domingo, 6 de junio de 2010

INFLACIÓN


Negando la inflación sólo se agrava el problema

por Roberto Eduardo Romero

La inflación ha sido un problema endémico de la economía argentina desde hace medio siglo. Algunos gobiernos la han utilizado como una forma de aumentar el gasto público y reducir salarios en forma encubierta, simplemente para evitar el déficit de la caja. "A río revuelto, ganancia de pescadores". Pero esa actitud oportunista y ventajera siempre termina mal.

Tarde o temprano, la inflación erosiona a los gobiernos y, siempre, los grandes perdedores son los asalariados.

En el primer cuatrimestre de 2010, el aumento de precios llegó a 9,5%, lo que implica una tasa anualizada de 31,2%. Esta apreciación la realizan entidades privadas, dado que el INDEC se dedica, desde comienzos de 2007, a distorsionar sistemáticamente las estadísticas.

El responsable ejecutivo de la adulteración del INDEC es el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, pero este funcionario sólo cumple órdenes, ya que el ocultamiento de la inflación se ha convertido en política de Estado.

Así lo demuestra el mismo ministro de Economía, Amado Boudou, nombrado en el cargo luego de la derrota electoral del año pasado, con el compromiso de normalizar el organismo estadístico.

Los resultados están a la vista: ni siquiera despidieron a los barrabravas que se dedican a atacar a los empleados díscolos y a los periodistas críticos.

Boudou fue más lejos que ninguno de sus antecesores: hace meses dijo que en la Argentina no hay inflación sino reacomodamiento de precios; la definición de inflación, en cualquier manual de economía, es el reacomodamiento de precios. Para avalar al ministro, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, mantuvo una inolvidable polémica -en la que salió mal parado- con la modelo Amalia Granata, quien lo acusó de negar la realidad.

Esta semana, Boudou redobló la apuesta, cuando dijo que "los aumentos de salarios no pueden generar inflación". Es una verdad de Perogrullo que los aumentos salariales van de la mano de la suba de precios; por varias razones, pero, sobre todo, porque las empresas se ven obligadas a trasladar los mayores costos laborales a sus precios.

No hay peor política que la de taparse los ojos para no ver la realidad. Durante décadas, la inflación fue una obsesión para los argentinos. Basta recordar los propósitos enunciados por decenas de ministros de economía a lo largo de cincuenta años para verificar lo que estamos diciendo.

Solamente durante una década, la de la convertibilidad, el problema pareció resuelto, aunque finalmente el exceso de gasto por encima de los ingresos terminó sepultando ese sistema.

Luego de varios años de crecimiento de la economía, la Argentina ha vuelto a encaramarse al podio de los países más inflacionarios del mundo, junto a Venezuela y algunas naciones africanas. Otros países vecinos que han tenido un crecimiento similar de la economía han logrado evitar la suba descontrolada de precios y, al mismo tiempo, han experimentado mejoras en sus indicadores sociales.

Es hora de dejar de lado los autoengaños. El mundo nos ofrece oportunidades inmejorables para el desarrollo de nuestro país. Con demagogia y ficciones vamos a desaprovecharlas y estaremos creando las condiciones para una nueva crisis.

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