martes, 3 de febrero de 2009

VENEZUELA : DESPRECIO A LA TRAICIÓN


Motonera Genuflexa y Servil

Por: José Rafael López Padrino

Tristeza causa la actitud asumida por ese sector que dentro del pastiche ideológico que representa el chavismo se hace llamar de izquierda ante los sistemáticos atropellos nazi-fascistas implementados por los cuerpos de seguridad del Estado y las hordas paramilitares del oficialismo. Bastaron 10 años de asociación con el régimen, para dilapidar y hacer trizas su patrimonio político-ideológico de lucha por el socialismo y por la emancipación de los explotados. Su vulgar pragmatismo evidencia signos de cansancio, y pérdida de su norte ideológico. Su apuesta es disfrutar de las mieles del poder, no importando el precio a pagar. Sus hacedores parecen renunciar al ejercicio crítico de la razón para justificar lo injustificable. Su pedagogía incita al delito y el mensaje al fraude: se puede robar, mentir, asesinar, enriquecerse, no menos que pactar con torturadores en la medida que se consolide el proyecto personalista del tte coronel. Su pensamiento es borroso, acomodaticio, alejado de cualquier principio ideológico revolucionario. Defienden hoy con sin igual vehemencia lo que condenaron en el pasado (la represión, la violación de los derechos humanos y de la autonomía universitaria, la reelección indefinida, la intervención del Estado en los asuntos sindicales, etc.). Sin ejercer la crítica, por considerarla inoportuna, sus voceros se han transformado en verdaderos cómplices de los desmanes del nuevo aspirante a monarca caribeño.

No hablo obviamente del inefable Rodríguez Chacín, involucrado hasta hace poco en la violación de los derechos de cientos de venezolanos, y hoy convertido en furioso defensor del socialismo militar del tte coronel. Tampoco me refiero a esa logia de aduladores nauseabundos integrada por Cilia Flores, Mario Silva, Eva Golinger, William Lara, Giancarlos DiMartino, etc. cuyas convicciones revolucionarias dejan mucho que desear. Menos aun me refiero al jurisconsulto endógeno de Carlos Escarrá o al súper-policía de Mario Isea de cuyas convicciones políticas dudan más adentro que afuera del PSUV. No señalo igualmente a los analfabetas políticos y genuflexos de oficio como el general González González y su alto mando militar, soldadesca voraz y celestina que sólo ha ganado batallas en los predios de los mercales. Me refiero a dirigentes y militantes de esa izquierda domesticada por los petrodólares, con quienes compartimos trincheras de lucha en el pasado, que nadamos contracorriente en defensa de un proyecto revolucionario. Hoy esos militantes lamentablemente avalan y aplauden con singular entusiasmo todas las atrocidades que el régimen adelanta en el marco de su proyecto cuartelario. Atrás quedaron los principios, hoy no son más que apestosos aduladores que razonan en función del libreto que les impone el tte coronel.

La izquierda militante y revolucionaria no tiene nada en común con personajes o partidos que tras años de luchas, muchos de ellos en la clandestinidad, acabaron apoyando a proyectos fachos, aplazando la crítica por inconveniente, asumiendo un silencio celestino y haciéndose cómplices de los desmanes de un aspirante a monarca, que pretende perpetuarse en el poder. ¿Bajo qué principio se puede seguir siendo de izquierda bajo esas circunstancias? Sólo cabe el desprecio ante la traición.

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