domingo, 26 de junio de 2011

ENANOS


KRETINA Y LOS SIETE ENANOS



El panorama preelectoral podría calificarse de asimétrico. Por un lado está la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que, según los resultados de las encuestas que se han difundido últimamente, está en condiciones de conseguir aproximadamente el 40% de los votos, lo que en la mayoría de los países democráticos le significaría una derrota humillante pero que aquí podría resultar ser más que suficiente como para asegurarle un triunfo apoteósico. Por otro lado, se encuentra un septeto opositor que podría reunir el 60% restante pero que no parece tener ninguna posibilidad de hacer valer su condición mayoritaria. Aunque los distintos candidatos opositores pueden afirmar que representan "proyectos" distintos, las diferencias no son mayores que las que se dan en países en que es normal que haya dos o, a lo sumo, tres aspirantes serios a la presidencia, mientras que los demás son meramente testimoniales. Con todo, por motivos supuestamente ideológicos pero que a menudo tienen más que ver con enconos personales, los opositores han preferido mantenerse divididos, de ahí el clima de triunfalismo que vive el campo oficialista.

Por ahora cuando menos, Cristina parece llevar las de ganar con cierta facilidad en la primera vuelta. Si no logra hacerlo, si para sorpresa de muchos en octubre un candidato opositor se las arregla para pisarle los talones, podría encontrarse en graves dificultades. La agresividad del mensaje oficialista ha sido tal que ha estimulando el antikirchnerismo de quienes preferirían votar por un candidato opositor moderado aun cuando en términos generales se sintieran conformes con el rumbo emprendido por el gobierno actual. Puede entenderse, pues, la hostilidad que sienten muchos oficialistas hacia el gobernador santafesino Hermes Binner y hacia Alcira Argumedo, la candidata del Proyecto Sur de Fernando "Pino" Solanas, que amenazan con quitarle a Cristina una cantidad significante de votos progresistas aunque sólo fuera porque comparten los mismos enemigos simbólicos. No parece del todo probable que Binner y Argumedo consigan erigirse en candidatos lo bastante fuertes como para tener la posibilidad de alcanzar la presidencia, pero podrían impedir que Cristina rompa la barrera del 40%. Asimismo, si bien el bonaerense Eduardo Duhalde representa un fragmento electoral que nadie calificaría de progresista, será capaz de herir a la presidenta privándola de una parte del voto peronista del conurbano que de otro modo sería suya.

La dispersión opositora ha contribuido a la sensación generalizada de que el oficialismo, a pesar de ser minoritario, es virtualmente hegemónico y que Cristina cuenta con tanto apoyo que puede darse el lujo de gobernar con la discrecionalidad más absoluta, además de ubicar a sus favoritos en la cabeza de las listas electorales de su facción del peronismo sin que ningún desplazado se anime a protestar. La presidenta domina el peronismo kirchnerista con la misma soltura de la que hacía gala Carlos Menem en su mejor momento porque, como el riojano, es considerada la dueña casi exclusiva de los votos que los candidatos necesitan. No se trata de una situación muy saludable. Como Cristina sabrá, el pragmatismo extremo que es típico de la mayoría de los integrantes del movimiento que actualmente encabeza dista de ser un cheque en blanco; si, como sucedió antes de la muerte de su esposo, se difunden dudas en cuanto a su capacidad para repartir votos, los "leales" no vacilarían en alejarse en busca de otro patrón o patrona.

De todas formas, la política nunca es lineal. Puede que los menos de cuatro meses que nos separan de las elecciones no nos deparen sorpresas; en tal caso, Cristina debería ganar con cierta comodidad. Es lo que esperan la presidenta y sus estrategas, de suerte que es de prever que procuren asegurar que la campaña sea lo más tranquila posible, haciendo la plancha, mientras que los equipos de los candidatos opositores traten de aprovechar todas las oportunidades para agitarla. En vista del carácter pendenciero de algunos dirigentes oficialistas, sería poco probable que a los opositores les faltaran pretextos para provocar encontronazos virulentos con la esperanza de profundizar la antinomia kirchnerista-antikirchnerista que desde hace varios años caracteriza la política nacional.

Río Negro - 26-Jun-11 - Opinión

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