martes, 8 de junio de 2010

PONER PROA


Poner proa, ya, a los doscientos cincuenta.

I. La Argentina cumplió su primer siglo independiente navegando a toda vela hacia el futuro. Pero inicia su nueva centuria con el velamen raído, rumbo incierto y tripulación desconcertada. Un fin de semana largo, para que muchos se disgregaran, tomó el lugar de la pompa congregante del Centenario (que supieron celebrar Lugones y Darío).

II. El progreso, que nos daba el primer lugar de Sudamérica, dejó de tendernos la mano. Mejor dicho, supimos desasirnos de su amistosa compañía. Inexplicable desvío, que motivó que Raymond Aron nos llamara la decepción del siglo veinte. Insólito fue, pues, el discurso presidencial que criticó la Argentina de entonces, la cual (con menos defectos que la de hoy) ocupaba en el mundo un lugar de avanzada.

III. Pruebas al canto: Nuestros entonces rezagados vecinos nos han superado. Y se adueñan de nuestras empresas más importantes. Así, debemos admirar en ellos "milagros" que parecían reservados a germanos y nipones.

IV. Quienes recordamos "el sesquicentenario", sabemos que en 1960 éramos, aún, "otro país". El futuro era posible y estaba, casi, al alcance de la mano. La educación era buena y la desocupación imperceptible. No eran flagelos el hambre ni el analfabetismo ni la droga. Todavía llegaban inmigrantes. Las calles y las fronteras eran seguras.

V. En los tempranos setenta, se nos dijo que el año dos mil nos encontraría unidos o dominados. Nos encontró, por cierto, desunidos y dominados. Pero no en el sentido de entonces, cuando el hemisferio norte se dividía en dos bloques, ideológica y militarmente enfrentados (hoy, el mundo no se interesa demasiado por nosotros).

VI. No es, la que padecemos, una sujeción foránea. Nos domina, en cambio, una casta burocrática que se ha apoderado del Estado y que se sirve de él, sin perspectiva de Nación. Claro que, a esta altura de los tiempos, andar a los tumbos (y desarmados) es lo mismo que ceder el timón a los de afuera.

VII. Los 200 encuentran a la Argentina crispada y llena de enconos. Los distintos actos oficiales (llenos de ausentes forzosos) lo probaron. La Catedral de Buenos Aires tuvo ausencia presidencial. Y si mil cargos le caben al gobierno, digamos que a este clima no se llega en cuatro ni en ocho años. Basta una ojeada a la oposición para percibir que lo que está crujiendo es todo un andamiaje, que monopoliza y tergiversa un sistema pensado para todos: la democracia.

VIII. Decía Max Weber que: "Vive "de" la política como profesión quien aspira a hacer de ella una fuente de ingresos permanente; vive "para" la política aquel en quien no ocurre eso". La clave argentina es dar, de ahora en más, con ejemplares suficientes del segundo tipo humano.

IX. La Iglesia, consciente de ello, ha llamado a votar por los honestos. La iniciativa, loable, puede naufragar en las listas sábanas que albergan, casi inexorablemente, deshonestos. Para que prosperara su propuesta, sería necesario que cada circunscripción eligiera "su" diputado o "su" concejal. Y que las candidaturas dejaran de ser monopolio de los partidos. Por ello debemos bregar.

X. El tiempo se ha hecho veloz. Con hombres que vivan para la política, la Patria puede retomar (bastante antes de cinco décadas) el lugar que merece y le corresponde. Porque ella es aún, por dentro, mucho mejor de lo que parece exteriormente. Y cuenta con recursos materiales y humanos. Brindemos por ella, estimado lector, y por su próximo medio siglo.

Daniel Zolezzi es abogado y analista político; reside en Buenos Aires.

No hay comentarios: