miércoles, 25 de agosto de 2010

ESTAMOS EN EL HORNO


EL TITULAR QUE NOS PINTA DE CUERPO ENTERO.



¡Y sí…estamos en el horno!. Hasta es posible que Ud. no haya reparado en la noticia, (sic), “14 escuelas de nivel secundario tomadas por los alumnos”. Y esto ocurre u ocurrió en la mismísima Ciudad de Buenos Aires, infructuosamente empeñada en convertirse en Autónoma. Si la memoria no me falla dado el tiempo transcurrido en el que transité por esa etapa de mi vida, debo supones que se trata de jovencitos y jovencitas cuyas edades oscilan entre los 13 y 17 años de edad. También que en su inmensa mayoría, viven en casa y en compañía de papá y mamá, teniendo por única obligación la de estudiar. ¡Ud. me dice que se la ve venir y que hablo sin conocimiento de causa!. ¡Y tiene razón; hablo sin conocimiento de causa en la convicción que no existe causa real que justifique dicho comportamiento!. Le aclaro no obstante que soy papá, así mis hijos ya hayan atravesado esa etapa del colegio secundario. ¡Le digo más; yo también la atravesé!. Y no pertenecía justamente al grupo de los alumnos más aplicados; recuerdo que mi libreta de amonestaciones contaba con más de una sanción “con relaciones”, de las que debía notificar a mi padre. Jamás pasó por mi cabeza la idea de ensayar su firma, era consciente que sería el último registro que la misma pudiera atesorar, ¿me explico?. ¡Por supuesto que sobre el castigo recibido, se agregaba el de mi padre, quien nunca se tomó el trabajo de ir al establecimiento educacional, a pedir explicaciones sobre la medida tomada contra “el nene”, yo. Y me padre jamás me castigó físicamente; simplemente me privaba por un tiempo más o menos prolongado, de las salidas de fines de semana que tanto anhelaba. ¡Perdone, me fui por las ramas, recordando a ese papá y a esa mamá que ya no tengo a mi lado, a quienes por sobre todo, animaba el deseo y la voluntad de convertirme en un hombre de bien…¡después de todo, mal no estaba, en tanto tenía techo, comida y afectos asegurados!...mi única obligación consistía en estudiar y por sobre todo, dedicarme a toda aquella actividad que se compadeciera con esa etapa de la vida que jamás olvidaré. No voy a caer en la vaguedad de decirle que todo tiempo pasado fue mejor…¡pero vaya si lo fue!. Perdone. De hecho, esa enseñanza recibida de ellos, procuré transmitirla a mis hijos con idéntico suceso. Y entonces no puedo evitar formularme y formularle la pregunta; ¿qué pasó con la familia, con los valores?; ¿A dónde fue a parar esa autoridad natural del padre sobre el hijo…cómo fue posible semejante “desmadre”?. Porque…si el nene o la nena “tomaron el colegio”, debo suponer que lo han hecho con el consentimiento de sus papás, quienes además y seguramente les acercarán “la vianda” que les permita mantenerse bien alimentados. ¿O acaso y lo que es peor, no saben ni les interesa saber donde están el nene o la nena?. Ud. me dice que existen problemas ciertos de infraestructura en la mayoría de los colegios Capitalinos; que muchos carecen de calefacción y refrigeración que haga más llevadera la permanencia de los chicos en dichos establecimientos educacionales. Debo interpretar que Ud. se preocupa y ocupa en función de que reciban una mejor calidad de vida que el Estado está obligado a proveer. Tiene razón; todo lo que se haga en función de lo que dice, será bienvenido. Sin embargo permita que le recuerde algo, y quédese tranquilo que no voy a volver sobre tiempos pasados. Hoy por hoy, en muchos lugares del interior del país, los maestros, profesores y alumnos, deben recorren decenas de kilómetros a lomo de burro, caminando sobre la tierra a veces convertida en verdaderos pantanos o en bicicleta, para llegar a esos establecimientos que y como imaginará, carecen de semejante confort, y lo hacen, y seguramente y entre tanto, esos papás y esas mamás, están abocados a tareas rurales o no rurales que imponen tremendo sacrificio. Llámeles si quiere, los padres y los hijos de la Argentina olvidada. Y le tiro una para que se sienta mejor…también existían en la época en que yo iba al colegio. Quizá era motivo más que suficiente como para que mis padres y seguramente los suyos, valoraran en su justa dimensión “la ventaja” de que el nene o la nena, Ud. o yo, tuviéramos el colegio prácticamente al alcance de la mano o de las pocas cuadras que debíamos caminar o si prefiere, del colectivo que nos depositaría a metros de él. ¿Sabe por qué le digo que estamos en el horno?. Simplemente porque éstos argumentos caen por propio peso; simplemente porque la falta de autoridad, ha atravesado esa barrera que parecía inexpugnable, la de la familia, la del núcleo familiar y entonces las figuras de papá y mamá se han convertido solo en eso, o lo que es peor aún, en la complacencia, el estímulo y hasta la compañía que concede a la fuerza, la alguna vez inimaginable preponderancia sobre la razón.

Ricardo Jorge Pareja

parejaricardo@hotmail.com

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