domingo, 26 de junio de 2011

EL FINAL DEL MANCO


¿A comenzado el final de la carrera política de Daniel Scioli? ¿Es el nuevo Julio Cobos, que de ganador pasó a derrotado? En cualquier caso, Cristina intentó trabajar el futuro del gobernador, quien a su vez recibirá embates desde el propio peronismo.
. Daniel Scioli ha dado ventajas enormes a sus competidores presentes y futuros al no marcarle límites a Cristina Fernández.

Por un lado, es evidente que Cristina le aplicó un controller respecto de las ambiciones 2015 del hoy gobernador bonaerense. Juan Gabriel Mariotto no trabajará junto a Scioli sino para Cristina, al menos así será el escenario inicial.

Por otra parte, Scioli aparece concediendo por demás frente a un Juan Manuel Urtubey, por ejemplo, que con seguridad descenderá al territorio bonaerense hacia fines de 2011, luego del comicio.

Ni hablar de José Manuel De la Sota si triunfa en Córdoba. Scioli ya no es un líder para el peronismo no kirchnerista. Ni para el no kirchnerismo no peronista. Ni para el kirchnerismo. ¿Cuál es el público objetivo de Scioli de ahora en más cuando hasta le ocultó a sus propios colaboradores, durante más de 1 semana, que Mariotto era el elegido de Cristina?

En tanto, aqui algunos recortes.

1. Acerca de Daniel Scioli, que le ocultó a sus colaboradores lo que él ya conocía: que Gabriel Mariotto sería su compañero de fórmula.

Marisa Álvarez en El Día, de La Plata:

"(...) Por lo pronto, la dirigencia peronista ya evalúa que con Mariotto en la Presidencia del Senado -siempre que el oficialismo gane la elección, claro- ya nada será igual. Para Scioli y sus ministros, el hombre que debería tener una aceitada relación con ellos, con la tropa legislativa propia y con la oposición para que el Ejecutivo obtenga la sanción de las leyes que considere necesarias (y que no salgan las que no quiera) es un absoluto desconocido para estos tres sectores; un desconocimiento que implica confianza cero y 100 por ciento de sospechas.

Pero no sólo todo será distinto en el plano legislativo. Scioli sabía desde hacía diez días que Cristina había resuelto que fuera Mariotto el candidato a vice. Se lo dijo Zannini, pero el Gobernador apostó a cambiar esa decisión en una conversación con la Presidenta. Apuesta perdida. En su segundo mandato, el hombre de "la ley de medios", el que discutió con Beatriz Sarlo en el templo del ultrakirchnerismo más desbocado (6,7,8 por la TV Pública) buscará, desde la estratégica presidencia del Senado, cambiar el perfil y modificar la estructura de poder del oficialismo bonaerense, con un trasvasamiento del peronismo histórico y orgánico (ortodoxo, si se prefiere) al supuesto "kirchnerismo puro" donde se nuclean organizaciones ex piqueteras, individualidades que cultivan el "anti-pejotismo", la juventud que milita en La Cámpora y grupos transversales (no peronistas), entre otros. (...)".


7. Hay otro testimonio que corrobora que Scioli ya conocía de antemano la situación. Paola Juárez lo escribió para Los Andes, de Mendoza:

"(...) En el entorno de Scioli hace una semana que tenía la sospecha de que la Presidenta les mandaría a Mariotto. Le aconsejaban a su jefe que lanzara su fórmula sin el permiso presidencial.

“Si ponen a Mariotto, a Daniel le hacen un golpe de Estado en poco tiempo”, dijo una fuente de extrema confianza del gobernador. Fue Mariotto y Scioli resistió hasta donde pudo: Cristina Kirchner no negocia nada, a lo sumo acepta sugerencias pero decide todo ella. Y en los anuncios de ayer mostró que está dispuesta a desafiar a hombres clave del PJ.

Priorizó en cada elección rodearse de quienes podrán defenderla en su segundo mandato, si gana en octubre. Las últimas 48 horas mostraron no sólo que el poder está concentrado como nunca, sino además que la Presidenta no cederá en su plan de profundizar su estilo y sumar sólo personas en las que confía. Los kirchneristas puros, es decir que le responden.

