jueves, 26 de agosto de 2010

RIDÍCULA


Entonces hay que preguntarse que harán los
kirchner cuando se convenzan que pueden
perder esta batalla por controlar el perio-
dismo, vital para sus planes y negocios.
¿Cómo explicarán la extralimitación
y el error cometido? De todos mo-
dos, recordemos que "la guerra
continúa" y se ignora el final.


"DEL RIDÍCULO NO SE VUELVE"

Por Carlos Manuel Acuña


Nada mejor que el viejo adagio de Machiavello para definir el papel final jugado por la Presidente de la República a raíz de su discurso cargado de histrionismo y frases teatralmente expresadas, para resumir el resultado del planteo que dejó tantos puntos sueltos y por cierto, decepciones entre algunos de sus oyentes que esperaban una escalada en la agresiva estrategia del oficialismo.

En otra parte de este ejemplar del Informador Público, los lectores conocerán detalles desopilantes de la pelea de entrecasa - de alcoba, podríamos aclarar - que antes y después de la ceremonia que mantuvo en vilo a la opinión pública se registró entre el matrimonio reinante en la Argentina. A ese relato podemos agregar, casi de pasada, que hubo un anticipo público en el gesto disciplicente con que Cristina eludió con cierto disimulo - al fin y al cabo las cámaras la tenían centrada - la felicitación con que Néstor Carlos quiso premiarla al cerrar el acto. La presidente, con dura y fría sonrisa recibió los plácemes de los "chupamedias" de turno pero sin abandonar una cierta adustez, un gesto sutil e imposible de eludir y hasta contrastante con el énfasis con que rodeó a sus ataques a los dueños de Papel Prensa y a algunos de los protagonistas del
pasado histórico reverdecido escandalosamente por el Kirchnerismo para sus fines electorales.

Aunque tal como lo informamos ayer, cuando Cristina debió modificar los planes pergeñados por su marido para avanzar sobre el periodismo argentino, bien podría haberse informado previamente para obviar algunos detalles que también esta vez surgieron para falsificar la dura historia Argentina de la violencia terrorista.

Repetimos entonces que si hubiera hablado más en detalle con un protagonista de la subversión que forma parte de su gobierno - nos referimos a Martín Grass, subseceretario de Derechos Humanos - éste viejo activista le habría aconsejado que tomara contacto con Juan Gasparini, alias "Pata" o "Gabriel", quien le habría relatado pormenores más precisos sobre las relaciones económicas entre los montoneros y David Graiver. Gasparini, quien ahora vive en Suiza, siempre fue un hombre de palabra fácil y memoria profusa, especialmente cuando se trataba de entregar a sus "compañeros de lucha" cuando estaba recluído en la ESMA. Tanto fue el entusiasmo de este personaje especializado en comunicaciones, que hasta entregó el departamento deonde vivía con su mujer y sus hijos. Ella cayó cuando debió actuar un grupo de tareas y sus hijos salvaron la vida pues estaban cubiertos por un colchón en la bañadera del departamento.

Pero no nos vayamos por las ramas. Si Cristina o Guillermo Moreno hubieran seguido esta vía de investigación, se hubieran enterado del destino de los millones de pesos (o dólares, como se prefiera) que los bandoleros subversivos robaron a lo largo de su sangriento período de violencia. También, Cristina, Guillermo o Zannini podrían haber consultado a Pablo González de Langarica o a Carlos Torres o tal vez a Fernando Vaca Narvaja, para conocer los turbios manejos económicos que redituaban a la banda por sus muertes, asesinatos, robos y asaltos. Así, y sin necesidad de comentárselo a otras financistas del dolor ajeno como son Hebe de Bonafini o Estela de Carlotto - ambas, respectivamente, falsas madre de desaparecidos o abuela de nietos inexistentes - la Presidente de la República podría haber tenido alguna palabrita para censurar a los traficantes de armas alemanes que les vendían a los "montoneros" apurados en matar para conquistar el poder por la fuerza. Pero este último tema no existe en el lenguaje kirchnerista que sólo se dedica a respaldar las causas inventadas para perseguir a quienes salvaron a la Patria en los momentos crueles de un peligro activo y ejecutado de manera deleznable.

También las consultas previas podrían haber seguido un camino más directo y preciso. No nos referimos a Eduardo Luis Duhalde, el secretario de Estado de Derechos Humanos quien ejerce otra paradoja clásica de la Argentina de estos tiempos al ocupar ese cargo, sino al agotado libro "El poder en las sombras" del que es autor el general Ramón J. Camps, quien hizo la investigación de como la banda montó un andamiaje financiero que pasó por las manos administradoras de "Duddy" Graiver y así, se habría enterado de la realidad de una trama totalmente inversa a sus afirmaciones irresponsables pronunciadas en la Casa de Gobierno.

Apenas había transcurrido un par de horas de los consabidos apretones de manos, cuando el crudo peso de la realidad comenzó a manifestarse mediante declaraciones, artículos y breves respuestas a las consultas periodísticas formuladas a los empresarios acusados. Más aún, en el exterior - así lo informamos esta mañana - comenzaron a circular artículos y comentarios, algunos con asombro, que pusieron en la picota al gobierno argentino, hasta que en la madrugada ya se conocía el desmentido con que Isidoro Graiver había consignado ante escribano público su información acerca de la verdad de los hechos.

En nuestro comentario anterior utilizamos la palabra "papelón" para definir lo ocurrido en la Casa Rosada y ahora tratamos de imaginar la cara de asombro con que estas novedades posteriores fueron recibidas en los aposentos presidenciales. Invitamos entonces a los lectores que ayudados por el texto correspondiente publicado en otra parte de esta hoja cibernética, traten sin esfuerzo imaginarse el tenor de los improperios mutuos cruzados entre Cristina y Néstor Carlos, los gritos de histeria y por decirlo con elegancia, el duro cruce entre ambos y las consecuencias políticas que pueden derivarse.

Sin embargo, la autocrítica es ajena al matrimonio y la percepción del ridículo que obviamente requiere del público más allá del íntimo convencimiento, no entra en la cabeza de quienes están acostumbrados a decir una cosa y hacer otra totalmente inversa. Con la misma cara los dos, marido y mujer, seguirán imperturbables con su proyecto de controlar al periodismo como fórmula de una victoria electoral difícil. Tentarán a gobernadores y legisladores del interior con la idea de participar en el negocio controlado de la estatización anticonstitucional del papel de diario e inventarán mil artimañas para lograr sus objetivos. Entonces - aunque conviene hacerlo ahora, como ya lo veremos - habrá llegado el momento de interrogarse y prevenirse de lo que pueda hacer Néstor Carlos Kirchner cuando se convenza que puede perder la compulsa electoral. Para concluir hoy, digamos que hay que tener bien presente que carece de límites pero, asimismo, que ahora, gracias a la ceremonia que comentamos, como si fuera un rescoldo que se calienta poco a poco, un nuevo factor se ha instalado en el corazón del oficialismo: el ridículo.

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