sábado, 12 de junio de 2010

LOS MUNDIALES SE ACABAN


Panorama político nacional de los últimos siete días


El Mundial un

día se acaba

La semana previa al comienzo del Mundial de Fútbol de Sudáfrica fue fatal para el oficialismo. La inauguró, el domingo 6, la elección interna del radicalismo bonaerense, que consagró el triunfo de Ricardo Alfonsín. Ni la corriente ganadora ni la derrotada asumieron esa puja como una lucha a todo o nada, de modo que la UCR emerge de ella con una organización más legitimada, en la que se consolidan renovadas corrientes internas y que, de yapa, hoy puede presentar no una, sino dos figuras de excelente imagen –Alfonsín y el vicepresidente Julio Cobos- como posibles postulantes para las presidenciales del año próximo; uno y otro se encuentran entre los más aprobados y también entre los menos rechazados, según la mayoría de los estudios demoscópicos: Cobos con un perfil de radical ubicado en el centro del espectro y respetado por las fuerzas del campo a raíz del papel decisivo que tuvo su “voto no positivo” en aquella histórica sesión del Senado de dos años atrás. Ricardo Alfonsín, por su parte, evoca poderosamente la trayectoria progresista de su padre, amplía la capacidad de su partido para buscar alianzas con sectores de centroizquierda (desde el socialismo al movimiento que orienta Margarita Stolbizer, sin excluir al partido de Elisa Carrió) y, sin duda, competirá sobre un flanco de los votantes que en oportunidades anteriores acompañaron a los Kirchner. Así, el “panradicalismo” (la UCR y las fuerzas que giran a su alrededor) se proyecta como un jugador fuerte en el escenario electoral de 2011.

El miércoles 9 se produjo otro hecho relevante: en el despacho de Adolfo Rodríguez Saa, en la Cámara de Senadores, dirigentes principales del peronismo, que no comulgan con Néstor Kirchner, se reunieron y dieron a conocer una declaración en la que se juramentan a ofrecer una alternativa unificada en el comicio presidencial del año próximo. Algunos de los que estuvieron allí vienen trabajando, desde hace meses, para consagrar esa unidad y producir esa foto; es que, como se sabe, una imagen vale por mil palabras. En el compromiso peronista federal estuvieron juntos Eduardo Duhalde, Carlos Reutemann, Ramón Puerta, el salteño Juan Carlos Romero, el entrerriano Jorge Busti, el jujeño Rodríguez Saa, Francisco de Narváez (que llegó un rato tarde para la foto, pero suscribió el documento), Felipe Solá, el porteño Miguel Angel Toma, el cordobés Guillermo Mondino. El Gobernador Mario Das Neves no estuvo a la hora de la foto pero suscribió el documento común, lo mismo que Hilda de Duhalde. Los federales dan por sentado que cuando, en algunas semanas, se produzca una nueva foto, el elenco será más numeroso aún, y habrá incorporado a figuras que aún demoran su ruptura con el oficialismo. De hecho, un día antes de que las figuras mayores se presentaran en el Senado, en un hotel de La Recoleta habían trabajado algunas decenas de cuadros dirigentes de segunda linea del peronismo federal y, entre los presentes, hubo delegados de líderes provinciales que, de ese modo, insinúan el paso que todavía no se han atrevido a dar personalmente.

Desde que los Kirchner están en el gobierno podría decirse que el partido Justicialista fue depositado en un freezer: sin elecciones internas, sin debates, se transformó virtualmente en un partido de funcionarios del Estado que responde a la voluntad del jefe de la familia reinante, y fue además subsumido en un sello no menos estatal: el Frente para la Victoria. Cuando electoralmente apareció una alternativa sostenida por el peronismo disidente (caso de la candidatura bonaerense de Francisco De Narváez en junio de 2009), el oficialismo (con el propio Néstor Kirchner a la cabeza) fue derrotado.

En Olivos se observa con pánico la consolidación de una oferta unificada del peronismo federal, mucho más cuando ella es uno de los brazos de una pinza opositora en la que se cuenta el panradicalismo y en tiempos en que se abre paso en el conjunto del arco político no oficialista una atmósfera de diálogo y búsqueda de acuerdos básicos sobre políticas de estado.

Hay cerebros del kirchnerismo (algunos propios, otros alquilados) ocupados en elaborar operaciones que disgreguen, de ser posible, esas búsquedas de unidad.

