miércoles, 9 de septiembre de 2009

HARTAZGO


La Caja de Pandora - 09-Sep-09 - Editorial

HARTAZGO
No lo lea, es una pálida
por Malú Kikuchi


Era inevitable, el hartazgo, llegó. Cansancio moral, le dicen. No importa cómo lo nombren, el sentimiento es el mismo: hastío, fatiga, fastidio, tedio, agotamiento, enojo, molestia, falta de fuerzas. Es eso que hace que uno tenga ganas de gritar ¡baaastaaa! Y que baje los brazos.

Uno se pregunta, ¿para qué?, ¿por qué? Y ya no encuentra respuestas satisfactorias que lo ayuden a seguir. ¿A seguir qué? A tratar de seguir hablando y explicando y escribiendo. Las respuestas no llegan. El mal argentino es demasiado profundo y parece imposible de sanar.

Entonces, ¿para qué? No es el gobierno, eso puede cambiar y con los votos va a cambiar. Sólo es cuestión de tiempo. Pero lo que venga, después del exterminio de las instituciones, ¿podrá cambiar las cosas?

Argentina está gravemente enferma. Enferma en sus entrañas más profundas. Los conceptos básicos de una convivencia civilizada, esos que están perfectamente regulados en la Constitución Nacional, son desconocidos por las mayorías.

Los argentinos creen que el que gana, tiene todos los derechos. No les han enseñado, ni en la escuela y menos con el ejemplo, que los límites son esenciales a todo quehacer humano, y en el gobierno, más.

Hace poco, en un programa televisivo, Diana Conti, abogada, miembro del consejo de la magistratura, ante las cámaras, le dijo al presidente de la Asociación de Magistrados, Recondo, “armá un partido, ganá y entonces hacé lo que quieras”. ¡Y Conti terna jueces!!

Los argentinos creen, porque lo viven día a día, porque ven como actúan los funcionarios, que lo público y lo privado, son la misma cosa. Sobre todo cuando de dineros se trata.

El 4/9/09, el diputado electo y marido de la Presidente, ante una pregunta sobre el inverosímil incremento del patrimonio matrimonial (Néstor + Cristina = +576% en 6 años), contestó diciendo que él no preguntaba sobre el patrimonio de la Sra. De Noble o de Magnetto o de Rendo (accionistas del multimedios Clarín).

Nadie le contestó que él, Kirchner, tiene obligación de dar explicaciones, ya que ese incremento se dio mientras él y ella estaban en la presidencia. Los mandatarios son empleados de los ciudadanos, que les pagan por su trabajo y les deben rendir cuentas detalladas sobre sus actos y en particular, sobre todo lo que tenga que ver con el dinero, que es de los contribuyentes.

La gente de Clarín opera con dineros privados. Si están dentro de la norma o no, ese es un tema del poder judicial. Son privados, no públicos, y no les deben rendir cuentas a los ciudadanos. Si Kirchner entiende que hay algún problema, debería denunciarlo ante la justicia.

Los argentinos creen que la culpa de todos los males que padecen, que cada día son más y peores, la tienen “los otros”. Esta interesante figura puede adaptarse a gusto del consumidor. “Los otros”, los malos, los que nos odian, los que nos envidian, los que se quieren quedar con “lo nuestro”, pueden ser: los americanos, los petroleros, el FMI, los cipayos, los banqueros, las multinacionales, hasta el quiosquero de la esquina.

Todos y cualquiera, “los otros” son los culpables de nuestras múltiples desgracias. Nosotros, ¡jamás! La responsabilidad sobre el devenir del país, nos es totalmente ajena. Los gobernantes que elegimos, también. Luego de un tiempo de dislates político/económicos por parte del gobierno de turno, es difícil encontrar un argentino que confiese haberlos votado.

Mientras los fundantes, básicos errores de concepto, se hacen carne en los argentinos, y gracias a esos mismos errores, el 40% de la población, es pobre, y la mitad del 40%, indigente. El paco hace pata ancha y se adueña del conurbano. Las drogas, todas ellas, crecen en todo el país, lo mismo que el juego.

Mientras, y desde hace 15 años, Argentina es el país que más INVOLUCIONA en calidad educativa, en el planeta (informe de PISA, programa de evaluación educativa internacional). La corrupción ya es una aceptada forma de vida y la inseguridad arrasa vidas.

Mientras, alguien, que hoy no es nadie en el gobierno, le ordena al gobernador de la provincia de Buenos Aires, que eche a Emilio Monzó, ministro de asuntos agrarios, y Scioli, lo echa. ¿Y el federalismo? No sabe, no contesta.

Mientras, y a pesar de haber perdido las legislativas, el que no es nadie en el gobierno, decidió que la composición del consejo de la magistratura no se toque. Mientras, y sin saber hasta cuando, el poder judicial seguirá chantajeado por el veto del ejecutivo.

Mientras, y aprovechando una mayoría circunstancial, Kirchner manda al congreso un proyecto de ley de radiodifusión cuyo primer objetivo es Clarín y de paso, disciplinar la libertad de expresión.

Mientras, siguen los piquetes, los cartoneros, las huelgas salvajes al servicio del poder, las personas abandonadas durmiendo en la calle, la mortalidad infantil, la desnutrición, las enfermedades de la pobreza (Chagas, leishmaniasis, dengue, tuberculosis), el corte del puente internacional San Martín, la afectuosa amistad con Chávez, Evo, Correa, Ortega y Fidel. Y Ahmadineyad.

Los opositores siguen en minoría y están demasiado ocupados peleando entre sí para ver quien tiene más posibilidades de heredar en el 2011, una Argentina arrasada.

Los males son demasiados para nombrarlos, hartan. Hartan tanto como él o ella o cualquiera de los funcionarios cuando aparecen en la TV o se los escucha por la radio. La primera reacción es cambiar de canal o de dial. Son intolerables. Los diarios agobian. Las noticias deprimen.

Y de sólo pensar que el que herede lo que va a quedar de Argentina, no va a poder con los sindicatos, ni con el enorme e intocable gasto público, ni con el déficit energético, ni con la falta de capitales, ni con la ausencia de credibilidad en el exterior; el cansancio moral abruma.

Y aunque el que venga, traiga más institucionalidad, más raciocinio y no se maneje a golpes de iracundia ni de venganzas, y no crea que el ganar da todos los derechos; aunque conozca los límites, aunque sepa que lo público es público y lo privado es de competencia privada, ¿qué podrá hacer con un pueblo que ha sido deliberadamente educado para pensar mal, y piensa mal?
Perdón por la catarsis, pero el hartazgo es mucho, la salida no se vislumbra, y Argentina hoy, me duele demasiado.

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