sábado, 21 de febrero de 2009

HORMIGUERO INUNDADO

Cristina tuvo que salir a respaldar a una frágil Ocaña
La ministra seguirá por el momento en su cargo en una jornada plagada de versiones. Se reunió con la presidenta, hasta aquí la única que la sostiene. Se habló de su reemplazante y tuvo que salir a desmentir la renuncia. La interna dentro de un gobierno que evita profundizar el desangre.

La Política Online

La ministra de Salud, Graciela Ocaña, parecía tener definida su renuncia. Pero en una jornada cargada de versiones, su propia desmentida pública con mensaje a Néstor Kirchner incluído y una reunión con Cristina Kirchner, seguirá por ahora en su cargo.

Por la tarde, todo quedaba supeditado a la reunión que a los 18 tuvo con la presidenta. Aunque asomaba difícil que la presidenta pudiera frenar la presión ejercida por el pingüinismo más duro y el propio Néstor Kirchner para expulsar a Ocaña, la jefa de Estado, al menos por el momento, logró evitar su salida.

Por la mañana, Ocaña había desmentido su renuncia al cargo con énfasis, dando señales de que igualmente peligraba su continuidad -sino no se justificaba la aclaración-. Según explicó, adjudicó a "sectores que comercializan medicamentos robados y adulteran medicamentos" a los que calificó como "mafias" las versiones sobre su renuncia al cargo.

De hecho, en la entrevista mandó un mensaje a Néstor Kirchner. "Yo voy a cumplir mandato como ministra mientras la Presidenta (Cristina Kirchner) crea que lo deba cumplir porque ella es la única que debe decidir sobre mi función ya que soy sólo una secretaria de ella", afirmó Ocaña. Así, dejaba de manifiesto quien es la única persona a la que asume como su jefa.

Rumores de reemplazo

Para reemplazarla, la principal candidata sigue siendo Graciela Rosso, la intendenta de Luján, que según pudo saber La Política Online estuvo hace poco más de un mes con el presidente del PJ en Olivos, el bunker de operaciones del ex presidente desde que dejó sus oficinas en Puerto Madero, donde éste le dijo risueño pero confiado: “Andá preparándote para ser ministra”.

Rosso es una sanitarista que viene del Frepaso. La impulsó Juan Pablo Cafiero y trabajó con él en el Ministerio de Desarrollo Social. Luego fue número dos de Ginés González García en Salud, con quien mantuvo una pésima relación. Finalmente, su hábil muñeca política le permitió desbancar a un “gordo” del conurbano y ganar la intendencia de Luján, un séquito duhaldista encabezado por el histórico mandatario Miguel Prince, quien gobernó doce años ese distrito.

Rosso habló hoy en algunas radios y no desmintió esta opción. De más está aclarar que aceptaría inmediatamente esta posibilidad. El otro candidato es el intendente de Berazategui y ex ministro de Salud de Eduardo Duhalde, Juan José Mussi. Pero este llega ya complicado: un pesado archivo de fuertes denuncias en su contra frenan su nombramiento.


Rosso y Cristina, en Casa Rosada.
Ampliar imagen


Lo que queda claro, de confirmarse esta situación, es que no sólo es un triunfo interno de Néstor contra su esposa, sino que muestra cómo piensa políticamente hoy el ex presidente. Sus ojos están puestos en el conurbano. Por eso hasta allí llega a dar discursos, ofrece subsidios y entrega hasta cargos ministeriales.

La interna

En Olivos no paran de disparar contra la figura de la ex ARI. Y ésta, a su vez, no pierde oportunidades para diferenciarse del extremismo K. En cada aparición pública asume una posición más abierta, dialoguista o insinúa evitar la “pejotización” –crítica en sintonía con algunas agrupaciones sociales y el radicalismo-. En síntesis, se atreve a correr por izquierda al propio Kirchner.

Pero la crisis llegó el lunes, con la nota de tapa de Crítica Digital. En primer lugar, por haber dado una entrevista exclusiva justamente a ese medio. Pero en segundo, que haya defendido la posición de Julio Cobos, al que llamó “un buen hombre” y opinó, en disidencia con lo más duro del kirchnerismo, que no debería denunciar. Con eso, dejó la intolerancia K al desnudo y en evidencia.

Ya en diciembre hubo un pico de tensión con Ocaña. En ese momento, la llamaron Alicia Kirchner, Alberto Fernández y la recibió Sergio Massa para darle su respaldo. Hoy, Cristina Kirchner la abrió su despacho en medio de rumores de salida. Hasta soltaron el nombre de la intendenta de Luján, la sanitarista Graciela Rosso, como su posible reemplazante.

En cuanto a Kirchner, si fuera por él ya la hubiese dejado sin trabajo pero, en un mapa de continuos abandonos al oficialismo en el Congreso, sabía que echarla es complicarse más. Desde el pingüinismo, creían que por el momento Kirchner “se la va a comer”, porque “no la va a transformar en un mártir”.

Mientras tanto, analizaba sus opciones para sacársela de encima. La más firmeera negociar una postulación a diputada por la provincia de Buenos Aires. Así, seguiría en el poder pero ya no sería un obstáculo con sus presentaciones judiciales y menos para los negocios con las obras sociales.

Éste es el sector que, justamente, más presiona por su salida. En su interna con Capaccioli, Ocaña había “cerrado” con Hugo Moyano, para no intervenir con investigaciones en el reparto de los millonarios fondos hacia los sindicatos y las obras sociales. Pero una vez que el cajero albertista se fue, retomó su endurecimiento contra estos negocios.

Lectura K

El núcleo pingüino toma esta postura como parte de un operativo de despegue. Ese despegue tiene dos ejes. Uno, es lo antes señalado sobre las críticas hacia el sector más duro del kirchnerismo, la pejotización y la falta de diálogo. El otro, es sostener la denuncia como estandarte.

Cuando explotó la mafia de la efedrina, Ocaña no dudó en apuntar contra el ex titular de la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS), Héctor Capaccioli, el cual llevó hasta la Justicia y allanó el camino para su renuncia.

Esos son los dos andariveles por los que correría su despegue del kirchnerismo. Cuando tenía un pacto de paz con Moyano, lo apuntó en el mismo reportaje de Crítica.

“En el kirchnerismo a muchos no les gustan las cosas que digo”, dijo en su entrevista con el diario de Jorge Lanata. Eso, en la forma de manejar el poder que tiene el kirchnerismo, es sinónimo de despedida.

No hay comentarios: