sábado, 12 de junio de 2010

LA DECADENCIA DE LA REPÚBLICA




Por Jorge Omar Alonso

Según el profesor de Ética y Ciencias Sociales Félix Ovejero, en su obra “Incluso una república de demonios: Democracia, Liberalismo y Republicanismo” (Katz), afirma que pese a que una constitución republicana es la única perfectamente adecuada a derecho de los hombres, seria difícil establecer hasta qué punto una República sería un estado “angelical”.

Y esto debido a que los hombres, con sus tendencias egoístas, son incapaces de vivir en armonía bajo una buena constitución política.

El problema de la organización de un Estado se encuentra, en que esas tendencias malas colapsen y se detengan mutuamente.

De esta manera todo tiene una solución, incluso aunque se trate de “un pueblo de demonios” como enuncia el libro que citamos.

En Argentina quizás hubo un tiempo en que la política llevaba implícito el triunfo de las mejores ideas.

Un tiempo en que se verificaba un intercambio de opiniones, guiado por el objetivo de convencer al adversario por medios de argumentos de verdad o de justicia. Estaban “los mejores”.

Aquellas prácticas se perdieron en la bruma de los tiempos.

El kirchnerismo ha instalado en la República la lógica de la confrontación, la desacreditación del adversario político.

Pensar y discutir con éste es un acto de debilidad, según la concepción doctrinaria del régimen.

En todo momento se utiliza el agravio como estrategia política, para demoler al opositor circunstancial.

Y así el diálogo ha sido sustituido por la sumisión incondicional al amo del poder bicéfalo.

De este modo y salvo que sea un dios, quien no tiene recursos no puede decir que no.

Como dijo Thomas Jefferson: “La dependencia engendra sumisión ciega y venalidad, ahoga el germen de la virtud”

El profesor Ovejero nos indica que “los ciudadanos solo son libres si la república está libre” (entre otras cosas) “de la tiranía interna”.

Va de suyo que para que esto sea viable se necesitan ciudadanos comprometidos con la suerte de la República y que acepten a la ley como máxima suprema.

Debemos internalizar la idea que la corrupción resulta fundamentalmente peligrosa para la República, esa corrupción surgida de los intereses particulares del gobierno.

La corrupción aunque no lo veamos explícitamente nos afecta todos, nos consume. Pero, ¿a quien le importa?

Así como también el desenfreno en el gasto público y el festival de subsidios, que se llevan las rentas de la Nación a un agujero negro devorador insaciable

La euforia del Bicentenario y la presencia del pueblo volcado unánimemente en los festejos, quiere capitalizarse por parte del gobierno como señal de aquiescencia a su gestión.

Como si la celebración patria hiciera olvidar la corrupción, la intolerancia y los desmanejos canallescos del kirchnerato.

Incluso se pretende la trastornada idea de montar sobre el éxito de los festejos, una plataforma que sirva como lanzamiento de la candidatura de Kirchner.

Tal es el propósito de escenarios fantasiosos montados a propósito de la celebración del Bicentenario, como el llamado Cabildo Abierto del Bicentenario que con la consigna: “Junto a Néstor y Cristina para recuperar la ciudad”, un grupúsculo de compinches del régimen conformaron para apoyar al connubio presidencial.

Parece que la celebración patria ha dado lugar a todo desvarío mental dentro del gobierno. Todo es válido para pretender perpetuarse en el poder.

Solo es posible rescatar de entre tanta parafernalia festiva lo que nos recuerda el escritor Juan Jose Sebreli: “El Bicentenario, en cambio, nos encuentra en medio de una larga decadencia que comienza a mediados del siglo pasado y no ha cesado aun”.

Para evitar los males que nos presagia una posible continuidad del régimen, es necesario asumir que es menester contar con diseños institucionales, que impidan la concentración del poder, como también la existencia de controles democráticos regulares de los gobernantes.

También ciertas condiciones sociales y económicas que hagan posible la limitación de las desigualdades.

Condiciones que no se observan en nuestra Nación y que no pueden disimularse con el velo de las festividades patrias

Como menciona el profesor Ovejero en la obra que citamos: “en una comunidad con profundas disparidades los ciudadanos no se reconocen con intereses comunes ni participes de una sociedad justa”

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