sábado, 28 de agosto de 2010

ENSIMISMO AMNÉSICO




Por Juan de Dios González (*)

Los últimos acontecimientos que mantienen a los argentinos intrigados y pendientes de cual será, entre otras cosas, el futuro de Papel Prensa S.A. y de Fibertel, pero mucho más preocupados por cual será su propio destino, me trajo a la memoria un artículo que escribiera tiempo atrás y que considero de coyuntura y con alta validez publicar.

Escucho con humildad y generalmente con mucha paciencia los análisis políticos con que algunos politólogos -con títulos obtenidos o atribuidos- tratan de explicar la realidad argentina, sin escatimar en la utilización de argumentos rebuscados y cargados de una doctrina ideológica perimida que ha naufragado tras el fracaso de quienes intentaron imponerla y que cayeron rotundamente junto con el muro de Berlín.

A pesar de pretender encontrar en mis exploraciones los basamentos teóricos que sustentan en sus sentencias, como así los métodos científicos utilizados para el arribo a tales conclusiones, me sorprende el osado y atrevido razonamiento en el que cimientan sus perversas conclusiones.

Sé que recalaron en la democracia y se aferraron a ese salvavidas dialéctico y polemista, como una manera de absorber el vacío producido por el desamparo que sufren al encontrarse sin la aureola protectora del socialismo científico y convencidos de que lo utópico ya fue y no es mas que una quimera supuesta y aparente.

Este esfuerzo que realizan se diluye en acciones libertarias sin objeto ni sustancia, y ante la menor dificultad o controversia recurren a la gestación de actividades anarquistas, subversivas o de confrontación infructuosa; sin saber como poner los topes coherentes y eficaces a las complicaciones que presenta un mundo capitalista y globalizado. Sus razonamientos –si se les pueden llamar razonamientos– no van mas allá de la mera confrontación de posiciones, sin el desarrollo de una perspectiva lógica fundada en la real voluntad de propiciar un mejor futuro para los argentinos, desde todo punto de vista.

Esta humildad a la que hago referencia al principio, es considerada generalmente como debilidad racional, pero si bien cargo sobre mi espalda un agotamiento físico, mi raciocinio no se ha diluido en un vaho etílico ni en la mansedumbre obsecuente de los oficialistas de turno, lo cual, a la vez me permite –no solo ver la realidad tal cual es y no como me la cuentan– sino, también, ver a un cúmulo de necios confrontando por tonterías y mezquinos protagonismos, perdiendo de vista los objetivos mayores que hace verdaderamente a los ideales y propósitos que nos aglutinan.

No me preocupa que consideren vanas y ociosas mis expresiones, pero si me interesa y considero que debe concernirles a muchos lo siguiente: estamos frente a un antagonismo que no es fácil ni desprevenido: es hábil, artero, farsante, mañoso y utiliza cualquier flanco débil que se le ofrezca para acrecentar su dominio y transformar la verdad y la realidad sacándola totalmente de contexto; por lo tanto, ese constante contradecir recurrente que leo y observo de gente allegada, solo sirve para alimentar y sustentar al antagonista y no para fortalecer lo que es nuestra filosofía de vida y pensamiento.

Considero, que más allá de las diferencias lógicas que pudieren existir de manera individual, sumadas a las aspiraciones políticas o protagónicas que quienes decimos profesar esa misma idiosincrasia, por el bien de la Patria y de las instituciones que la animan, debemos coordinar estrategias comunes con maniobras tácticas que faciliten el éxito de nuestros mayores propósitos y no ofrecer la coartada perfecta para que nos denigren y difamen.

Con todo respeto, dejémonos de bobadas, comencemos a comportarnos coherentemente, actuando de manera coordinada, sin ofrecer flancos ni debilidades, propias de inmaduros y bisoños.

La mayoría de los jóvenes tienen escasos conocimientos de los problemas sociales, culturales, políticos y económicos; salvo aquellos que lo padecen en carne propia pero que generalmente terceros -mal intencionados- tratan de transformar desvirtuando el origen, alterando las causas, y desviándolos de lo auténtico con argumentos inciertos.

Es decir los jóvenes pueden llegar a atener conocimientos sobre noticias de dicho orden, pero desconocen totalmente las patas de la realidad de hoy; y sobre todo, de quienes fueron y son los verdaderos responsables.

