domingo, 26 de junio de 2011

EL FUTURO


El cierre de listas para las candidaturas nacionales imprimió fuerte voltaje político a este fin de semana. Más allá de los nombres de los elegidos, debemos recalcar que a nuestra cultura política le resta mucho por andar para llegar a una verdadera representación de la voluntad soberana del pueblo.

Los nombres de los candidatos giran dentro de un circuito restringido, mientras los proyectos colectivos permanecen relegados y olvidados.

Los discursos políticos son efectistas, pero siguen vaciados de contenido. Se habla, como lugares comunes, de “modelos”, de los años setenta, de los noventa o de la dictadura, pero sin entrar en el análisis profundo de lo que se dice en cada caso. No se toma en cuenta el contexto mundial de cada época-

tampoco de la que transitamos- y se olvida sistemáticamente el futuro.

El mundo actual ofrece excelente oportunidades a los países con capacidad de exportar alimentos. América Latina viene creciendo en los últimos años como no lo había hecho en ninguna otra época.

Nuestro país también viene creciendo a tasas chinas desde 2002, pero está dejando pasar la gran oportunidad de convertir a las zonas marginales de la economía en fuentes extraordinarias de desarrollo y riqueza.

Estas consideraciones podrían hacer suponer que los culpables de los problemas son los coyunturales gobernantes, pero lo cierto es que nuestro país lleva ya no menos de ocho décadas de retroceso en el conjunto de las naciones.

Nuestra cultura política ha resignado la tarea de construir el futuro y no solo los políticos, sino también los empresarios, los profesionales y los sindicalistas prefieren las soluciones fáciles, simpáticas y, al mismo tiempo, engañosas.

La ola de consumo masivo es un canto de sirenas que puede terminar en un naufragio. Esta historia ya la conocemos. La abundancia de créditos para la compra de bienes suntuarios, con tasas muy elevadas, se contradice con la enorme dificultad para el acceso a la vivienda propia, que es la inversión más importante que una familia puede hacer pensando en el largo plazo.

Tampoco abunda el financiamiento para la actividad productiva. La inversión tecnológica, la diversificación de actividades, la infraestructura de transporte y energía y las comunicaciones son los cimientos de cualquier proyecto de desarrollo.

Eso lo saben los empresarios argentinos, pero en los hechos terminan aceptando pasivamente las situaciones dadas, sin exigir transformaciones de fondo y políticas de Estado con visión de futuro.

La Argentina es un país con enormes posibilidades de convertirse en protagonista de la economía mundial y de ofrecer a su gente una calidad de vida comparable a la de los países en desarrollo.

Para aprovechar esas oportunidades necesita una profunda autocrítica, que permita analizar las causas del profundo deterioro de la educación, el atraso en materia de salud pública y la fractura social que hoy la atraviesa.

La marcada tendencia a culpar a los gobiernos, a los antecesores, a los adversarios políticos o a las potencias extranjeras no ayuda para nada y no es otra cosa que una forma de escapismo colectivo.

Una economía basada en subsidios, en exportaciones de materias primas, en un dólar con valores sostenidos artificialmente y con altas tasas de inflación, tarde o temprano termina mal, pero es muy difícil salir de ese círculo si productores y consumidores, empresarios y empleados, aceptan ese sistema como el mejor y exigen que se lo sostenga a cualquier precio.

La sociedad debe hacer su aporte y exigir correctivos cuando las políticas son inadecuadas. Después, echar culpas será más fácil, pero no resolverá nada. Como dice el viejo adagio: “la política es algo demasiado importante para dejarla en manos solo de los políticos”.

No hay comentarios: