viernes, 20 de agosto de 2010

MISERIA HUMANA


"A LOS ÚNICOS A LOS QUE LES PUEDO COBRAR"

Por Susana Merlo (*)

En un infrecuente acto de sinceridad, la Presidente de la República, Cristina Fernández de Kirchner, afirmó esta semana en Rosario que “las retenciones vinieron para quedarse”, que “son una política de Estado” y dio a entender que, la alta evasión en el impuesto a las Ganancias en la cadena agroindustrial, determina que su vía de “compensación” esté dada por el regresivo –y antiguo- gravamen a las ventas al exterior que, con relativa facilidad, se le cobra a los productores.

Dicho de otra forma, el sector más competitivo de la economía argentina, la producción agropecuaria, es castigado con impuestos adicionales debido a la ineficiencia e incapacidad oficial de controlar la evasión en los restantes eslabones de la cadena. Y no son los únicos.

Indirectamente, la presidente se pateó en contra, ya que la Administración K lleva más de 7 años de Gobierno, por lo que tampoco le puede endilgar a algún presidente anterior, el mantenimiento de las irregularidades en materia de elusión tributaria.

Aparentemente muy convencida de sus palabras, como si la inexistencia de esta herramienta, prácticamente en el resto del mundo, no fuera suficiente demostración de la negatividad de la medida (especialmente para las inversiones), la mandataria avanzó sobre la “política de subsidios” que permiten los montos que se le sacan a estos sectores (básicamente agricultura y combustibles), “el precio del gas oil también tiene subsidio estatal”, dijo, y destacó las “ganancias que muchos sectores” registraron en estos últimos años. “!No se quejen!”, les advirtió…

Se podría hablar de algunos olvidos notables, por caso, los aportes por retenciones que hacen las manufacturas de origen agropecuario (MOAs), llamativamente, las más importantes en monto total, o algunas mezclas extrañas de datos, pero lo cierto es que Cristina Fernández, siguiendo los lineamientos de su esposo, el ex presidente Néstor Carlos Kirchner, está logrando 2 cosas muy simples. La primera, tan vieja como la humanidad, ir pulverizando primero las uniones más débiles; pero también comienzan a resquebrajarse las que aparentemente eran más profundas dentro de la cadena agroindustrial, mientras pelean por ‘salvarse”.

“Divide y reinarás” es el lema de estos días, especialmente cuando el tema de los poderes delegados (que permitieron que el Poder Ejecutivo fijara, entre otras cosas, las retenciones en lugar del Legislativo), entró en la cuenta regresiva final dentro del Congreso.

Se intenta hacer aparecer como “inevitable” el mantenimiento de las retenciones, mientras nada se habla de reasignación de recursos, de achicamiento del gasto, de aumentar la eficiencia global de la administración, etc.

Lo mismo se dice del 82% móvil para los jubilados, y hasta más aún: “si se sanciona, en 3 meses entramos en default”, se alarmó desde la Casa de Gobierno.

Por supuesto, con este escenario están quienes quieren sacar ventaja en el revuelo, los que quieren que nada cambie aunque sea “políticamente incorrecto” decir que se está a favor de las retenciones, y quienes, por quien sabe que razón (aunque mucho se sospecha que tiene que ver con alguna forma de “persuasión” oficial), gritan a los 4 vientos que si se sacan las retenciones, “se funden”.

Pero entre tanto tembladeral, la Administración K está logrando, finalmente, algo que venía solapado desde hace mucho tiempo, y es justamente, desnudar cuales son los sectores ineficientes, que necesitan del subsidio oficial para poder seguir adelante, aún con los altos niveles de evasión impositiva que muchos de ellos tienen. Y no hay que ir demasiado lejos para saber cuáles son, al menos, en el sector agroindustrial. La mayoría recibieron montos importantes de subsidios en los últimos años (molinería, usinas lácteas, algunos frigoríficos, procesadores de pollos, algunos grandes chancheros, no exactamente “pequeños productores”, etc.), muchísimo mayores que los escasos alcanzados por los agricultores.

Más aún, muchos de ellos reconocen la alta marginalidad de sus propios sectores, aunque por el momento, todavía parece primar el “espíritu de cuerpo”, y los beneficios de la prebenda, aunque esto sea “pan para hoy y hambre para mañana”. Sólo basta ver el caso de los frigoríficos jaqueados por la caída de casi 14 millones de cabezas del stock vacuno en 4 años, que hoy lleva los precios de la hacienda en pie a cifras inalcanzables para algunos y que, además, pueden llegar a ser “cuotificados” en breve por el Secretario Guillermo Moreno, para repartir aún más la miseria.

Es imposible distribuir si primero no se acumula. Tan fácil como la tabla del 2…

Otro sector ejemplificador es el de la molinería que corre riesgo de quedarse sin trigo antes de fin de año y que, en el mejor de los casos, va a tener que comprar a precio de oro el poco trigo de mala calidad que queda, y que ni siquiera fueron capaces de cubrirse en el mercado de futuros hace 6-8 meses atrás, cuando el cereal estaba U$S 50/60 por tonelada más barato que ahora.

Avatares de la falta de estrategia, y de la comodidad de que el Estado cubra las ineficiencias (claro, con plata de otro…).

Así las cosas, no pueden extrañar los crecientes enfrentamientos y divisiones de quienes hasta no hace mucho parecían unidos en la “cadena agroindustrial” cuando, en realidad, cada uno estaba sacando su ventaja especulativa y de corto plazo.

No es malo lo que está pasando. Si se evalúa bien hasta puede ser el principio de un nuevo esquema de producción más lógico e inteligente ya que, se sabe, “la fuerza de una cadena es la de su eslabón más débil”, o sea, que no hay salvación individual, si el resto se perjudica.

Aunque seguramente este duro aprendizaje no formó parte del objetivo de la Administración K, si bien son ellos los que lo están logrando vía el debilitamiento por división y dejando al desnudo la más obscena de las miserias: la humana.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de la Ingeniera Agrónoma Susana Merlo por gentileza de su autora y Campo 2.0.

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