martes, 17 de mayo de 2011

ASESINATOS VIRTUOSOS


Asesinatos virtuosos

Nunca termina de sorprender la dualidad moral del pensamiento único. Hasta hace poco, cualquier muerte infligida aun en guerra justa, sobre todo defendiendo el orden público escarnecido, representaba un delito execrable. De tal manera, todavía se catalogan los modernos crímenes de "lesa humanidad", imprescriptibles, irremisibles, inconmutables, inolvidables. Desde luego, cometidos por el bando opuesto al terrorismo idealista. Pero ahora se ha llegado aun más lejos: a la inversa, ciertos crímenes resultan laudables. Por de pronto, en dos casos especiales; de asesinatos "selectivos", para eliminar el peligro de verdaderos o supuestos enemigos, y en la guerra "preventiva", para acabar con poblaciones posiblemente peligrosas. Son flamantes instituciones del nuevo derecho internacional, surgidas del estado de necesidad para el dominio universal.

Es así cómo acaba de manifestarse el primer caso de justicia asesina en la historia humana. Con la eliminación (real o ficticia) de Bin Laden, celebérrimo arquetipo del terrorismo detestable. El acontecimiento ha sido festejado ruidosamente por el gobierno norteamericano; en la franca línea que ya aportara elementos para perseguir, en la Argentina, a los combatientes contra el terrorismo de los años 70 (1). El mismo celo, por otra parte, que aguanta el terrorismo castrista a pocos metros.

Es notable, también, cómo se está borrando la frontera entre la verdad y la mentira, con pasiva tolerancia o aceptación general. Sea consecuencia del machaqueo mediático o por la omnímoda opinión pública, que va plasmando las personalidades "políticamente correctas" y aceptables.

Tanto más grave resulta el fenómeno cuanto mayor es la altura donde sucede, con su consiguiente arrastre. Por ejemplo: a raíz del asesinato real o supuesto de Bin Laden, el vocero del Vaticano ha manifestado que "frente a la muerte de un hombre, un cristiano no se alegra nunca, sino que reflexiona sobre las graves responsabilidades de cada uno ante Dios y los hombres, y espera y se compromete para que cada acontecimiento no sea ocasión para un crecimiento ulterior del odio, sino de la paz". ("Zenit", 2/5/11).

Expresiones que despiertan más que serias dudas. Porque la "muerte" de este hombre ha sido un "asesinato" fríamente planeado y ejecutado por un comando militar; por lo cual difícilmente pueda producir un crecimiento de la paz. Resulta todavía más asombroso que el vocero, en lugar de deplorar terminantemente el crimen, recuerde que el occiso "tuvo la gravísima responsabilidad de difundir división y odio entre los pueblos, causando la muerte de innumerables personas...".

O sea, repitiendo así las acusaciones en boga. Y aquí corresponde dejar claramente sentado que, en ocasiones, Roma ya ha advertido que no todo cuanto se publica allí refleja el pensamiento y la doctrina del Sumo Pontífice. Resulta innecesario advertir que, en este caso, no se trata, obviamente, de esperar un panegírico. Mas, como todo lo que se conoce de la víctima proviene de sus enemigos encarnizados, la prudencia aconseja suspender el juicio. No sólo al ignorarse la realidad de suyo imparcial, sino por la mendacidad proverbial del pensamiento único.

Cuyas explicaciones, por ejemplo, sobre el ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono siguen nutriendo vehementes sospechas de la peor calaña. Por otro lado y en conexión con el sentimiento único, claman al cielo las torturas de lesa humanidad que se ejecutan descaradamente en las mazmorras de Guantánamo. A lo que cabe agregar la distracción pública, gracias a la uniforme displicencia de los medios, ignorando prácticamente el asesinato de los tres niños en Libia... ejecutado por un misil humanitario.

En 2002, el departamento de Estado de los Estados Unidos entregó documentación vinculada con el accionar antisubversivo en la Argentina, para su publicidad y con destino a entidades enfrentadas con las FF. AA. Fue muy llamativo el procedimiento extemporáneo (más de 20 años después de los hechos). Con la flaqueza de testimonios basados en charlas confidenciales narradas unilateral y anónimamente, ya que los nombres de los norteamericanos fueron tachados por la censura de origen (cfr. "La Nación" , 21/8/02). Lo ocurrido dejó flotando una densa sensación de incoherencia. Puesto que el aporte provenía de quienes acababan de arrasar Afganistán con poderosas bombas, conjeturando que albergaba al sospechoso de los atentados contra las Torres Gemelas.

Juan E. Olmedo Alba Posse es abogado y profesor universitario.

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