lunes, 6 de diciembre de 2010
EN MANOS DE LA CASUALIDAD
La evolución de la economía argentina depende más de factores externos que no podemos controlar que de las virtudes del modelo económico: todo depende del azar y pareciera ser que pocos quieren pensar en los riesgos que estamos asumiendo.
Por Roberto Cachanosky
No hacen falta dar grandes explicaciones para simplemente afirmar que Néstor Kirchner era la persona que controlaba todo el poder. No había detalle que él no controlara. Además era ministro de Economía, presidente del BCRA y operador político.
Mi impresión es que más que su capacidad para mover todos los hilos del poder, que por cierto los movía, tuvo mucha suerte en el contexto internacional que le tocó cuando asumió la presidencia. Un solo dato, en el año 2000 el complejo sojero exportó por U$S 3.049 millones y en 2009, siendo un mal año por la seca, se exportaron U$S 13.000 millones. El precio de la soja en el 2000 estaba en el orden de los U$S 170 dólares la tonelada y en el 2009 en los U$S 450 por tonelada.
En el año 2000 se recaudaron U$S 52 millones por derechos de exportación. En 2009, siendo un año crítico, se recaudaron el equivalente a U$S 8.6000 millones de los cuales, como mínimo, U$S 4.500 millones vinieron del complejo sojero. Es decir, lo que se recaudó por las exportaciones de soja en el crítico 2009 superó las exportaciones totales sojeras del 2000. ¿Cómo Kirchner no iba a hacerse una fiesta de gasto público y compra de voluntades con solo este ingreso? Porque además aplicó el impuesto inflacionario, no permitió los ajustes por inflación de los balances, confiscó los flujos de ingresos que antes iban a las AFJP, etc. En definitiva, la política económica estuvo al servicio de su construcción de poder hegemónico y para eso el contexto internacional le fue sumamente favorable. Difícilmente Kirchner hubiese podido construir el poder político que construyó de no haber mediado esta bonanza económica que fue fruto del contexto internacional y no merito propio.
Con el mundo soplando a favor de la Argentina, hubo caja. Y esa caja dio poder político. Sin embargo, desde el punto de vista económico Kirchner dejó un lío fenomenal por el nivel de gasto público, consumo de stock de capital, distorsión de precios relativos, inflación, pobreza, indigencia y una montaña de subsidios para no incrementar las tarifas de los servicios públicos que solo él sabe cómo habría hecho para enfrentarlos a pesar que el contexto internacional sigue siendo favorable.
Todos los problemas mencionados solo pueden financiarse si el mundo sigue ayudando a la Argentina y si a Brasil no se le ocurre devaluar el real como lo hizo en 1999. Los datos indican que habría baja posibilidad de que esto ocurra en el corto plazo, pero tanto en economía como en política suelen aparecer situaciones inesperadas que modifican el cuadro existente y lo que parecía poco probable finalmente ocurre.
La economía argentina se encuentra hoy entre fuerzas contrapuestas. Por un lado, el mundo ayuda y por otro lado el gobierno sigue el mismo curso de política económica, es decir, aumentando el gasto público, emitiendo y generando inflación, aplicando una carga tributaria desmesurada y distorsionando los precios relativos. Si prevalece el viento de cola del exterior, podría llegar a continuar financiándose este desquicio de política económica. Si el viento cambia y aminora, ¿dónde está el equipo que puede evitar una crisis mayor a la actual?
Si Néstor Kirchner era muy primitivo en su razonamiento económico y no sabía nada de esta ciencia, su esposa no aparentar tener muchas luces para entender el proceso económico. Basta con leer o escuchar sus curiosas sentencias económicas para advertir que no estamos en manos del mejor piloto en caso de una tormenta. Pero posiblemente un presidente no tenga porqué conocer de todas las áreas de gobierno. El tema es que generalmente los presidentes forman un equipo de colaboradores que lo asesoran en el tema porque están formados en esas materias. Y si el presidente tiene idea hacia dónde quiere ir y escucha a sus asesores, puede lograr enfrentar un eventual temporal o, en todo caso, si no hay temporal, no estrellar el avión a pesar de las buenas condiciones climáticas.
Si imaginamos a Cristina Fernández como DT del equipo, ya tenemos un problema. No hay tal DT. Ahora bien, ¿quiénes componen el equipo? El ministro de Economía Boudou que hace declaraciones económicas tan insólitas que producen cierta inquietud cada vez que habla.
Mercedes Marcó del Pont, al frente del BCRA, cree que el ahorro se crea emitiendo moneda, lo cual lleva a que en poco tiempo más ya no le alcanzarán las letras del abecedario para imprimir nuevas series de billetes de 100 pesos.
Aníbal Fernández tiene facilidad de palabra,pero esa facilidad la utiliza para explicar lo inexplicable. Héctor Timerman reconoció ser un barrabrava y no se lo observa capacitado para comprender el proceso político y económico: sus declaraciones suelen asemejarse más a frases vacías de tribuna política que a las de alguien que tiene una sólida formación intelectual.
El ministro Florencio Randazzo tiene un discurso muy confuso porque mezcla conceptos económicos con una facilidad sorprendente. Por ejemplo, habla de superávit fiscal sin, aparentemente, haber analizado los números del sector público y la contabilidad creativa que todos los meses se incluyen para mostrar lo que en la realidad no existe. Habla del superávit comercial como si fuésemos el país más competitivo del mundo, pero ignora el precio de la soja y el dólar barato en Brasil.
El resto de los ministros no hablan y si lo hace uno no queda impactado por la profundidad de sus pensamientos.
La pregunta que surge es: ¿en manos de quién está el país? La respuesta que se me ocurre, luego de repasar las condiciones del DT y su equipo es que el país está en manos de la casualidad. Es decir, en manos de una combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar. El país depende de que el precio de la soja siga alto, de que Brasil no devalúe el real, de que no se acelere la fuga de capitales por causas insospechadas, de que el clima sea favorable para que no haya niña y la cosecha de soja sea buena o de que la gente no acelere sus expectativas inflacionarias ante el desmadre monetario que tenemos y la inflación se descontrole.
En definitiva, no tenemos ni un programa económico que apunte a mejorar la productividad de la economía y marque un camino de crecimiento de largo plazo sino medidas aisladas que se van aplicando como parches cada vez que aparece un problema. Y, además, no tenemos piloteando el avión un equipo que haya demostrado tener la capacidad suficiente para controlar la situación en caso que cambien las condiciones internacionales o climáticas.
Argentina pareciera estar en manos de un grupo de adolescentes que vive de fiesta gracias a que un tío rico (la soja y el mundo) le financia ese estado de desconexión con la realidad y los riesgos que asumen. Y pareciera ser que ese grupo de adolescentes no se preguntan qué ocurriría si el tío rico se muere y no les deja herencia. Mientras el tío rico siga vivo, parece ser que seguiremos de fiesta con la complacencia de una población que parece estar feliz con esta situación sin pensar en el mediano plazo. Por eso los más racionales viven con una gran incertidumbre. Pero como los que ven los riesgos son los menos y el resto se conforma con las dádivas del gobierno y la fiesta artificial de consumo, siguen alentando al grupo de adolescentes para que continúen con el mismo comportamiento, ignorando el futuro porque no tienen conciencia de él o prefieren no pensarlo.
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