones. "Creo que Néstor (sic) tiene que profundizar el modelo, y habría que estatizar Repsol-YPF y algunos medios de comunicación", lanzó.

Lo que ninguno de esos actores puede mensurar, empezando por el propio Kirchner, unidos todos en esa suerte de ceguera electoral que los envuelve, es el inconmensurable daño a la seguridad jurídica, a las reglas claras de juego y a las futuras inversiones en el país, que han provocado. No pareciera importarles. A fin de cuentas una simple anécdota partidaria como es la prohibición de la jueza Servini de Cubría para que el oficialismo utilice en sus actos la marcha peronista, los pinta de cuerpo entero. Se han reído en la cara de ese fallo judicial. El propio ministro de Justicia, Aníbal Fernández, que aunque sea por razones de decoro debió mantenerse al margen, fue de los primeros en desafiar con su acostumbrado lenguaje barriobajero la decisión de la jueza.

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