lunes, 22 de noviembre de 2010

TINELLI


LA "TINELLIZACIÓN" DE LA POLÍTICA

Por Gabriela Pousa

De repente, como si la delincuencia no hiciera estragos ya en esta Argentina surrealista, la violencia se institucionaliza. Y el debate cae en las fauces de una banalidad supina.

Aquel Congreso que fuera escenario de suicidios y asesinatos, con causas cuya sola mención hoy provocarían risa, surge como un ring donde las palabras se materializan.

No es fácil analizar la política cuando los hechos más trascendentes de la misma se limitan a un funeral, una boda con tres tortas y un cachetazo que hace historia.

Todavía menos sencillo resulta explicar que el velatorio gozó de una suerte de algarabía, con murgas y cánticos de barrabravas que confundían la Rosada con la cancha, mientras el casamiento tuvo un dejo de melancolía con ausencias que abrieron paso a suspicacias, intrigas y presencias inauditas.

Pero así es la Argentina...

Para culminar con los acontecimientos de la encumbrada dirigencia política, nada mejor que la empatía. Es decir, emular aquello que mayor pasión y desvelo provoca en la ciudadanía.

No se puede negar que cuarenta puntos de raiting equivalen a un porcentaje de votos importantes, razón por la cual la “tinellización” de los debates en las comisiones legislativas aportó una estrategia de marketing proselitista suficientemente interesante, máxime si se lo estudia desde el punto de vista de la sociología.

El cross de derecha con el cual la diputada Graciela Camaño engalanó la jornada tras una sesión que debió ser abortada –para la bendición a escondidas que el oficialismo brindó a Cristina– y que resonó como un villancico navideño en la mejilla de Carlos Kunkel, acreedor de un sinfín de actos similares pero reprimidos por diplomacia o cobardía de la oposición y –por qué no sincerarnos– también de la ciudadanía, fue el toque de gracia de la semana.

Lo cierto es que, en apariencia, la Jefa de Estado quedó como muchos argentinos: sin presupuesto...

¡Vaya paradoja! Por vez primera, quizás, puede decirse que está a la par del pueblo que confiesa amar y representar con hidalguía. En rigor, sólo con ironía puede explicarse lo que pasa o pasó.

Ahora bien, ¿hasta qué punto la falta de la “ley de leyes” no era lo que se buscó denodadamente? Este tipo de sospecha es casi una constante y se relaciona simultáneamente con el descrédito que sufre el Gobierno gracias al engaño permanente que ha hecho desde el vamos.

¿O acaso no se puso en tela de juicio la mismísima muerte del ex mandatario? No hay evento que no caiga en la duda cartesiana. Si la Presidenta desea ser reelecta o no, es motivo de polémica: ¿puede más Máximo o la “nena” cuyos planes están en el imperio del consumo, artífice del maldito neoliberalismo de los 90?

Todo son preguntas en esta etapa donde se empieza a acabar la tregua.

Lo cierto, en medio de todo ello, es el lamentable espectáculo que están dando aquellos que asumieron como “representantes del pueblo” y que, es dable admitir, así se ha considerado al menos a una de ellos, la última semana, no por una oratoria cuyo contenido era de incumbencia de los argentinos sino por una bofetada que pese a repudiar la violencia, se ha sentido justa y necesaria.

A ese punto se nos ha llevado. Dónde culmina el guión sigue siendo parte del enigma no develado

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