(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (16/10/2007)
La impunidad de los encuestadores, ya se halla incorporada al torrente sanguíneo de la ciudadanía nacional.
Tenemos que suponer, por lo que ellos nos dicen, que el triunfo del 28 de octubre, le corresponderá en forma inexorable a “la soberbia”.
En este caso particular, se han animado un poco más a pronosticarlo, a la vista de una docena de opositores, casi confabulados para regalar el trono.
La soberbia, entonces, paseada en un carromato de flores y escoltada por los granaderos a caballo, asumirá 42 días después, cuando su muy amado cónyuge, le ponga la banda en medio de un mar de lágrimas y una plétora de pañuelitos blancos que se agitarán por doquier.
La auditoría pertinente, en esta transferencia de mando y el inventario de gestión que impone la ley, quedarán sellados, simplemente allí, con la complicidad íntima de un módico guiño de ojos.
La soberbia, recibirá pues, su bastón presidencial que ya fue hecho por el platero Don Carlos Pallarols, un artesano que hubiese querido repujar una corona para calzarle a esta nueva monarca.
Ella, recibirá también… dos bandas :
1) La banda presidencial, celeste y blanca, hecha a su medida.
2) La banda de mercenarios que vienen con el combo de una gestión de mercaderes y artífices del formidable latrocinio del Estado.
Ambas bandas, forman parte del patrimonio litúrgico conyugal que deberá recibir la soberbia el día 10 de diciembre, casi como la cesión anticipada y el comodato vitalicio de los bienes gananciales que les produjo la singular carcoma de la República.
La soberbia, entronizada, habrá de decidir nuestros destinos.
Quizás, hasta que un viento de profilaxis social, se la lleve.
Hasta que la piara que la empujó al palio de la unción, no encuentre nada más para comer en los basurales de la comarca.
Hasta que la falacia del superávit, devenido del salvajismo impositivo, ya no tenga margen para alimentar el vicio de Moyano y de los otros veinte parásitos de la escoria social que viven enquistados en los intestinos de la Nación desde hace más de 30 años.
Hasta que una mañana gris, vestida con su toga solemne, se presente a las puertas de su despacho otra señora : La realidad, diciéndole al oído que viene a buscar su parte de razón, para llevársela, allí mismo.
La soberbia, dirigirá nuestros destinos hasta que todas las postergaciones hayan vencido y cuando, para seguir, haya que pasar, indefectiblemente, por la ordalía de una gran alfombra destapada donde se ocultaba cualquier cosa, desde la venganza de Tutankamón, hasta el default institucional.
Con una infinita impotencia para muchos y con una resignación muy difícil para otros, habrá de verse a la soberbia, ya instalada, luciendo envuelta en cien oropeles y en los repulgues faciales de un colágeno iridiscente, que fue diseñado, para ella, como la máscara moral más humana que había.
Su plan, su propuesta, su dudosa idoneidad y su rumbo decisional, son cosas que estarán vedadas al conocimiento de los argentinos.
La soberbia, como es obvio, no dio ni dará explicaciones de ninguna índole y no habrá comunicación de los actos de gobierno hasta tanto pueda verse a su propia imagen, ya raída y sin corona, rodando por las escalinatas del palacio, acaso cuando despierte de su modorra la indignación colectiva.
Y como siempre ocurrió, desde el fondo de la historia, la soberbia tendrá que vérselas un día, con la sombra que ella más ha temido :
La vindicta pública
Lic Gustavo A. Bunse
gabunse@yahoo.com.ar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario