domingo, 21 de noviembre de 2010

ENEMIGO ÍNTIMO




La demonización de Moyano, el nuevo negocio político de CFK

Por el Dr. Carlos Tórtora

A través de Julio Pereira, intendente de Florencio Varela, días atrás Aníbal Fernández habría dado luz verde para que los intendentes justicialistas del conurbano aumentaran sus presiones contra la conducción de Hugo Moyano en el PJ bonaerense. Éste, ante el riesgo de convocar al consejo provincial y quedar desairado, pospuso la reunión para el 6 de diciembre y busca comprometerlo a Daniel Scioli. Simultáneamente, en la conferencia anual de la UIA, CFK condenó las protestas agresivas, en alusión directa a los bloqueos de los camioneros. La tercera señal es el estrechamiento del cerco judicial sobre Moyano, a través de la investigación sobre la participación de la obra social de camioneros en la mafia de los medicamentos, que lleva adelante el juez federal Claudio Bonadío. Pero el toque singular es la brusca reactivación de la causa por el accionar de la Triple A en Mar del Plata en los 70. El juez Federal Rodolfo Pradas ordenó varias detenciones y el efecto periodístico apunta a la supuesta vinculación que por entonces tenía Moyano con varios de los acusados.

Otro dato especial es que varios ministros y secretarios del gobierno nacional habrían recibido instrucciones superiores de aparecer lo menos posible en reuniones con Moyano y su entorno.

Esta incipiente demonización de Moyano desde el propio kirchnerismo parece ser toda una cantera de posibilidades para la presidente. Si ella toma distancia pública, el camionero podría cargar cada vez más con las culpas no sólo de las presiones sindicales sino, sobre todo, de la escalada inflacionaria que se viene. Por otra parte, el autoritarismo oficial podría al menos disimularse en comparación con la obscena prepotencia del líder cegetista. Cuanto más repudio concentre la imagen de aquél, mejor parada en términos relativos quedaría la jefa de gobierno, sobre todo si muestra su creciente disgusto y convoca a la moderación y el diálogo con los empresarios para frenar a la patota sindical. Y ni que hablar de la adhesión que estas actitudes generarían en la clase media, hastiada del desborde gremial. La demonización de Moyano no sólo embellece por comparación la figura presidencial sino que agrada al público de izquierda, disgustado desde que Kirchner decidiera asociarse con aquél. Daniel Scioli es otro beneficiario de esta operación, porque la moyanización del PJ bonaerense puede tener para él un costo electoral importante. En cambio, un Moyano acosado por los jueces y castigado por la Casa Rosada podría ser más dócil a la hora de pulsear por las listas de candidatos para las diputaciones, senadurías e intendencias.

Enemigo íntimo

Para que la demonización le resulte políticamente rentable al gobierno, Moyano no debería derrumbarse. Aunque hay quienes en el gobierno dicen que si el camionero termina esposado como Juan José Zanola, CFK se asegura su reelección, otros son más prudentes. El juego que parece estar instalándose es usarlo como chivo expiatorio pero sin sacrificarlo, o sea, regular las presiones. En Olivos temen que los gordos, acordados con Luis Barrionuevo, se hagan cargo de la CGT en pleno año electoral. Una creciente tensión entre la Casa Rosada y la CGT no es, por cierto, un panorama tranquilizador, pero coincide con la naturaleza bélica y dialéctica del kirchnerismo. La presidente no tiene la misma inclinación que su marido por arengar todos los días contra Clarín, aunque esta guerra continúa con un perfil más bajo. La lucha contra la prepotencia de Moyano coincide, en cambio, con la cosmética que se le quiere aplicar al gobierno y con la idea de victimización que transmite CFK en cada uno de sus discursos. De paso, en esta nueva línea, el gobierno podría soltarle la mano a proyectos disparatados como el de la participación sindical en las ganancias de las empresas.

¿Qué hará Moyano?

Los esfuerzos de Moyano por pronunciar frases conciliadoras demuestran que advierte el peligro de terminar siendo el pato de la boda. Pero no es menos cierto que el gobierno lo sigue necesitando, porque es el ordenador del aparato sindical. Además, si el aparato de movilización de la CGT se desmoviliza, el gobierno sólo contaría para controlar la calle con los díscolos piqueteros, siempre dispuestos a reclamar lo imposible a cambio de sus servicios. Hasta es posible que Moyano, siempre y cuando las cosas no pasen a mayores, termine aceptando su rol de villano con tal de mantener su esquema de poder. Pero este nuevo equilibrio inestable está lleno de incógnitas. Es que si la sociedad identifica a Moyano como el principal problema para la gobernabilidad y CFK no puede solucionarlo, ella podría empezar a pagar un alto costo.

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