domingo, 6 de noviembre de 2011
TODO CAMBIA
Por Malú Kikuchi (6/11/11)
Cantaba Mercedes Sosa el poema del chileno Julio Numhauser: “Todo cambia. Cambia lo superficial, cambia también lo profundo; cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo”.
Y por favor, no se le ocurra pensar que me estoy refiriendo al cambio del dólar y los dolores de cabeza y de bolsillo que trae aparejado. Tampoco me refiero, no permita Dios tamaña falta de respeto, al cambio del gobierno en cuanto a subsidios se refiere. Y menos que menos, al cambio de posición con respecto a los EEUU y a su presidente Obama.
Llama la atención el apuro con que han implementado los cambios. En 10 días justos, después de las victoriosas elecciones del FPV, nos encontramos con un desdichado y nada efectivo control de cambios, que ha puesto al dólar al tope del deseo de los argentinos. Una reiterada e ineficiente tontería que siempre, pero siempre, termina mal.
En cuanto a la supresión de subsidios a una serie de actividades que sólo un afiebrado cerebro pudo haber pensado en subsidiar (y lo hicieron), es una medida para aplaudir, ya que el sentido común anda muy escaso por estas tierras. No se sabe si ha sido por sentido común o porque el agua les llega al cuello. Lo más probable es que, como el agua les llega al cuello, resuciten al sentido común. Sea como fuere, ¡bien!
Las relaciones con los EEUU, son un tema muy delicado, en particular para el extendido nacionalismo argentino. Los EEUU ya no son lo que eran, están un poco machucados después de la crisis del 2008 que todavía no han superado, pero siguen siendo el país más importante del planeta.
¡El que pidió la entrevista fue Obama! ¡La que llamó a Cristina fue Hillary Clinton! Y eso a pesar de todos los feos que este gobierno y el anterior, le han hecho a los EEUU de Bush (h) y de Obama. ¿Cuáles son las razones reales de este acercamiento? Obama lo ha de saber. Esperemos que ahora que ya pasó el encuentro, Cristina también esté enterada.
Y que Obama se dirija a la presidente llamándola por su nombre, “Cristina”, que comente con Sarkozy “tenemos que aprender de Cristina”, refiriéndose a la estupenda reelección de la presidente, ya que tanto el americano como el francés enfrentarán posibles reelecciones el año que viene, es como para sacar pecho y sentirse muy, pero muy importante.
Entonces, es el tiempo apropiado para recordar una frase de Napoleón Bonaparte: “el momento más peligroso llega con la victoria”.
El presente desconcierta, el futuro está demasiado en el futuro y es difícil de visualizar. Aprendamos de la historia. La historia, más allá de estudiar los acontecimientos memorables del pasado, tiene dos vertientes. Una, se reduce a los hechos simples y concretos. La otra vertiente es la interpretación, que depende de la subjetividad del que la cuenta.
Vamos a los hechos y sólo a los hechos que son indiscutibles. Fueron. Sucedieron. No hay modo de cambiarlos.
El 3° censo realizado en Argentina, fue en 1914 y la cifra de habitantes fue de 7.885.237, casi 8 millones. El 4° censo se hizo recién en 1947 y para entonces había 15.893.827 habitantes, casi 16 millones, el doble que 33 años antes. Es lógico deducir que en 1928, los habitantes rondaban los 11 millones.
El 1/4/1928, el 57,4% de los votantes, que ese año fueron el 80,9% del padrón, votó para una 2° presidencia, a Hipólito Yrigoyen, con Enrique Martínez como vicepresidente. El pueblo lo adoraba. “El padrecito de los pobres”, “el caudillo”, “el peludo”.
En 1930 Argentina era el país más alfabetizado de América Latina, el de menor mortalidad infantil y su PBI equivalía al 50% del de toda América Latina y era el doble del de Brasil. Yrigoyen desde su 1° presidencia, se vanagloriaba que en Argentina, por cada soldado, había 2 maestros.
En 1930 llegó a Argentina la crisis del 29, brutal crisis económica que vino desde los EEUU. Se derrumbó el modelo agroexportador, cerraron frigoríficos, la clase media dejó de respaldar al presidente. La UCR se dividió y el gobierno no habló con la oposición. Hay muchas más razones, pero con estas, bastan. Entonces, llegó el 6/9/30.
El general Félix Uriburu, casi en un paseo, desde Campo de Mayo hasta la Rosada, avanzó sin encontrar obstáculos, y la historia dice que aclamaban el paso de las tropas. Yrigoyen había pedido licencia por enfermedad el día anterior y cedido la presidencia a Martínez. La turba enfurecida, saqueó la casa de Yrigoyen. El hasta entonces más votado presidente de la historia argentina, fue enviado a Martín García, preso.
Esto no es una memoria sobre cómo y menos porqué, terminó el más largo período democrático de Argentina. Es simplemente para recordar que el amor del pueblo en 1928, en 1930 se convirtió en odio, 2 años después.
El 3/7/1933, 3 años después del odio, en los funerales de Yrigoyen, durante un gobierno que no le era afín, espontáneamente, sin obligación ninguna, 200.000 personas acompañaron el féretro. Sostienen los historiadores, que 500.000 personas más, fueron espectadoras del cortejo.
Todo eso, en un país con pocos habitantes.
Se lo homenajeó en todas las provincias y en todas las ciudades y pueblos de la nación. En sólo 5 años se pasó del amor, al odio y del odio, al amor. El último amor fue hijo de la muerte. Sin malos entendidos, me refiero a Hipólito Yrigoyen.
Milán Kundera podría escribir una obra maestra sobre “la insoportable levedad”, en este caso, del humor social. Amor, odio, amor. Pero siempre asociado a los vaivenes económicos. Ayer, hoy, mañana quizás, acá, y en todas partes. Todo cambia.
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