La aberrante manipulación del Indec
La manipulación y el falseamiento de los índices oficiales de precios en la Argentina no es una cuestión de consumo interno sino de difusión internacional. Se lo menciona en artículos e informes referidos a nuestro país y es tema recurrente en reuniones académicas y de negocios. Bien lo saben los funcionarios del Gobierno que por alguna razón tienen contacto o presencia frecuente con contrapartes del exterior.
La realidad incontrastable de cuanto ocurre en el Indec surge del testimonio de los propios técnicos del organismo, que expresan de viva voz lo que se ven obligados a hacer por imposición superior. La manipulación reconoce la omisión de las lecturas de los precios con alzas elevadas, la inclusión de listas de precios regulados pero no respetados ni vigentes, y otras arbitriedades.
El llamado Indice Nacional, que el Indec elabora con la información proveniente de las direcciones provinciales de estadística, es ostensiblemente alterado con el simple cambio del dato recibido. La provincia de Mendoza, donde aún es gobernador el vicepresidente electo, Julio Cobos, ha hecho pública esta anomalía sin que esto hubiera sido óbice para que se continuara haciéndolo.
Si se necesitara otra evidencia de este aberrante comportamiento, basta con comparar el índice de precios al consumidor del Indec que supuestamente refleja la Capital Federal y el Gran Buenos Aires con el promedio de las mediciones de once provincias que lo hacen. Este último muestra en septiembre de 2007 un incremento del 21 por ciento respecto del mismo mes del año anterior. Para ese mismo período, el Indec expone sólo un 8,6 por ciento. No hay ningún factor económico o social que explique tamaña diferencia. Similares conclusiones surgen cuando se mide la inflación implícita en la evolución de la recaudación del IVA.
Frente a consultas periodísticas, la presidenta electa, Cristina Fernández de Kirchner, ha dicho que "los modelos de medición no son el Talmud ni el Corán ni la Biblia". Esta respuesta, que implica decir que los métodos de medición son modificables, intenta desviar la cuestión al terreno metodológico, cuando no es allí donde se alteran los índices.
También se ha argumentado que detrás de las críticas hay intereses que pretenden índices más altos para lograr ganancias financieras en los ajustes de sus títulos. Es otra forma populista de lograr apoyo, desviando el tema de su esencia.
La presidenta electa también ha afirmado que los índices del Indec coinciden con el pronóstico mensual de numerosas consultoras que envían su estimación al sistema REM del Banco Central. Tal vez desconozca que el ranking de aciertos de esa entidad se establece por comparación de esos pronósticos con el índice oficial. Por lo tanto, todas las consultoras tratan de anticipar lo que el Indec publicará y no la inflación real.
No es aceptable que un país falsee sus estadísticas oficiales. Lo que comenzó con el índice de precios al consumidor se ha extendido a otras mediciones relacionadas y parece alcanzar también a las mediciones de la producción. Hay implicancias legales y motivos para invocar una situación de default en títulos indexados por la variación del costo de vida.
Por otro lado, si el propósito es impedir las expectativas inflacionarias y reducir la base de los reclamos de aumentos salariales, debe decirse que el efecto logrado puede ser el contrario. La certeza de la manipulación autoriza a suponer cualquier nivel de inflación, incluso superior al verdadero. Estos inaceptables procedimientos deben suprimirse de inmediato.
MARTA CARRETERO
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lunes, 3 de diciembre de 2007
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