Estos jóvenes conocen a lo sumo lo anecdotario y no les dejan llegar a saber los basamentos ni la verdad histórica que existe debajo de ese manto oscurantista del relato desequilibrado y antojadizo de dudosos dogmáticos pedagogos y de deformadores de opinión.

Todo es producto de una corriente de relativismo cultural, impulsada desde factores, grupos de interés y de poder, con la única finalidad de generar una descomposición del razonamiento de la sociedad, introduciéndole un enfoque “desenfocado” de la realidad argentina que les hace ver una imagen nublosa y corrida que los confunde en la interpretación y el razonamiento de los acontecimientos históricos y sus consecuencias.

No solo en los jóvenes han producido una acción de descontextualización de la verdad, sino, también, han inyectado una dosis de amnesia en los cerebros de nuestros mayores, es decir en aquellos que vivieron paso a paso la acción transformadora de los hechos históricos, a punto tal que existen muchos convencidos de esta fábula – hoy contada – sin sustento real y verdadero.

No es solo culpa de quienes propiciaron este determinismo feroz y esta defensa de las ideas o actividades irracionales, retrógradas y perimidas, en oposición irregular con la verdad y de todo aquello que resulta bueno y positivo para el presente y el futuro de los argentinos; si no, también de ese gobierno constitucional que tuvo que asumir la responsabilidad política de enviar a las FFAA, FFSS y FFPP a “aniquilar” a esos, ahora llamados “jóvenes idealistas”, que como gracia del destino, muchos de los mismos políticos habían alentado y utilizado para el logro de sus espurios fines. Tampoco deja de ser comprometedora la actitud de los Comandantes de esas Instituciones con uniforme, por no haber asumido en tiempo y forma –como corresponde– la total responsabilidad de las acciones desplegadas por sus subalternos en el fiel cumplimiento de las órdenes impartidas.

También son responsables aquellos esclarecidos, quienes no fueron capaces de mantener encendida la llama de la verdad, y permitieron, a pesar de sus conocimientos, que se gestara esta transformación histórica. Es posible que en este último grupo existan muchos que apostaron a que con el silencio se llegara a la ansiada conciliación y se desterraría el odio y la confrontación; pero fueron muy incautos e ingenuos al no tener en cuenta la argucia y el rencor de seres irreconciliables y vengativos, quienes por concepción genética e ideológica solo pueden alimentarse con muerte y saciar su sed con venganzas, persecuciones, cacerías y mazmorras fundadas en injusticias y mentiras.

Este seudo-progresismo, asido del mayo francés y de sus ideólogos Herbert Marcuse y Jean Paul Sartre, se encubre bajo el disfraz de un idealismo de avanzada con aparentes miras a las libertades públicas y a la distribución de riquezas. Cuando se les caiga el antifaz con que cubren sus subterráneos propósitos se manifestarán tal cual son en la realidad: una exótica mezcla de socialismo científico con socialismo utópico, un artificio creado para eliminar riqueza, generar mayor pobreza y clientelismo político, con el consecuente objetivo de instaurar un gobierno despótico y fascista, donde las libertades, el estado de derecho y el derecho a la propiedad se diluyan a medida que acrecienten su poder.

Progresismo, por lo menos en nuestro país, resulta un comunismo aggiornado que pretende resucitar de las cenizas tras su derrota en el campo de batalla y su estrepitosa caída en éste y otros continentes. Aunque si hilamos fino, veremos que tras todos los actores existe un gran interés económico y un estupendo negocio, al mejor estilo de un capitalismo rabioso propio de países del sub-mundo. Como expresara un amigo, “algunos de estos nunca descerrajaron un disparo, en verdad son todos ladrones”. Yo agregaría que son entelequias sin reglas de conducta, carecen de eso que se denomina ética y mucho menos conservan una apreciación moral del entendimiento o de la conciencia.

Como si pensar fuera desgastador y ello consumiera mucha potencia, los argentinos seguimos ahorrando energía y preocupación; lo lamentable, propio de pusilánimes, será que cuando dejemos de hacer abstracción salgamos del estado amnésico en que nos encontramos e intentemos utilizar ese ímpetu y fibra que otrora nos caracterizara, puede llegar a ser demasiado tarde y ya otros... otros serán quienes piensen por nosotros.

Espero que tengan un buen fin de semana, aunque -en sus mentes- persistan dudas sobre vuestro porvenir.

(*) El periodista Juan de Dios González es el Director de Crónica y Análisis Periódico On line y Comisario Inspector (R.A.).

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