domingo, 18 de julio de 2010

LECCIONES DEL PUTIMONIO


Lecciones del matrimonio gay

por Nicolás Tereschuck

La aprobación de la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo se trató de un triunfo político para el oficialismo del que tanto ese sector como los partidos que se enfrentan al Gobierno pueden obtener importantes aprendizajes.

Una vez más se comprobó cómo las normas que se enlazan con fuerza en intereses y aspiraciones de sectores concretos de la sociedad adquieren una dimensión política mayor.

Más allá de que haya sectores a favor o en contra de la norma, la sociedad se enriquece y madura, ya que se reactivan debates sobre las formas de organización de la comunidad, sobre los derechos, la igualdad, la familia, la discriminación, el respeto por las diferencias y la crianza de los hijos.

Se trata de debates que son políticos pero que llegan a lugares que la política durante muchos años dejó vacantes, como la mesa familiar, el barrio y los ámbitos de trabajo.

Así, los legisladores dejaron de lado por un momento las cuestiones "técnicas" y tuvieron que sustentar su posición frente a un proyecto que interesaba a una minoría pero que ganó espacio en el debate público.

Un beneficio extra: con las transmisiones de las sesiones en vivo, la ciudadanía conoce más a sus legisladores, escucha sus argumentos y toma nota de quién es quién.

Otra cuestión a destacar es que si bien el Gobierno se fortalece cuando impulsa esta iniciativa y logra su aprobación, nadie sabe cuál será su efecto en términos de votos, de cara a los comicios del año próximo.

El Gobierno también debería apuntar que se fortalece cuando logra sumar fuerzas por una iniciativa con algunos sectores que se ubican en la oposición: la conducción de la UCR votó a favor de la norma, así como Luis Juez o el senador socialista Rubén Giustiniani, todos ellos enfrentados al kirchnerismo.

Sobre la pelea que lidera el cardenal Jorge Bergoglio contra el Gobierno, habría que evaluar si la Iglesia obtuvo una derrota. La cúpula de la jerarquía católica sabe desde hace mucho que pierde la batalla contra la "secularización" de la sociedad. Pero como buena institución de 2.000 años de vida, sabe que a una derrota bien puede seguir alguna victoria.

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