lunes, 7 de junio de 2010
MONSEÑOR VILLALBA
Bravo Monseñor Villalba!!! Ayer en Tucumán, una multitud aplaudió al Arzobispo en la procesión de Corpus Christi. Por Luz García Hamilton
Publicado en Editoriales, Tucumán |
Periodismo de Verdad:
“Los legisladores no pueden sancionar una ley sin consultar a quienes los votaron” dijo el Obispo de Tucumán ayer en la homilía de Corpus Christi y fue aplaudido fuertemente por los tucumanos que con devoción concurrieron a la plaza.
También recibió aplausos el Intendente de S. M. de Tucumán que firmó un petitorio oponiéndose al matrimonio gay.
La procesión de Corpus Christi convoca cada año a miles de tucumanos. La de ayer fue una tarde a sol pleno y la plaza Independencia y sus alrededores se vieron colmados de fieles que con fervor, rezaron y escucharon las palabras de Monseñor Luis Villalba.
Más de 7.000 personas se dieron cita ayer, y el comentario generalizado era la preocupación por la situación actual del país y la necesidad de pacificarlo de una vez y de defender los valores que tanto nos han inculcado.
Quizás por eso, a pesar de que el discurso principal estuvo referido a la Eucaristía y la misión de la Iglesia de Dios en este año Eucarístico Diocesano, el punto máximo fue cuando con voz firme Monseñor Villaba dijo: “Ante el inminente debate en el Senado sobre el denominado matrimonio homosexual, con media sanción en Diputados, es necesario que los ciudadanos católicos expresen su pensamiento como un bien para nuestra sociedad. Expresar lo que pensamos con rectitud no es discriminar ni ofender, es simplemente comunicar con caridad aquello que creemos” y la multitud estalló en aplausos que obligaron al Obispo a hacer silencio por unos minutos. Luego prosiguió: “Nosotros estamos a favor de la vida y de la familia. Es responsabilidad de todos proteger este ’bien de la humanidad’, como llamaba Juan Pablo II a la familia”, recalcó.
El resto de la homilía el Obispo habló de la misión que tiene la Iglesia de Dios en este año Eucarístico diocesano . Cuando terminó de hablar, otra vez la gente lo aplaudió, cosa que en verdad no recuerdo haber presenciado en otras oportunidades.
Quien también recibió aplausos de un grupo de concurrentes, fue el Intendente de San Miguel de Tucumán, Domingo Amaya, es que antes de que comenzara la ceremonia, firmó un petitorio para oponerse al matrimonio gay, organizado por un grupo de jóvenes.
La procesión fue lenta porque la cantidad de gente hacia difícil avanzar, sin embargo se repitieron los momentos emotivos, sobre todo cuando se rezó la Oración por la Patria, cuando se rezó el “Salve Argentina” y cuando se cerró el día con el Himno Nacional Argentina.
Es evidente que el pueblo tucumano no se deja avasallar y que con Fe y devoción acompaña las celebraciones de la Iglesia así como defiende la vida y la familia cosa que quedó demostrada el año pasado cuando miles de familias tucumanas defendieron las Iglesias ante una marcha de mujeres auto convocadas realizada en la provincia.
A continuación el texto completo de la Homilía de Monseñor Luis Villalba y un agradecimiento a todos los que acompañaron la procesión en la tarde de ayer que nos hiciera llegar el Padre Carlos, desde Prensa y Difusión del Arzobispado.
homilía de monseñor luis H. Villalba,
arzobispo de tucumán,
en la Misa del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
06 de junio de 2010
Queridos Hermanos y Hermanas:
Saludo a los sacerdotes, a los diáconos, a los seminaristas, a los consagrados, a las consagradas y a todos los fieles laicos.
1. Hoy nos reúne la fiesta de la Eucaristía: la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Queremos tributar a Cristo, presente y escondido en el Sacramento, nuestra alabanza y nuestro agradecimiento.
¡Gracias, Señor, por tu amor!
La Eucaristía es el corazón de la Iglesia. La Eucaristía es el tesoro más grande de la Iglesia. Como dice el Concilio Vaticano II, en ella se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, el mismo Cristo, Pan Vivo que da la vida a los hombres (Cf. PO, 5).
¿Por qué hoy la Iglesia convoca a todos sus hijos alrededor del altar? Invita a los sacerdotes, a todos los sacerdotes, invita a los fieles, a todos los fieles. Que no falten los niños, que los jóvenes ocupen los primeros lugares, que las familias estén presentes. Que nos acompañen las religiosas, los enfermos, los ancianos. Que nadie esté ausente. Que nadie se sienta forastero, sino hermano. La Iglesia hoy quiere ser Iglesia, es decir, Asamblea, Pueblo de Dios. ¿Por qué?
Ésta es la respuesta: porque la Eucaristía es el sacramento de la comunidad cristiana.
No es posible fundar una comunidad cristiana sin la Eucaristía: “Ninguna comunidad cristiana se funda o se edifica si no tiene su raíz y su quicio en la celebración de la Eucaristía, de donde hay que comenzar toda educación del espíritu comunitario”. (Concilio Vaticano II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, 6).
Por eso, la Eucaristía debe ser el centro vital, el momento culminante, la forma unificante de la vida de la arquidiócesis.
2. La Eucaristía es el sacramento que hace la unidad y acrecienta la caridad de la Diócesis.
La Eucaristía es un misterio de unificación.
