martes, 30 de noviembre de 2010

MARIONETA


LA MARIONETA SIN EL TITIRITERO Y EL PROBABLE RUMBO DEL PAÍS
El fallecimiento de Néstor Kirchner produjo un verdadero terremoto, no solo en el mundo político, sino también en el grueso de la ciudadanía. Si bien estaba la posibilidad de su muerte, nadie pensaba en la probabilidad que ocurriera tan sorpresiva y prontamente.
Néstor había dirigido la política nacional con un personalismo tan cerrado y un autoritarismo más propio de un dictador que de un hombre de la democracia, durante casi siete años. Ninguna decisión gubernamental de importancia se ponía en vigencia sin su previa aprobación. Concentraba absolutamente toda la suma del poder
Primero como titular del poder Ejecutivo y luego en un teórico segundo plano cuando impuso a su mujer como presidente de los argentinos.
No es el caso de un “monje gris” que gobierna detrás de bambalinas. Néstor Kirchner nunca ocultó que él es el que gobernaba. Lo hacía abierta y descaradamente, sin tapujos, usando todos los medios y facilidades del Estado que necesita para ello sin tener cargo oficial alguno.
Esa situación totalmente anómala, verdadera burla al sistema democrático, fue bautizada como “doble comando”.
El ex presidente convertido en un titiritero y la presidente sin ningún margen de maniobra propia, en una marioneta manipulada por el marido.
Cristina en algunas oportunidades intentó rebelarse a esta triste situación de quedar públicamente convertida en una figurita de cartón pintado, pero por lo menos en una oportunidad recibió una feroz golpiza de su marido.
Con el correr del tiempo en la gestión de la presidente esta extraña relación de gobierno fue quedando aceptada por la ciudadanía ¡¡!! y la presidente se ocupaba de la comunicación de la acción oficial, mientras su consorte maquinaba las decisiones gubernamentales más importantes y disciplinaba a sus seguidores mediante el ya conocido procedimiento kirchnerista de la amenaza, la presión, la compra de voluntades y conciencias y la extorsión.
Pero imprevistamente Néstor falleció descolocando totalmente el tablero político.
Su muerte y sus exequias, como casi todo de lo relacionado con la pareja real, deja un manto de dudas por la falta de transparencia, de información creíble y de procederes dudosos. Desde un ataque cardíaco, una profunda depresión y suicidio, un asesinato, un tiro accidental, hasta la simulación y su fuga a un país extranjero.
Como siempre, la situación daba lugar a cualquier especulación y fantasía popular.
Néstor Kirchner, el titiritero, había muerto y Cristina, la marioneta, quedaba sin quien la manipulase y dirigiese en el irracional rumbo que hace años tomó la política argentina.
La gran totalidad del país pensó que al desaparecer definitivamente el factor que envileció y degrado la política hasta extremos pocas veces visto y tomó el camino inverso al desarrollo que el país exigía, la situación debería normalizarse.
Cristina podría usar los factores favorables de la economía mundial, desaprovechados hasta el momento durante casi siete años, y finalmente cumplir lo que prometió más de una vez en la campaña presidencial, en su discurso en el Teatro Argentino de la ciudad de La Plata y en varias oportunidades posteriores al comienzo de su mandato.
También dejar atrás el estilo confrontativo y prepotente de su conjugue. Dejar de lado el estilo engañoso, llenos de trampas y chicanas de mala fe y los truculentos métodos usados por el ex presidente que caracterizó a la mal llamada democracia de estos últimos años.
Un conocido dicho del refranero popular dice que “muerto el perro se acabó la rabia”.
Pero lamentablemente desde las mismas exequias de Kirchner las actitudes de Cristina no fueron muy alentadoras en lo esperado.
El funeral fue convertido en un espectáculo mediático. Cientos de micros estacionados en la Av. 9 de Julio transportaron desde lugares muy alejados a miles de ciudadanos para dar marco popular al suceso. La mayoría conminados compulsivamente o por una dádiva oficial. Cristina ordenó el funeral en la Casa Rosada y no en el lugar en donde todos los argentinos están representados, el Congreso Nacional.
No permitió que líderes de la oposición le presentaran las condolencias y simplemente no los recibió. Lo mismo hizo con el resto de aquellos que se acercaron a presentar sus pésames, pero que no comulgaban con el kirchnerismo. Si en cambio a personajes polémicos y discutidos, algunos sencillamente impresentables, aliados al oficialismo. El desfile frente el ataúd se convirtió en un verdadero espectáculo casi teatral en donde había de todo, excepto la solemnidad que la circunstancia requería.
