miércoles, 17 de noviembre de 2010

CULTURA DEL SOBORNO




El renovado capítulo de las coimas o intentos de adquisición de legisladores en el Congreso de la Nación vuelve a poner sobre el tapete las preguntas relativas al carácter innegablemente enfermizo de nuestro sistema republicano. La partida de Carlos Reutemann y la renovada fase de victimización del oficialismo.

por Matías E. Ruiz
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El sistema "democrático" argentino vuelve a mostrar sus filosos y pestilentes caninos, a partir de la nueva telenovela de los intentos de cooptación de diputados y diputadas en el tristemente célebre parlamento nacional.

La muerte de Néstor Carlos Kirchner constituye -otra vez- la óptica bajo la cual debería analizarse el intríngulis que por estas horas ocupa las primeras planas de los periódicos de tirada masiva. Desaparecido el arquitecto del inexistente modelo, es un hecho comprobado que las desprolijidades de los fieles soldados del gobierno federal se acentúan, al punto de rozar el ridículo.

El lector dirá que lo que sucedió en la Cámara Baja en ocasión del tratamiento del Presupuesto 2011 no se remite simplemente a la esfera de lo desprolijo: se trata, en rigor, de un hecho gravísimo. Y criterio y razones no escasean para fundamentar esa creencia. No obstante, al menos desde lo operativo, la Casa Rosada incurrió en procedimientos de corte insanablemente amateurista. Mucho de ello puede explicarse a partir de la ausencia del hombre que se encargaba de todos los detalles y que se las arregló estupendamente para jamás dejar tuerca sin ajustar.

Se llega, de esta manera, a un escenario cuasisurrealista en donde los legisladores y legisladoras terminaron poniendo el grito en el cielo, en lugar de -como tantas veces en el pasado- extender las manos y aceptar, sonrientes, la gratificación. Algunos medios incluso dejaron la duda metódica de lado, para referirse con todas las letras a Aníbal Fernández y Julio De Vido como los responsables encubiertos y no tanto de una maniobra que ya le está resultando tortuosa en los resultados a Balcarce 50 y a su devaluada mandamás, la Presidente Cristina Fernández de Kirchner.

Porque Cristina -de viaje por Corea- estalló en incontenibles arrebatos al enterarse de lo ocurrido. Pero el nuevo pico de estrés que -según se refiere- ha atacado a la primera mandataria no ha tenido que ver tanto con el bloqueo opositor de la iniciativa oficial del Presupuesto. La furia presidencial encontró su gatillo en virtud de que la táctica de cooptación se afirmó sobre un terreno tan endeble que ya pobló la totalidad del espectro mediático, amenazando con nuevas facturas políticas que deberá afrontar la Administración.

Más grave aún: ahora se conoce que la estrategia oficial no consistía verdaderamente en lograr la aprobación a ojos cerrados de la iniciativa presupuestaria oficial. De lo que se trataba era de embarrar el escenario para que el Presupuesto 2010 continúe en vigencia por un año más (por la vía del Decreto). La razón: en pleno año electoral, la reimplementación del programa de pagos del año que termina permitirá, durante 2011, reasignar partidas no menores a los 40 mil millones de pesos argentinos. Cifra holgadamente suficiente para continuar aceitando la maquinaria de propaganda gubernamental en los canales de televisión y cable, con el foco en los mensajes que se desparraman hacia las capas sociales inferiores desde esa herramienta deleznable que se da en llamar Fútbol Para Todos. Es decir, que verse obligado a tolerar los comentarios del insufrible relator Marcelo Araujo y a su patético colega, Alejandro Apo, no era lo más grave del asunto.

Para redondear el análisis: el oficialismo/cristinismo no solo perdió el efecto sorpresa -aspecto fundamental para la victoria en cualquier batalla-, sino que expone a sus más encumbradas figuras a futuras interpelaciones y -más tarde- a caminatas interminables por Comodoro Py. A tal efecto, para la gran mayoría de los argentinos es inocultable la insoportable levedad del ser de que se enorgullece el Ministro don Aníbal Fernández. Sin embargo, debería reconocérsele que es el funcionario más brillante y escurridizo de la Administración Fernández de Kirchner. El que sepa interpretar, que interprete sus palabras: el vicepresidente del violento club Quilmes invirtió horas interesantes en descalificar al titular de Economía, el amateur Amado Aimé Boudou en lo que hace a inflación. Por si ello hubiera sido poco, Aníbal el Grande ya refirió en las últimas semanas que el diálogo con el Peronismo Federal es posible. ¿Estará pensando Aníbal en negociar algún futuro salvoconducto?