Recluida en Olivos, después del leve accidente que tuvo, Cristina Kirchner decidió no sólo su compañero de fórmula sino el de Daniel Scioli y además a todos los candidatos a diputados y senadores, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.

A Carlos Zannini, poderoso funcionario y hombre del riñón presidencial, se le adjudica tener “la lapicera”. Pero en verdad, la única que maneja “la lapicera” es la Presidenta. A lo sumo ha delegado en “el chino Zannini” las negociaciones con el resto de los distritos. Pero fue ella la que miró cada una de las listas. En su despacho de Olivos, tuvo reuniones todo el tiempo y ordenó cómo quería que fuera la presentación que hizo ayer de su compañero de fórmula. Cuidó los detalles al máximo.

Guardó el secreto sobre su vice no sólo porque a los Kirchner siempre les gustó tener a todos detrás sin saber nada, sino porque lo decidió al final. Lo sabían Zannini y el candidato. Ambos conocen las reglas presidenciales: Cristina Kirchner, como Néstor, no perdona la traición de contar las intimidades del poder.

(...) En el peronismo no están acostumbrados a esa lógica del poder. Todos respetan que los votos son de la Presidenta, pero son varios los gobernadores y los legisladores que reclaman en privado que se les reconozca que son parte del proyecto. Los únicos que presionaron en público fueron los sindicalistas, porque además están acostumbrados.

(...) Scioli hizo un esfuerzo por poner límites a las imposiciones de la Presidenta. El viernes se fue de Olivos derrotado. Apagó todos los teléfonos y se quedó con dos de sus hombres incondicionales. No tenía margen para hacer alguna jugada política. Ya venía mal porque la Presidenta ni le había adelantado que anunciaría su candidatura el martes pasado. Luego pensó que Cristina Kirchner enviaba a sus operadores a decirle lo de Mariotto pero que eso habilitaba una negociación.

El viernes la Presidenta le contó su decisión. Mariotto ya festejaba por anticipado. (...)".


8. Acerca de peronismo y verticalismo, origen del espíritu monárquico atribuido a Cristina Fernández.

Mariano Grondona en el diario La Nación, de Ciudad de Buenos Aires:

"(...) Cuando Perón fundó su movimiento, le puso un principio en el fondo militar: que, habiendo un jefe, nadie podría discutirlo. El principio "verticalista" ha demostrado ser muy efectivo porque, en su nombre, los dirigentes kirchneristas han podido traicionar al jefe anterior, caído en desgracia, sin cargo de conciencia. ¿Por qué, si no, los dirigentes justicialistas, salvo contadas excepciones, han podido pasar tan fácilmente de Menem a Duhalde y de éste a Néstor y Cristina sin que esa noche los desvelara su conciencia? Porque el principio verticalista los eximió de toda sensación de culpa.

A este rasgo kirchnerista habría que sumar otro igualmente "monárquico": el protocolo que rodea a los discursos presidenciales.

Casi todos ellos se propalan por cadena nacional, delante de una corte de aplaudidores cuya misión es celebrar cada frase de la Presidenta, sin que a ella puedan perturbarla ni la conferencia de prensa ni los debates pluralistas ni los reportajes independientes que acompañan a las auténticas democracias.

Tampoco es republicana la costumbre de la señora de Kirchner de aprobar mediante decretos de necesidad y urgencia (DNU), aquellas iniciativas del Ejecutivo que debería discutir el Congreso, ni la de bloquear la acción de los organismos del control nacidos para vigilar su desempeño, ni el caso reciente, pero no por cierto único, de la corrupción de los hermanos Schoklender ante la distraída mirada de su hasta ayer mentora Hebe de Bonafini y de los ministros y secretarios de Planeamiento que incumplieron su misión de canalizar según la ley los cuantiosos fondos estatales. Es que no hay "presupuesto" sino "caja": miles de millones en manos del Ejecutivo, sin que nadie pueda pedirle cuentas.

A estos rasgos despóticos, típicos de las "democracias delegativas", debiera sumarse el rasgo "dinástico" en función del cual Cristina sucedió a Néstor como su esposa y heredera. Pero al lado de los rasgos despóticos y dinásticos subsisten otros rasgos democráticos, el principal de los cuales es que el pueblo, pese a todo, igual podrá pronunciar su palabra en la sucesión escalonada de elecciones que nos acompañarán a partir del 10 de julio.