La Eucaristía no sólo está dirigida a la unión de cada fiel con Cristo, sino que ha sido instituida igualmente para la unión de todos los fieles entre ellos. La gracia específica de este sacramento es, precisamente, la unidad de la Iglesia, es decir nuestra unidad diocesana.
Con esta fiesta de la Eucaristía, la Iglesia quiere formar en nosotros esta conciencia de unidad, de fraternidad, de solidaridad, de amistad, de caridad, en la que todavía somos tan imperfectos. Por eso, si podemos desear y esperar un fruto de esta celebración, es crecer en la unidad entre nosotros ya que, alimentados con un mismo pan y un mismo cáliz, formamos un solo Cuerpo, como dice San Pablo: “…todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan” (1 Cor. 10,17).
¡Y pidamos a Cristo que quiera conceder esta gracia de la unidad a nuestra Iglesia arquidiocesana!
La unidad está en el vértice de la voluntad del Señor. Su deseo más íntimo es que es “que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn. 17,21). “Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros” (Jn. 17,11).
Y esta unidad es la fuente de la fecundidad apostólica: “que sean uno para que el mundo crea” (Jn. 17, 21).
Así, la Eucaristía es la fuerza que plasma a la comunidad cristiana. En la Eucaristía está la raíz de la unidad y de la fraternidad de la arquidiócesis.
¡Gracias, Señor, por tu amor!
3. El Documento de Aparecida nos recuerda que la Diócesis, en todas sus comunidades y estructuras, está llamada a ser una “comunidad misionera” y agrega: “Cada diócesis necesita robustecer su conciencia misionera” (nº 168).
Necesitamos comunidades, parroquias, capillas, colegios en permanente estado de misión.
La misión no es fruto de la buena voluntad o de un poco de coraje o de entusiasmo.
La misión es fruto de la centralidad de la Eucaristía.
Estamos celebrando un Año Eucarístico Arquidiocesano. La Eucaristía nos permitirá vivir una fuerte experiencia de comunión eclesial: la Eucaristía es la que plasma la comunidad eclesial y, a la vez, impulsará el camino misionero de nuestra Iglesia diocesana. La misión nace de la Eucaristía.
Por eso la Eucaristía debe ser el clima espiritual para relanzar la nueva etapa de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral. De la dimensión contemplativa, del silencio delante del Santísimo, debe surgir la fuerza interior que nos lance a la misión.
La Eucaristía es la fuerza para la misión. La misión encuentra en la Eucaristía su fuente de vitalidad. “Eucaristía y misión” forman un binomio inseparable. Sin la Eucaristía la misión multiplica actividades estériles, sin la misión la Eucaristía se reduce a mero intimismo.
El compromiso misionero de nuestra Iglesia diocesana nace de este encuentro con el Señor en la Eucaristía.
Ante el inminente debate en el Senado sobre el denominado “matrimonio homosexual”, con media sanción en Diputados, es necesario que los ciudadanos católicos expresen su pensamiento como un bien para nuestra sociedad.
Expresar lo que pensamos con rectitud no es discriminar ni ofender, es simplemente comunicar con caridad aquello que creemos. Nosotros estamos a favor de la vida y de la familia.
Por otro lado, los legisladores, elegidos por el pueblo, no pueden sancionar una ley sin haber consultado a los que los votaron.
Es responsabilidad de todos proteger este “bien de la humanidad”, como llamaba Juan Pablo II a la familia.
4. La Iglesia procura que los fieles se acerquen con frecuencia a recibir la Sagrada Comunión para acrecentar en ellos la unión con Cristo.
Dada la numerosa participación de los fieles en las celebraciones eucarísticas y los muchos enfermos y ancianos en sus casas, en hospitales y geriátricos, se requiere una mayor cantidad de ministros para distribuir la Sagrada Comunión. En razón de esta necesidad, la Iglesia permite la institución de Ministros Extraordinarios de la Comunión.
La designación de un ministro no es para distinguir a una persona, sino para prestar un servicio. La persona escogida como ministro extraordinario de la Comunión debe destacarse por su vida cristiana, por su fe y sus buenas costumbres y deberá estar suficientemente instruida para cumplir este oficio.
Hoy serán instituidos alrededor de 800 Ministros Extraordinarios de la Comunión.
Les agradezco el servicio que ustedes prestan en nuestras comunidades: parroquias, capillas, colegios, hogares, colaborando en la distribución de la Sagrada Comunión a los fieles, como así también llevando el Pan Eucarístico a los enfermos y ancianos.
Que la Eucaristía esté siempre en el centro de la vida de ustedes.
Recuerden que al distribuir la comunión a sus hermanos deben procurar acrecentar su caridad fraterna de acuerdo al mandamiento del Señor que dijo: “Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros” (Jn. 13,34).
Jesús Eucaristía,
Fortalece nuestra fe, profundiza nuestra caridad, anima nuestra esperanza.
Concédenos la unidad, fortalécenos en ella y aumenta en nosotros el fuego de la caridad fraterna.
Señor Jesús, que te entregas a nosotros en la Eucaristía, haz de nuestra Iglesia arquidiocesana una Iglesia misionera.
“Quédate con nosotros, Señor, porque ya es tarde y el día se acaba” (Lc. 24,29).
Quédate con nuestras familias, con los jóvenes, con los obreros, con los enfermos.
Quédate con nuestra querida arquidiócesis de Tucumán.
¡Gracias, Señor, por tu amor!
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