Sobran argumentos para declamar que el Congreso de la Nación Argentina es una suerte de desvencijado palacete en donde suelen ingeniarse las maniobras de corruptela más notables. Las escaramuzas entre polos aparentemente opuestos en lo ideológico son, al fin y al cabo, inverosímiles performances de actores venidos a menos. Ricardo Alfonsín y Fernando Pino Solanas podrán elevar plegarias al cielo para que el sistema mejore su transparencia, pero a fin de cuentas todos obedecen al mismo amo ciego, sordo, gruñón y desagradecido. El rosarino Agustín Rossi no cejará en sus discursos en defensa del "gobierno nacional y popular" mientras sigue consolidando sus negociados en parajes bucólicos de su querida provincia de Santa Fe, para luego ocultarse un par de veces por semana en su pequeño departamento junto al centro comercial Patio Bullrich (guardaespaldas incluídos, por cierto). Mientras todo esto sucede, aquellos que critican las falencias del sistema son señalados con dedo acusador y tildados de "golpistas", "destituyentes" o hasta "militaristas"... por aquellos que resultan ser los mismísimos beneficiarios del corrupto conglomerado. Primera regla para detectar a un culpable de algún oscuro episodio: su defensa se resume a la expresión "Remítase a la Justicia". Obviamente que el responsable de un acto de corrupción invitará siempre a dirigirse a aquellos que mejor le sirven y que mejor se cotizan: los magistrados. El eslogan que todo lo cobija: "Entre miembros de los Tres Poderes, no deberíamos pisarnos la cola".

Mientras tanto, en ese otro escenario que se da en llamar "vida real", las soluciones continúan brillando por su ausencia. Todos los días se asiste a un interminable déjà vu en donde ciudadanos de trabajo son ultimados de disparos en la cabeza por una delincuencia que se aprovecha de cada resquicio o tecnicismo legal preparado a medida por esta "democracia". Durante este viernes 12 de noviembre, por ejemplo, hordas de inadaptados se han decidido a cortar la Avenida Callao en protesta por no se sabe -ni interesa- qué problema tienen con la Casa de la Provincia de Buenos Aires, sus regentes o su inepto Gobernador. Estos individuos, al tiempo que reclaman sus derechos, se manifiestan con niños y bebés para ofrecerlos como escudos humanos para el caso en que las autoridades se decidieran a reprimir. Como también es obvio, la plana mayor de la Policía Federal -bajo control de Aníbal el Grande- ordenará un prolijo cruce de brazos. En ocasión del homicidio del militante Mariano Ferreyra, el Partido Obrero se esforzó en negar que sus violentos personeros se movilizaban apertrechados con gomeras y munición en forma de tuercas para provocar el enfrentamiento que derivó en el final ya conocido. Las armas de fuego también son liturgia obligada en ese espacio. Se trata, ni más ni menos, de la consecuencia directa de una democracia basada en la exageración de los derechos y la abolición de las obligaciones. Contexto desde el que ninguna sociedad podrá jamás arrimarse al progreso.

La desinformación cumple, de paso, con su parte del plan. Durante la pasada semana y gran parte de la presente, tuvieron lugar cortes masivos de energía eléctrica en numerosos barrios de la Capital Federal, desde Belgrano hasta Vicente López, pasando por Nuñez, Floresta y Coghlan (por citar solo a algunos). Ningún ámbito de la prensa tradicional se hizo eco del episodio que dejó sin luz ni agua a decenas de miles de personas y que obligó a cerrar las puertas de bancos y estaciones de servicio. Detalle que vuelve a remitir al correlato de la connivencia entre los jugadores más importantes del conglomerado Papel Prensa y su ya innegable acercamiento con la Casa Rosada y sus dignatarios para no "entorpecer" a una gestión presidencial que hace agua por todas partes. ¿Se trata acaso de un temor de la prensa a recibir nuevas acusaciones de "golpismo" o simplemente de un reinicio de negociaciones para proteger los propios intereses?