Las primeras decisiones de Cristina, seguramente llevadas por el dolor, el desconsuelo y desorientación inicial, fueron verdaderamente lamentables. Probablemente la que más impactó es que “… hay que profundizar el modelo…”.
Con el correr de los días se evidenció más claramente que la presidente se cerraba tozudamente en aquellos aspectos que llevaron al fracaso las gestiones de la dinastía Kirchner y que habían dividido el país en dos bandos antagónicos.
“…Al presupuesto que no se le cambie una coma…” ordenó tozudamente a la banca oficialista en el Congreso. Y así varias otras evidencias más, que señalaban que nuevamente se tomaba el camino erróneo.
Pero también a los pocos días unos pocos chispazos de racionalidad, por ejemplo el disimulado arreglo con el FMI para permitir sus controles en el país, la búsqueda de consenso con los empresarios industriales y bancarios y otros aspectos casi inimaginables durante la vida de Néstor.
Seguramente la presidente, fuera de los tejes y manejes del titiritero, fuera de la influencia perversa, maléfica e irracional de su consorte fallecido, pudo dejar de ser la marioneta de cartón pintado, ser ella misma y obrar libremente, adoptando decisiones que a todas luces y desde cualquier ángulo que se lo mire, se imponían casi por su propio peso.
Paralelamente el oficialismo se percató que se podía explotar políticamente el sentimentalismo de los argentinos mediante el nuevo perfil que mostraba la presidente en sus mermadas apariciones públicas. Perfil marcado por la desgracia de la desaparición del compañero de su vida y la infinita tristeza de ese hecho: el negro del luto, su desconocida moderación, sus gestos sin su soberbia y agresividad característica, sus mohines y su desconsolado llanto presente en casi cada uno de sus discursos.
Con un poco de sobreactuación, asumió el rol de víctima de un cruel y triste destino.
En solamente en menos de un mes la imagen positiva de Cristina subió del orden de 30 puntos y su intensión de voto trepó a un 46 %.
De ser ahora las elecciones presidenciales Cristina ganaría seguramente en la primera vuelta.
Pero seguramente en los próximos meses y hasta las elecciones presidenciales la actual fotografía de la situación política cambiará sustancialmente.
Este apoyo popular, dolido por la situación, es circunstancial y pasajero, producto del sorpresivo fallecimiento de su conyugue. Es simplemente una cuestión emocional. El sentimentalismo “tanguero” de los argentinos. Todos conocemos la voluble y cambiante postura de los argentinos. Pasamos de un extremo a otro. La pendularidad caracteriza nuestra historia.
Analizando muy someramente la situación podemos colegir que Cristina es absolutamente incapaz de mantener la cohesión de la “tropa” que Néstor reclutó tan coercitivamente a los largo de los siete años y que ya en vida comenzaban a desertar del oficialismo.
Por otro lado también sabemos que la presidente no tiene, y así lo hemos visto durante su fallida gestión, capacidad para ello. Su función, recordemos, era sencillamente la de comunicar. Todo lo demás lo hacía su esposo. Una muestra de su manifiesta incapacidad es el verdadero aquelarre y desorden del reciente tratamiento del presupuesto en el Congreso.
A ello le debemos agregar que las bombas que el ex presidente preparaba, postergando para el futuro soluciones para los problemas que exigía el país y que aparecieron durante su gestión, comenzaron a explotar en las manos de su esposa.
Por otro lado empezó a aflorar con toda su crudeza la trama y el verdadero esquema delictivo que Néstor había montado en su desmedida ambición de poder y dinero.
La investigación que actualmente se lleva a cabo contra el ex Secretario de Transportes; Ricardo Jaime, revela, sin dejar lugar a ninguna duda, las perversas y delictivas relaciones entre este personaje y la cima del poder.
La marioneta se ha quedado sin el titiritero.
No podrá mediante su conocida cháchara, con la pesada, demasiado pesada y maloliente mochila, que le dejó el ex presidente. El ocaso de Cristina es casi inminente. De nada le valdrán sus cuantiosos bienes para esquivar la Justicia y también su segura detención de por vida en alguna unidad carcelaria.
Y el futuro del país, lamentablemente, es gris e incierto

Dr. ALFREDO RAÚL WEINSTABL
alfredo@weinstabl.com.ar

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