Por Gabriela Pousa
LA INSOPORTABLE GRATUIDAD DE LOS FRACASOS
EN LA DIRIGENCIA POLITICA ARGENTINA
En rigor de verdad, nadie se explica demasiado lo que pasó, lo que pasa, menos aún lo que ha de pasar en la Argentina en apenas una semana. No nos resulta de gran trascendencia analizar encuestas ni predecir futuros gabinetes porque los datos se pierden en una maraña de mentiras y “estrategias” que no hacen más que aumentar la confusión reinante. Tampoco descifrar quienes emitirán un voto testimonial o quienes se inclinarán por la utilidad del sufragio. Son problemas de conciencia no de política. Y es que más allá del resultado electoral, hay hechos que no terminan de explicarse, y los intentos de dilucidar la trama por parte de la autoridad terminan oscureciendo aún más el panorama.
Los dos temas más importantes para la sociedad han sido, paradójicamente, dos temas en los cuales el oficialismo ha demostrado en cuatro años y medio un fracaso total. Ni la inflación ni la inseguridad, pudieron ser dominados, por la administració n Kirchner. Ambos, a su vez fueron constantemente negados, ninguneados y trasladados a la ciudadanía a modo “sensaciones” no de experiencias del día a día.
Cuando los comicios se acercan, un hecho de violencia inusitado hace reaccionar al Presidente en forma prácticamente inmediata a darse a conocer los acontecimientos. El asesinato con alevosía de tres policías en una dependencia del Estado llevó por primera vez en cuatro años y medio a Néstor Kirchner al Salón Blanco no para anunciar algo, ni para atacar a empresarios (que ya son sus aliados en la mayoría de los casos) sino para “defenderse”. No fue, sin embargo, el Primer Mandatario la víctima: había tres cuerpos en la morgue y tres familias destruidas. Aún así, el jefe de Estado actuó una conmoción no por la pérdida de vidas sino por la amenaza que ese hecho representa al final de la campaña proselitista. La conmoción fue clara, sus palabras pueden leerse de la siguiente manera: “no me agüen la fiesta”. Si bien se lee, el “mensaje mafioso” no fue la masacre en sí misma.
Hay quienes hablan de campaña instrumentada para generar lo que la realidad muestra a simple vista: el fracaso absoluto del Secretario de Seguridad de la provincia de Buenos Aires y, más aún de los 8 años y medio que lleva Felipe Solá en el gobierno (en este y en otros que le precedieron) La vieja política en su apogeo sigue sin aportar soluciones concretas. Si se descuidan suman en su haber más cadáveres que votos. Pero el costo no es el que debiera ser. O al grueso de la gente no le toca (aún) de cerca o la explicación para que ciertos funcionarios se perpetúen en uno u otro cargo está fuera del análisis racional que puede hacer un analista político en la Argentina.
¿Cuánto durará la conmoción oficial por estas tres nuevas muertes? ¿Cuántos ciudadanos ajenos a la política recordaran el hecho pasado uno o dos días? ¿Qué gremio se movilizará reclamando? Son demasiadas las preguntas para una ausencia vergonzante de respuestas. La dirigencia política falló una vez más. Pese a esa realidad inexpugnable, siguen en escena. Desconocen la dignidad de una renuncia a tiempo, desconocen la dignidad… Eso explica (aunque no justifica) los nombres que pueden leerse en las listas que se han de ensobrar en apenas unos días.
La explicación de quienes dentro de una clase baja sobreviviente por la changa laboral apunta a sostener que “todos son iguales”. ¿Para qué cambiar? Es una conducta típica y conlleva una realidad acuciante: no hay acción pedagógica, tampoco humildad en las alternativas para mostrar sus diferencias intrínsecas a lo que hay. Posiblemente no haya candidatos que se perfilen como grandes estadistas, pero hay intenciones y actitudes distintas a las que tuvo y ha de tener el kirchnerismo.
La desesperanza va ganando la calle a menos de una semana de la veda electoral, circulan encuestas de todo tipo, tamaño y color: todos pueden ser el ganador según la que se lea. La esperanza se centra en una segunda vuelta. Ahora bien, en un escenario con ballottage, ¿hay posibilidad de frustrar la herencia matrimonial establecida como si el país fuese una monarquía? Tampoco para este interrogante se hallan respuestas, sí deseos de cual gustaría que fuera.
