viernes, 4 de junio de 2010

HUEVAZOS


A LOS HUEVAZOS...

Por Susana Merlo

¿Qué clase de sociedad dirime sus diferencias con la violencia?. ¿Qué clase de gobierno admite este tipo de actitudes y, en algún sentido, hasta las fomenta?.

El disenso entre el Gobierno y el sector agropecuario no es nuevo. El estilo oficial tampoco.

Casi desde el vamos, “el campo” fue elegido como un adversario, y durante muchos años tuvo el raro privilegio de ostentar, casi monopólicamente, semejante cargo. Y, si bien hoy ya no es así, lamentablemente no es porque haya habido un cambio en el estilo de gobierno sino, más bien, por una ampliación en el abanico de a quienes enfrentar.

Si esto no fuera tan peligroso y preocupante, algunas de las situaciones que se generaron hasta podrían calificarse de tragicómicas.

Seguramente casi todos recuerdan, en plena Plaza de Mayo, las escenas de pugilato del gordo piquetero y funcionario Luis D’Elía que no tiene, justamente, el estado atlético de un deportista; o los revolcones en San Pedro, en medio de la ruta 9, a que fueron sometidos algunos dirigentes bonaerenses del campo, por la Prefectura.

Prácticamente, la fama masiva de Alfredo De Angelis se dio con su imagen sin un diente.
La mayoría escuchó algún cuento sobre cierto funcionario que, a la hora de “negociar” con dirigentes y empresarios, ponía un revolver sobre el escritorio, o se corría el saco mostrando el arma en su cintura.

No hablemos ya de la agresión que implica el maltrato, la feroz mala educación de la que hacen gala varias de las principales “espadas” del equipo de Gobierno, o la presión que genera el desprecio y el nínguneo casi permanente en el trato.

¿Y la mentira, lisa y llana, en que categoría se pone?

Los casos son muchísimos y variados.

La pregunta es: ¿sirvieron de algo estas formas de violencia, en algunos casos más explícita, y en otros menos?.

¿Fue de alguna forma conducente semejante actitud, más allá de los déficits de educación que conlleva, tanto más graves cuando se trata de funcionarios de los más altos rangos?.

Hoy, cuando el mismo De Angelis es nuevamente agredido por un grupo sindical que hasta se “mofa” de la inteligencia de la sociedad, al justificar que los huevazos que recibió el ruralista, supuestamente iban dirigidos a un dirigente gremial opositor, que ni siquiera estaba allí. O cuando el titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, es aparentemente amenazado con una nota inquietante y con la violación de su domicilio (del que, dicen, se sustrajeron algunos bienes aunque esto, obviamente, no sería lo más grave), vuelven a la memoria muchos de los hechos que se fueron acumulando durante estos años y que, vale decirlo, no fueron unilaterales, sólo desde el sector oficial, aunque sea este el que tiene la mayor responsabilidad y la “obligación” de ser equilibrado y dar el ejemplo.

Como les gusta recordar a los Justicialistas, una de las frases más famosas (de las tantas), de Juan Domingo Perón, era justamente: “la violencia de arriba, engendra la violencia de abajo”.

Pero la Argentina tiene demasiada historia en este sentido, como para perder ahora la memoria sobre las consecuencias de semejantes actitudes.

Firmeza si, agresión no. Ni de un lado, ni del otro.

El Gobierno tiene derecho a hacer su política, y la gente, los sectores, en este caso el interior, o el campo, tienen derecho a protestar, a criticar, y a reclamar en defensa de sus intereses y de su forma de vida.

En realidad, si algunos funcionarios hubieran escuchado aunque sea un poco en su momento, seguramente hoy por ejemplo, la carne no valdría cifras siderales, porque tampoco se habrían perdido 10 millones de cabezas de vacunos, ni los ganaderos se habrían descapitalizado, ni los consumidores tendrían que gastar cada vez más para comer.

Tampoco habríamos perdido el trigo y con él, desabastecido a nuestro principal cliente y socio: Brasil.

Tantas cosas no hubieran pasado... Tantas no se hubieran perdido... Tanto daño no se hubiera hecho...Tanto recelo, desconfianza y enojo no se hubiera multiplicado...

Pero eso ya fue, y ahora a lo que hay que abocarse es a que, de una vez por todas, deje de ser...

Ya no sirve gobernar a los “huevazos”, ni reclamar a los “huevazos”.

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