Ante tantos rasgos despóticos, pero ante la subsistencia de un fuerte residuo democrático, ¿cuál es la forma de gobierno que podríamos atribuirle a Cristina? ¿Diríamos que es "mixta", con algunos componentes democráticos y otros autoritarios?

Pareciera que no, porque que la mezcla de los dos tipos contradictorios de atributos que hoy exhibe el gobierno de Cristina, más que responder a un diseño instituicional deliberado, reflejan una pugna necesariamente dinámica entre el despotismo y la democracia en el interior de un régimen político que sólo es por ahora "mixto", democrático y autoritario a la vez, porque se halla en transición.

La Argentina enfrenta un profundo dilema institucional. Si de aquí a octubre gana la democracia, el despotismo kirchnerista se desvanecerá.

En caso contrario, enfermo o no, Chávez nos visitará. Este dilema confiere a las próximas elecciones un doble carácter. De un lado, se elegirá a los funcionarios que habrán de gobernarnos. Este es el aspecto supuestamente "normal" de lo que ocurrirá en los próximos meses.

Del otro lado, empero, el pueblo decidirá cuál de los dos principios que están en pugna, la democracia y el despotismo, prevalecerá porque, en tanto la derrota de Cristina traería consigo la plena restauración de la república democrática, su victoria reabriría de inmediato la propuesta, que adelantó el gobernador Gioja en San Juan, de una "Cristina eterna" mediante plebiscito, tal como la definió en su momento, adelantándose afanosa a todos sus correligionarios, la diputada Diana Conti. (...)".


9. Acerca del estilo monárquico que se le atribuye a Cristina, hay más.

En la agenda de Clarín es ya muy importante la reforma constitucional que intentará Cristina Fernández si gana los comicios de octubre. ¿Realmente habrá una atenuación del presidencialismo o se trata de cómo lograr que el Frente para la Victoria acumule más poder?

Ricardo Kirschbaum escribió en el matutino porteño:

"(...) Es sabido, también, que un sistema parlamentario a la europea (quizá el modelo más estudiado sea el alemán) es una fórmula que atenuaría el acentuado presidencialismo actual y que permitiría, previo consenso obligado con otras fuerzas políticas, salvar lo que el oficialismo necesita hoy. Esto es la imposibilidad constitucional de una nueva reelección para Cristina Kirchner.

No se han lanzado a la búsqueda de regímenes mejores para elevar la calidad institucional de la Argentina. Los acicatea otra urgencia: encontrar un atajo para, si gana Cristina, correr el horizonte más allá del 2015.

Que busquen atenuar el presidencialismo es también una paradoja luego de la brutal concentración de poder que se ha mostrado en las últimas horas, con los gobernadores e intendentes haciendo cola en la Casa Rosada u Olivos con sus listas de candidatos a vicegobernadores, diputados y hasta ¡concejales! para someterse en el sentido literal del término a la voluntad de Cristina.

Es el presidencialismo y la jefatura política súper concentrados frente a la resistencia inexistente del peronismo.
La lealtad reclamada es el espejo de la democracia que prefieren: secretismo, poder único y utilización a destajo del Estado como partido político. La cadena de medios del régimen dirá luego, en el relato oficial, que todo ha sido transparente y plural. Una mueca desvergonzada y patética del “centralismo democrático”.

La hipótesis de reforma constitucional contendría otra innovación: la creación de un Tribunal Constitucional. Esto significaría un cambio muy importante porque allí se tratarían todas las cuestiones institucionales vinculadas con la validez constitucional.

¿Cuál sería el papel reservado para la Corte Suprema de Justicia en esa supuesta reforma? Quedaría, así, limitada a cuestiones judiciales de otra jerarquía.
La filtración en cuentagotas de los detalles del borrador muestra más la intencionalidad que los detalles finos de la hipotética reforma.

La intención está clara: reelección indefinida del presidente , con la concesión de un primer ministro como fusible maestro del sistema. Para este nuevo intento, más allá de la victoria en octubre, el oficialismo necesitaría socios para el emprendimiento, como los radicales y los socialistas. ¿Los conseguirá?".

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