lunes, 22 de noviembre de 2010

NOSOTROS



*“Y cada vez peor,
Y cada vez más rotos [..]
Sin rastro de nosotros”. Joaquín Sabina

Por Malú Kikuchi (21/11/10)



Nosotros. Nosotros los argentinos. ¿Existe un “nosotros los argentinos”, o es sólo la utopía de algo que alguna vez fue? “Nos” es el plural de “yo”, y los “otros” son los demás, los distintos, los que no son como uno. Pero el pronombre nosotros nos involucra con los otros. La pregunta es insistente, ¿existe un “nosotros los argentinos”?

En la radio, escuchando a los oyentes el miércoles pasado, en pocos minutos se siguieron, casi pegadas, dos opiniones, las dos valiosas y representativas. La primera de las opiniones aseguró que el actual gobierno era un absoluto desastre y una desgracia nacional.

La segunda opinión sostuvo lo mismo y le sumó que los diferentes partidos que forman el arco opositor, eran un absoluto desastre y una desgracia nacional. Las dos opiniones aportaban argumentos sólidos, valederos y creíbles. Las dos se sustentaban en hechos comprobados.

Si las dos opiniones son verdaderas, Argentina está gravemente enferma. Y lo terrible es que lo está, que estamos gravemente enfermos. Admito que lo que estoy escribiendo es altamente antipático, políticamente incorrecto y sumamente desagradable para todos, y me incluyo.

Pero el ejecutivo y todos aquellos que conforman y sustentan al partido gobernante, son tan argentinos como nosotros, aunque en materia política representen a los otros. Fueron votados y elegidos por otros argentinos. Mandatarios y mandantes, han sido en su gran mayoría, educados en escuelas argentinas.

En cuanto a los integrantes de los partidos que se supone son la oposición, también son argentinos como nosotros, fueron votados por argentinos y en su inmensa mayoría, son el producto de la educación argentina. Lo que implica que tanto el partido gobernante y los que lo representan, como las distintas oposiciones y quienes las representan, NOS representan. Todos “made in Argentina”.

Nosotros, los argentinos, demostramos una y otra vez nuestra absoluta incapacidad de sumar y nuestra inverosímil y exitosa capacidad para dividirnos. Parecería que para un argentino no hay nada peor que otro argentino. Hoy, el arco opositor está fragmentado.

Los diferentes partidos de la oposición se odian entre sí, hacia fuera y hacia dentro. No se suman a nadie, no apoyan en sus denuncias a nadie, no sea que la corporación política se vea involucrada en un escándalo nacional. Ante la opinión pública están involucrados de todos modos y con ellos, nosotros que los votamos.

Estamos muy enojados con todos los políticos, los de un lado y los del otro, estamos a un paso de volver a gritar “que se vayan todos”, y si no lo hacemos es porque aprendimos que no sólo no se van, sino que se quedan para que los volvamos a votar. Y los volvemos a votar. Nosotros, los argentinos.

No es un problema de los políticos que son todos malos, corruptos, inmorales y sinvergüenzas; no es cierto. Todos no lo son, algunos zafan. El tema es entender de una buena vez que el problema somos nosotros. Nosotros, los argentinos.

No importa cual sea su idea política y su personal proyecto de país, a esta altura tiene, tenemos que entender, que todos los políticos son nuestros representantes en el estricto sentido de la palabra y no me refiero a sus roles constitucionales.

Nos representan porque son compatriotas, argentinos, no los mandó la CIA, ni AL QUAIDA, ni los restos de la KGB, ni siquiera los trajo el Principito de Saint Exupéry del asteroide B 612. Son nuestros. Es feo admitirlo, pero es la verdad. Y en este caso, la verdad es triste y tiene remedio. Tenemos que empezar a cambiar. Nosotros,

Si nosotros cambiamos, ellos van a tener que cambiar. Porque ellos, aunque no nos guste, son “nosotros”. Y no es posible que no haya alguien que nos merezca respeto, que ya no creamos en nada, ni en nadie; ni en los que están, ni en los que pudieran venir.

Nadie nos convence. Unos por corruptos, otros porque no son capaces de gobernar, otros porque son mesiánicos o porque son empresarios recién llegados a la política, otros por demasiado utópicos y fuera de la realidad. Nada nos viene bien. A nosotros, los argentinos.

Hay corrupción, es cierto, lo sabemos y lo toleramos. Nos mienten descaradamente, lo sabemos y lo toleramos. Nos estafan todos los días, lo sabemos y lo toleramos. Nos matan, nos secuestran, nos violan, nos roban, lo sabemos y lo toleramos. Y no me diga que no podemos hacer nada, porque no es cierto.

Cuando nos tocaron el bolsillo en el 2001/2, reaccionamos. ¿Nosotros existimos como sociedad sólo cuando es un tema de plata? Pareciera que los pesos son el único motivo que nos motiva comunitariamente.

No somos capaces de exigir lo que es nuestro derecho y nuestra obligación ciudadana: transparencia en la gestión de gobierno, rendición de cuentas de los dineros que pagamos con nuestros impuestos y aplicación estricta de las leyes con respecto a nuestra seguridad. No lo hacemos.

Es más fácil acusar al gobierno y a los demás partidos políticos de todo lo malo que nos pasa, que es mucho. Pero somos responsables de no hacer responsables de nuestros males a aquellos que lo son. Ser responsable, hacerse responsable, quiere decir encontrar la respuesta, responder al problema. Y parece que el problema somos nosotros.

Nosotros que no sabemos ser nosotros, que nos dividimos cada día más en nos y en otros, y así no se construye una nación, así se destruye. Ya nos hemos convertido en un territorio muy generoso, habitado por personas que todavía, y no se sabe por cuanto tiempo más, guardamos algunos pocos rasgos en común.

El más importante, el que nos identifica como argentinos, es creer firmemente que la culpa de cualquier cosa la tienen los otros; que la solución nunca depende de nosotros, sino de los otros, y que los otros no tienen nada que ver con nosotros.

Las presiones del gobierno sobre los diputados en el tema del presupuesto son innegables. Los que presionaron y los presionados, son argentinos. Los que denuncian y son abandonados por sus propios partidos, son todos argentinos. Los que dan quórum y los que no lo dan, de acuerdo a lo que les conviene, son argentinos. Los que cierran con el gobierno sin creer en el gobierno, a cambio de algún beneficio, son argentinos. Incluyo al periodismo. Diputados argentinos dieron un triste espectáculo de violencia verbal y física. La violencia siempre está mal, ¡pero qué buen cachetazo!

Si ningún político lo convence, además de criticar, métase en política, juéguese, intente recrear el “nosotros”. Fuimos una gran nación, intentemos volver a serlo. Sólo de nosotros depende.

*”Amor se llama el juego”. Joaquín Sabina.

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