domingo, 20 de junio de 2010

GARCÍA HAMILTON


Tucumano alborotador

RECORDANDO A GARCÍA HAMILTON, A UN AÑO DE SU FALLECIMIENTO

Por Martín Pereira (*)

El Dr. José Ignacio García Hamilton fue mi profesor en mi último año de carrera en la facultad de derecho de la UBA. Como docente universitario, le encantaba dar clase, pero también otorgaba un gran espacio a sus ayudantes, a quienes escuchaba con sincero interés. Al terminar mi cursada, tuve el honor de ser invitado a formar parte de su equipo de docentes, el cual integré hasta su fallecimiento, ocurrido el 18 de junio de 2009. A través de estas breves líneas, buscaré rendir un pequeño homenaje con un sucinto resumen de su vida.

Nacido en Tucumán el 1° de noviembre de 1943, se recibió de abogado en 1969 en la Universidad Nacional de Tucumán y realizó estudios en Brasil y España. Años más tarde, recibiría su doctorado en la UBA. El periodismo constituyó el oficio familiar y lo ejerció desde muy joven; primero, en La Gaceta de Tucumán, diario que fundó su abuelo y dirigió su padre; más tarde, en 1972, con un periódico propio, “El Pueblo”, el cual, por sus opiniones, lo llevó a estar 6 meses detenido entre 1974 y 1975.

Su interés por la historia lo condujo a publicar varios trabajos, entre artículos y libros. También, a participar en importantes disertaciones, tanto en Argentina como en prestigiosas casas de estudio del exterior. Su aparición en programas televisivos y radiales dio gran difusión de la historia a un público que mostró gran interés en conocer el pasado como medio de comprender el presente. Su activo rol como docente universitario -tanto en la UBA como en la Universidad de Palermo- fue el modo más claro de acercamiento de sus conocimientos a los más jóvenes. En cada proyecto que encaró prevaleció siempre su pasión por lo que hacía en combinación con su interés por transmitir a los otros todo aquello que había estudiado e investigado.

Sus ideas y su discurso no estuvieron ajenos a la polémica. Es memorable cuando, tras la publicación de un libro sobre la vida del Gral. José de San Martín, en el que sostenía que aquél era hijo de una indígena guaraní, mantuvo acalorados debates con los integrantes del Instituto Nacional Sanmartiniano. Pero también hubo momentos desagradables, como cuando viajó a Cuba en 2006 y Fidel Castro le prohibió su ingreso a la isla.

Ejerció de abogado en su propio estudio jurídico y ha tenido participación activa en el campo de la política, siendo en 1991 candidato a Vicegobernador de Tucumán y en 2007 habiendo resultado electo para el cargo de Diputado Nacional por su provincia natal, el cual asumió y ejerció de manera sabia y comprometida, jugando brillantemente un rol bisagra entre la academia y la política, con participaciones parlamentarias que parecían clases magistrales, devolviéndole al Congreso el prestigio que otrora supo tener.

Su vasta obra incluye los siguientes libros: "Teatro breve: Azúcar y Estudiantes" (1984), “Los orígenes de nuestra cultura autoritaria (e improductiva)" (1990), "Vida de un ausente", biografía novelada de Juan Bautista Alberdi (1993), “Cuyano Alborotador. La vida de Domingo Faustino Sarmiento” (1997), "Don José. La vida de San Martín" (2000), “Historia Confidencial” (en coautoría; 2003), "Simón. Vida de Bolívar" (2004), "Por qué crecen los países" (2006) y “Juan Domingo. Perón detrás del mito” (2009). Este último, publicado tras su fallecimiento.

Coché, como le decían sus amigos más íntimos, era un hombre de familia, casado, con 6 hijos y 3 nietos. Hacía un culto de la amistad y le encantaba el buen teatro. Era un ferviente defensor de las libertades individuales, la democracia y la forma republicana de gobierno. José admiraba a Juan Bautista Alberdi, padre de nuestra Constitución Nacional, sosteniendo que debemos volver a sus principios rectores, basados en el federalismo fiscal, la igualdad de derechos ante la ley, el respeto por la propiedad privada y la libertad de culto, de prensa y de comercio, afirmando que esos principios fueron los que engrandecieron a la Argentina, atrayendo a grandes masas de inmigrantes.

Como parte de su lúcido pensamiento, sostenía que “… los gobiernos no crean riqueza, sino que quienes la elaboran son los empresarios que invierten y producen, y por lo tanto es legítimo que disfruten de sus beneficios, y no que una administración elefantiásica destine esos recursos al clientelismo y para perpetuarse en el poder", como así, también, que “…entre nosotros gobernar se constituyó en sinónimo de regalar los impuestos aportados por la población, desde sueldos a los ‘ñoquis’ para retribuir tareas inexistentes, subsidios a empresarios, prebendas, supuestos planes ‘trabajar’ y bolsones por favores políticos.”, y que “… la prédica nacionalista fue elaborando el mito de la ‘víctima’: nuestros problemas venían de afuera”.

En 2008 se opuso firmemente a las retenciones a las exportaciones de soja, votando en contra de las mismas en el Congreso. En una entrevista, manifestaba que: "Nuestra Corte Suprema sostuvo tradicionalmente que el impuesto que supera el 33 por ciento de las ganancias es confiscatorio y hoy, los productores de soja, ven que el Estado les lleva casi el 80 por ciento de sus ingresos brutos. Esto significa la estatización de la renta agraria […] El gobierno actual debe rectificar su atropello fiscal, restaurando el estado de derecho y el equilibrio productivo nacional".

A pesar de la enfermedad que padecía, su aferramiento a la vida y su apasionamiento con sus tareas hicieron que hasta último momento siguiera escribiendo, actuando como diputando, dando clases y realizando presentaciones públicas.

Así era José. Para quienes lo conocimos personalmente, alguien con quien daba gusto compartir momentos y escucharlo hablar largas horas, tanto por su calidez como por su sabiduría. En épocas como la actual, en que la sociedad argentina está retornando al autoritarismo, mentes brillantes como la suya, capaces de poner luz donde reina la oscuridad, son más que necesarias.

José: tus discípulos te extrañamos, pero seguimos tu ejemplo.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de Martín Pereira por gentileza de la Fundación Atlas 1853.

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