jueves, 26 de mayo de 2011

OCHO AÑOS OCHO


8 años de un modelo cruzado

por el derroche, la corrupción

y la inflación

Por Miguel Angel Rouco


El despilfarro, la corrupción y la inflación se convirtieron en las figuras del blasón del modelo impuesto por el kirchnerismo que cumplió ocho años y que hoy transita en un campo minado.



Néstor Kirchner había recibido de Eduardo Duhalde una economía que si bien cargaba con el trajín de un año traumático, traía consigo el alivio de un ajuste de precios y tipo de cambio, pero dejaba activado un mecanismo explosivo sobre las tarifas y la deuda.

Sin embargo, la delicada situación social heredada por la ruptura de la Convertibilidad llevó a aplicar un sistema de subsidios para mitigar los efectos de una excesiva devaluación.

El esquema que aparecía como adecuado para aquel momento, se convirtió en la principal espada del santacruceño que la mantuvo amenazante hacia el clientelismo político. Esos subsidios luego se trasladaron sobre el esquema de precios y tarifario y se transformaron en la principal usina que alimentó el gasto público.

Con un manejo policíaco, no exento de agitación pública, Kirchner ejerció un poder asfixiante sobre los agentes económicos que no tardaron en enfrentarse con la Casa Rosada.Escraches , congelamientos de tarifas y precios, estatizaciones, caídas de concesiones, juicios en tribunales internacionales y empresas en riesgo permanente de desaparición fueron algunos de los rasgos de esa época que terminaron de configurar a la Argentina en un terreno no apto para la inversión.

Con Roberto Lavagna como ministro de Economía, anunció la confiscación más grande en la historia de las deudas soberanas, al encabezar un canje de títulos con una quita como nunca hubo.

A pesar de ello, la nueva deuda ajustada por inflación en algunos casos y por PBI en otros iba a terminar de impactar sobre el Tesoro.

Sin embargo, algunos acreedores comunes continúan reclamando sus créditos y otros institucionales como el Club de París, se convierten en un obstáculo para garantizar inversiones.

El despilfarro, financiado por emisión monetaria e impuestos distorsivos -retenciones, cheque y otros-, y la falta de inversiones -por el congelamiento de precios y tarifas-, sumado a numerosas denuncias de corrupción, llevaron a los agentes económicos a trasladar las rigideces del modelo a los precios, generando inflación.

La falta de inversiones, en especial, en la generación energética llevó al gobierno a importar gas y petróleo, un hecho que no se registraba desde 1988.

Hasta el propio Lavagna que no pudo derrotar la inflación, denunció la corrupción en licitaciones de obras públicas y la cartelización de empresas de la construcción, lo cual le costó el cargo. La llegada de Felisa Miceli y su rápida salida en medio de un escándalo de manejo de fondos poco claro, no hicieron más que ratificar el ambiente hediondo de corrupción que rodeaba a la administración Kirchner. Más fugaz fue la gestión de Miguel Peirano quien se fue en medio de sospechas de actos de corrupción, al negarse a firmar un decreto cuestionado.

La fuerte suba de los commodities exportables, un proceso de sustitución de importaciones derivado de la brutal devaluación de 2002 y de una política cambiaria de devaluación permanente dejaron una "sensación térmica" de bienestar. El aluvión de dólares tapaba todo. Mientras tanto, el ambiente continuaba siendo hostil para las inversiones.

La campaña presidencial de 2007 necesitaba de combustible para asegurar el triunfo, el aumento del empleo público se convirtió no sólo en clientelismo político sino en un arma para ocultar el desempleo. El gasto se catapultó lo que obligó a Néstor Kirchner en uno de sus últimos actos como presidente a aumentar las retenciones a las exportaciones de granos y aceites.

La llegada de Cristina Fernández a la Casa Rosada no cambió las cosas y el manejo de su esposo en las sombras garantizaba la continuidad del modelo.

La inflación iba en aumento, el peso de la deuda se hacía cada vez más ostensible y el Tesoro estaba exangüe. De la mano del inexperto Martín Lousteau, los Kirchner la emprendieron nuevamente sobre las retenciones. La resolución 125 de derechos móviles disparó un enfrentamiento con el campo que culminó en una devastadora derrota en el Senado con el voto no positivo del vicepresidente Julio César Cleto Cobos.

Sin fondos, sin Lousteau y con el silencioso Carlos Fernández, los Kirchner ya no enfrentaron a los poderosos intereses económicos. Esta vez acometieron contra la propiedad privada y confiscaron los ahorros previsionales de los trabajadores, en un acto sin precedentes por parte de un gobierno progresista y popular" y con la complicidad de la oposición política.

Este hecho empujo definitivamente a la Argentina fuera del mapa mundial de las inversiones extrajeras y aumento la aversión al riesgo argentino. La salida de Fernández y el premio para Amado Boudou por colaborar desde la ANSES en la confiscación de los fondos de los trabajadores.

La traumática estatización de Aerolíneas Argentinas y el mantenimiento de su monumental déficit agregaron más confusión.

Mientras tanto, la inflación iba perforando el bolsillo de la población y disparaba una puja distributiva con las paritarias como centro de escena. La crisis financiera internacional profundizó la crisis fiscal doméstica.

Pero había algo más. El despilfarro siguió y se necesitaba asegurar el pago de los vencimientos de la deuda. Sin dudarlo, los Kirchner echaron mano a la última alcancía disponible y abrieron las arcas del Banco Central para utilizar las reservas para el pago de la deuda, lo que significó la caída de Martín Redrado, hasta ese momento, un soldado de los Kirchner, al frente del BCRA.

El deceso de Néstor Kirchner aceleró los tiempos del deterioro económico y la proximidad de las elecciones iniciaron el tiempo de descuento.

La inflación y la dolarización son la consecuencia de ocho años del modelo y una muestra de los tiempos que corren...

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