Antes del nuevo escándalo del Congreso, los peones de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner se ocuparon de anticipar los próximos pasos de su plan. Estos consisten en reflotar una trillada estrategia de victimización, inundada por alegatos de parte de funcionarios y legisladores del riñón oficialista que rezarán que "la oposición intenta derribar al Gobierno Nacional". Esta iniciativa -cuyo efecto sorpresa también se ha evaporado- conlleva sus peligros. Porque el mismísimo sistema goebbeliano relativo a la propaganda (aún cuando la alienta) alerta sobre los peligros de la repetición in extremis. De tanto intentar aparecer Cristina Kirchner como una víctima o potencial mártir, la opinión pública podría comenzar a creer que ella invierte más tiempo en inventar una manera elegante de abandonar la Casa de Gobierno que en intentar controlar la situación. De hecho, esa es una de las versiones que más fuerza cobra por estos momentos, a saber, que la Señora prefiere atenerse a una salida anticipada antes que seguir desgastándose en una gestión irreparablemente inepta y que -al cabo de un largúisimo año calendario- podría arrimarla a un procesamiento y una persecución judicial ejemplares. Porque la dirigencia argentina es corrupta pero no es estúpida: muy de tanto en tanto, surge algún mecanismo correctivo para evitar que vuelva a cobrar vigor aquel reclamo del "Que se vayan todos". Este grito social significa una amenaza extrema para la política corporativa, por cuanto podría convertirse en un sacudón que dejaría a muchos fuera del negocio. Cuando Domingo Cavallo viajó a los Estados Unidos en momentos previos a la explosión de diciembre de 2001, solicitó a las grandes instituciones financieras de Nueva York que asistieran a la República Argentina con créditos basados en cifras inverosímiles e inaceptables. En esos números se incluía lo que se conoce como el "déficit político": un número aproximado a los 20 mil millones de dólares que -se calcula- es el dinero que la clase dirigente se anota anualmente para su propio bolsillo. Como es de imaginarse, el pedido enmudeció a los albaceas de los grandes bancos, por lo ridículo. La plana mayor del Citibank levantó el teléfono para describir lo sucedido y allí se terminó todo: las calles del país ardieron. El dato sirve para ilustrar que el affaire del Congreso -si bien no carece de gravedad- se reduce, a la postre, a centavos.

La partida de Carlos "Lole" Reutemann del Peronismo Federal tiene sus implicancias y, por cierto, favorece a la estrategia comunicativa oficial de alejar la atención del propio centro para remitirla hacia los núcleos opositores. Según se refiere, el ex piloto de Fórmula Uno decidió su separación en virtud de diferencias irreconciliables con figuras como Duhalde -quien solo atiende a su propio juego y que no necesariamente debe coincidir con una candidatura presidencial-, Romero, Puerta y los Rodríguez Saá. De todas maneras, el santafesino está llamado a una batalla interminable con sus propios demonios, que ganan energía en la figura de su propio caballo de Troya -Roxana Latorre- y un "compilado multimedia" que -se insiste- podría hacerlo trastabillar en sus ambiciones políticas. En su caso, querer no equivale necesariamente a poder. El abandono del espacio federal de parte de Reutemann se explica en función de las diferencias con los ex colegas sobre cómo replicar a la agenda victimizante del kirchnerismo residual. La línea dura está liderada por Alberto Rodríguez Saá quien, aún con poca prensa, castiga con horadante crítica no solo al Gobierno Nacional sino al propio duhaldismo, al que etiqueta de "vieja política".

Es curioso que para la columna anterior de quien suscribe hayamos optado insconcientemente por el concepto "supermercado" para describir el quehacer politiquero del verano por venir. Según se observa, la temperatura del escenario se ha incrementado en varios grados, mucho antes del 21 de diciembre. Y el epicentro de este fenómeno con rasgos de microclima se ha vuelto ahora el parlamento. Allí parecieran localizarse las góndolas y las "promociones de ventas".

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