Cuando la Argentina estallaba en el 2001, y la gente clamaba por un recambio en la dirigencia política, Eduardo Duhalde abrió un libro donde, supuestamente, firmarían todos aquellos dispuestos a retirarse de escena a pedido – nada más y nada menos – que de la ciudadanía (soberana según el régimen democrático y los principios republicanos) Un libro que sólo tuvo dos firmas: la del propio Duhalde y la de Daniel Scioli, hoy candidato a gobernar la provincia de Buenos Aires. ¿Cuál es el valor de la firma del ex deportista, ex menemista, ex duhaldista, hoy kirchnerista? Esas firmas rubricarán, según parece si se tienen en cuenta las estadísticas, las actas de las obras públicas y de todo cuánto se haga en un distrito esencial para la Argentina.
La firma tiene el valor de una imagen positiva en las encuestas porque la memoria es frágil y el adoctrinamiento, la manipulación es mucha. Cuidar a Daniel Scioli llevó a que el Gobierno se preocupara con sigilo por la candidatura de Francisco De Narváez. Obvio para quienes están empapados del quehacer político, ignorado ese trasfondo para el llamado “gran pueblo argentino”.
Pero más allá de estas disquisiciones, la pregunta, en definitiva es clara y concisa: ¿Por qué todo lo que pasa en el país no tiene costo hoy para el kirchnerismo? ¿Cómo pueden ganar la elección o siquiera competir por una segunda vuelta? La oposición puede que sea un 50% de la respuesta. La sociedad, inevitablemente es el otro 50. Habrá masas en manos de estructuras clientelistas votando el “peronismo” oficialista sin saber siquiera a conciencia quién es quién o de dónde salieron los nombres que componen las boletas, listas colectoras, etc.
No ha encontrado la oposición una forma efectiva de poner en evidencia que el boicot al tomate o a la calabaza no es lo que garantiza una economía sustentable para que el nivel de vida no se deteriore en la Argentina. La vida, sin nivel, se deteriora día tras día cuando los ciudadanos salen sin saber si regresan a sus hogares. ¿Quién debería ser la víctima esta semana previa a los comicios para que haya un real “darse cuenta” que lo que ha habido durante estos cuatro años no puede permanecer diciendo que son “el cambio” menos aún “la nueva política”? No tiene demasiado sentido que se analicen las campañas desestabilizadoras. Son y han sido moneda corriente en la historia argentina. No ha habido jefe de Estado que no acudiera a ellas como excusa a su inoperancia en diferentes áreas. Los saqueos fueron campaña en contra de Fernando De La Rua, la denuncias de corrupción lo fueron para evitar otro mandato menemista. Néstor Kirchner no dejó sector sin acusar de haberlas realizado en pro de perjudicar lo que ya estaba perjudicado no por ningún sector sino por inoperancia y desidia del Estado.
El Gobierno sólo pretende 6 días de distracción, sin sobresaltos. Logró tener cuatro años de esa manera a pesar de los propios errores que lo jaquearon y restaron popularidad, imagen y electorado. ¿Por qué no tendrá su semana de gloria, aún cuando ésta sea como los últimos anuncios y declamados oficiales, ficticia? Parece ser tarde para que la taba se de vuelta. Sin embargo, los imponderables y la indecisión de muchos pueden servir de advertencia. No para grande transformaciones en el escenario pero sí para una mayor cautela en lo que venga.
El domingo próximo no hablan los analistas, hablan las urnas. Puede que la Patria no demande, no se ha observado todavía ni demanda ni condena al juramento en vano. Dios lo hará algún día. Quizás sea éste el único gran consuelo para los creyentes. Para el resto puede que lo sean los subsidios, los “acuerdos”, el boicot que baja los precios, el electrodoméstico que obra como política de acción social, el asfalto electoral, o la ignorancia que se cultiva desde “arriba” como la gran garantía para que todo siga igual en la Argentina.
“No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”
GABRIELA POUSA
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario