viernes, 3 de diciembre de 2010
ATISBOS
ATISBO DE UNA REACCIÓN QUE TARDA DEMASIADO EN LLEGAR.
Jueves 2 de Diciembre, hora 09:20. Corte sobre Autopista Panamericana. Un grupo menor de manifestantes, de acuerdo al más que lamentable uso y costumbre de todos los días, intenta cercenar el derecho a transitar libremente de miles de automovilistas. La escena es tragicómica; creo que hasta se los puede contar…no son más de una treintena de tipos, quienes provistos de esa suerte de estandartes y neumáticos a los que prenden fuego, pretenden multiplicar o hacer más agresiva su presencia.
Pero ocurre algo sorprendente, cuando en realidad debería ser la lógica respuesta por parte de quienes sistemáticamente, de una u otra manera, vienen soportando “desde hace años”, semejante avasallamiento, algo que no alcanza a comprender el ciudadano de cualquiera país que se precie de ser medianamente civilizado. La primera en reaccionar y como no podía ser de otra manera - ¡qué vergüenza siento como hombre masculino, por Diosssssssssss! -, es una joven mujer quien desciende de su vehículo y comienza a increpar dura y firmemente a los manifestantes que se muestran sorprendidos. ¡Claro; el factor mansedumbre, agregado a la inacción policial, les ha permitido por siempre, hacer y deshacer a voluntad.
Pero…aparece un grupo menor de gendarmes y policías de la Provincia de Buenos Aires, evidentemente dispuestos a evitar que vuelva a consumarse semejante aviesa intención. Sin golpes ni forcejeos, consiguen paulatinamente que el tránsito quede completamente “liberado”. Lo veo y me digo… ¡se puede!; evidentemente si se quiere, se puede. T’a bien, convengamos en que el grupo era menor y hasta poco virulento, pero ¡se puede!. Y digo que se puede, porque si mañana el grupo es mayor y virulento, habrá que imponer la fuerza de la ley, en medida proporcional. ¡Y que me dejen de joder ya con el estigma de “la represión”. Estoy harto y repodrido de recordarle que la palabra represión, tiene una sola acepción de acuerdo al libro de los libros, el diccionario…”restablecer el orden”. ¿O acaso no se quiere restablecer el orden?; ¿o acaso el desorden que habitualmente conlleva el delito, sirve para llevar agua para el Molino perverso de éste Gobierno?. ¿Sabe qué pasa?...la realidad no me permite pensar en otra posibilidad. ¿A quién sino a la autoridad puede recurrir el ciudadano común, para que le garantice el hacer uso de sus derechos más elementales?.
Le cuento que además tuve oportunidad de ver como algunos automovilistas, “tiraban apenas sus vehículos sobre los activistas”, en lo que sería el gesto más elocuente de un….”¡no estoy dispuesto a que me sigan cagando la vida!; el resto, no dejaba de reputearles o expresarles su sentimiento con el puño de la mano casi cerrado, y solo el dedo medio o mayor, “levantado”, ¿me entiende? . El canal que transmite las escenas en directo, realiza a través de su mochilero, una breve nota a uno de los tantos automovilistas; ¿la respuesta?...”¡ya no los banco más, estoy repodrido de ser la presa diaria de éstos tipos!”.
¡Vea!; no tengo coche ni manejo. Ya en su momento le expliqué el motivo que me llevara a tomar semejante decisión. Eso no quita el que me solidarice con quien por sobre todo, utiliza su vehículo como herramienta de trabajo. Creo que acá se hace necesario y de una vez por todas, que empecemos a medir “el cómo nos va y hacia donde vamos”, no solo en función a lo bien o lo mal que estemos en lo personal, con “el sistema”. Los países grandes, se han hecho grandes justamente, porque sus habitantes han privilegiado el bienestar general por sobre el personal. Así le cueste creerlo.
Le aclaro que este episodio, que seguramente ha pasado desapercibido para una inmensa mayoría, posiblemente se trate de una suerte de “ilusión óptica” que me abordó con las defensas demasiado bajas. Brego porque se trate del mensaje que el ciudadano común entregara a modo de presagio de un necesario “punto de inflexión”, que erradique definitivamente esta postal de la vergüenza, y por sobre todo que el brazo armado de la Ley, actúe conforme a derecho, en lugar de convertirse en cómplice o espectador privilegiado del “no debe ser”.
Ocurre que en las actuales condiciones, seguiremos asistiendo a la matanza de civiles y policías; a la tortura desquiciante que implica el solo hecho de “salir a la calle”; a seguir sometidos a la voluntad de grupos menores que han hecho del maquiavélico invento denominado “no criminalización de la protesta”, el caballito de batalla que les permite cometer todo tipo de desmanes que incluyen el delito doloso, en una Argentina a la que cada día cuesta más reconocer.
Ricardo Jorge Pareja
parejaricardo@hotmail.com
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