Han detectado, por ejemplo, que en la corriente federal del peronismo no hay aún un consenso definitivo acerca de si ir a la elección por adentro o por afuera de la estructura del PJ, controlada por el Gobierno como una oficina pública. Algunos de los dirigentes que se sacaron la foto el miércoles consideran que valdría la pena consagrar la candidatura federal en una elección interna masiva como aquella que, en 1988, consagró la candidatura de Carlos Menem frente a Antonio Cafiero. Admiten, claro, que es difícil confiar en la limpieza de un comicio mientras Kirchner mantenga el manejo del partido y se oponen también a que sea esta conducción, que no fue electa por los afiliados, la que imponga a priori la política de alianzas del peronismo. ¿Cuál sería el sentido de que una corriente gane la elección de candidaturas y tenga que someterse a las alianzas dictadas por la fracción adversaria y derrotada?

Si quienes no quieren descartar prematuramente la posibilidad de “ir por adentro” admiten todas esas objeciones, puede imaginarse qué piensan los que ya adelantan la idea de “ir por afuera”. ¿Y qué significaría esto? Lisa y llanamente que el peronismo federal haría rancho aparte del PJ-Frente para la Victoria, presentaría sus candidatos y armaría sus alianzas con autonomía y las ofrecería al electorado enfrentando a Kirchner y a sus candidatos.

Los que se inclinan por esta alternativa toman como antecedente la elección de 1985 a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, en la que Antonio Cafiero se presentó por fuera de las listas del PJ, entonces controlado por Herminio Iglesias. Ganó Cafiero, fue Gobernador y zanjó simultáneamente, con el voto popular recibido, la interna partidaria.

Habría que descartar que, sobre la base de la divergencia de criterios sobre si ir o no a una elección interna con Kirchner, el Gobierno consiga dividir lo que el peronismo federal empezó a unir este miércoles. El dirigente que se prestara a romper esa convergencia, provocaría una notable decepción en una amplia franja del electorado peronista (y “panperonista”), que desea construir una alternativa que sea fuerte ante Kirchner y competitiva ante el desafío radical. Una decepción así supondría un duro costo político para quien la produjera.

Pero en verdad, donde se observan signos de dispersión es en el oficialismo. Durante esta semana hubo señales insoslayables en ese sentido. Una fue el pedido de aumento de sueldos formulado por Hugo Moyano en nombre del sindicato de camioneros. Moyano reclamó un 31 por ciento, desmarcándose así del techo que el Gobierno ha querido infructuosamente establecer para los incrementos salariales.

Que se trata de una clara toma de distancia lo subraya el hecho de que el propio Moyano hasta unos días antes, recitando el libreto oficial, aseguraba que su gremio no pediría más del 20 por ciento y argumentaba que pedir una cifra más alta podía impactar dramáticamente en algunas empresas. Moyano sabe que Olivos y la Casa Rosada pueden ayudarlo en algunas cosas, pero que su poder no emerge del Gobierno, sino de su sindicato y de los otros gremios que él articula. Y no quiere quedar desplazado por los acontecimientos.

El propio Moyano le ocasionó al Gobierno otro disgusto esta semana: un proyecto impulsado por él y redactado por su consejero y protegido, el Diputado Héctor Recalde, que había contado con el respaldo del oficialismo en la Cámara de Diputados, fue convertido el miércoles en ley por el Senado, pero esta vez con el kirchnerismo votando en contra. El proyecto plantea eliminación de un artículo de la norma nacional de empleo que no permitía que el salario mínimo vital y móvil pueda ser considerado como índice de referencias para discusiones paritarias y aumentos jubilatorios. Por algún motivo no explicitado, la Casa Rosada envió al Ministro de Trabajo a trabajar para que el Senado no le diera el visto bueno a lo que sus propios diputados habían empujado. Moyano habló con algunos senadores peronistas no kirchneristas para que no atendieran el pedido de Tomada y avanzaran con la aprobación. Es obvio que el jefe de la CGT está dispuesto a mostrar independencia en las cosas que le interesan. Y una de las que le interesan es ser titular de una candidatura política importante el año próximo. Un dolor de cabeza para Olivos.

¿Más dispersión? El Gobierno ha tenido que apelar a un decreto presidencial para demandar a vecinos de Gualeguaychú comprometidos con el bloqueo del paso a Uruguay. A los mismos vecinos a los que –como ha confesado esta semana la ex Secretaria de Medio Ambiente de este gobierno, Romina Picolotti y, por otra parte, es público y notorio- el Gobierno alentó y estimuló de distintas maneras. El Gobierno actúa así como si fuera un particular damnificado y elude hacerlo como administrador del Estado, después de que la Presidente pidiera a la Justicia que actuara y de que un Juez federal le diera el gusto y le recordara, de paso, que ya existían (en los últimos tres años) tres resoluciones judiciales para que se liberara el paso internacional (a los que el Gobierno no atendió ni obedeció).

Por suerte para el oficialismo, el Mundial ya empezó, Argentina ganó su primer partido y hasta el escándalo de los barrabravas amparados por los amigos del Gobierno pasa por unos días a segundo plano.

Pero, como todo el mundo sabe, los Mundiales también concluyen.

Jorge Raventos

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