-¿Indolencia o cobardía?
Por Guillermo Lascano Quintana
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La esperanza que se abrió con la rebelión del sector agropecuario, trajo un soplo de aire fresco al enrarecido clima institucional argentino. La república pareció recuperarse de su decadencia; la democracia pareció revivir en el reclamo popular pacífico y respetuoso; una luz se encendió en el tenebroso presente de mentira, populismo, venganza, inescrupulosidad y corrupción.
Para que aquella esperanza no se extinga hay que mantener vivo el reclamo republicano de decencia, austeridad, respeto a la ley, diálogo constructivo y consensos básicos.
Nada de ello parece haber sido entendido por el gobierno y sus aliados, que continúan haciendo tropelías como si nada hubiera sucedido.
Siguen en pié interrogantes que debieran avergonzar a sus protagonistas (los fondos de Santa Cruz, la valija de Antonini Wilson, la de Felisa Miceli, los terrenos de El Calafate, por citar sólo algunos de los escándalos mas sonados) sin que, ninguno de los involucrados dé explicaciones, los fiscales actúen, los jueces investiguen, las fuerzas vivas protesten o los dirigentes políticos acusen y pidan rendición de cuentas.
Esos ejemplos por citar solo algunas de las ignominias que padecemos los argentinos, a las que hay que sumar el avance del delito, el disparatado intento de utilizar fondos del Banco Central, como si pertenecieran al Tesoro de la Nación, el desvergonzado manejo de fondos públicos para doblegar rebeliones provinciales o comprar voluntades gremiales.
En materia política todo parece haberse reducido a prepararse para las elecciones de 2009 y 2011, como si la situación presente fuera venturosa y nada perturbara nuestro futuro. En un minué que nadie en su sano juicio entiende, bailan oficialistas y opositores como si estuviéramos en el mejor de los mundos y como si la sola renovación de autoridades - con los mismos mecanismos tramposos de siempre (sin democracia interna en los partidos políticos y sin un sistema electoral justo y creíble) - fuera suficiente para salir del marasmo en el que estamos hundidos. Ello sin perjuicio de señalar que el único camino idóneo para sacarse de encima a los canallas que gobiernan, es mediante los procedimientos constitucionales.
La gente común y corriente no está representada por esos protagonistas indolentes o cobardes, que no se animan a decir las verdades, escudados en un compromiso suicida con el sistema imperante.
Entre tanto los verdaderos enemigos, destructores de la armonía social y política, impulsores del disparate económico y del alineamiento con los opresores de la libertad, siguen haciendo cuanto desatino sea funcional a sus objetivos. Pero de paso, amasan fortunas y tejen acuerdos de salvatajes personales como salvaguarda para los tiempos que se avecinan inexorablemente, que los tendrán a todos ellos en el banquillo de los acusados.
Porque el futuro está por hacerse y depende de todos y cada uno de los habitantes de la Argentina. El reclamo popular no es sólo de mejores salarios. Lo es también de respeto a la ley, de seguridad personal, de educación, hospitales y transporte público eficientes, y de decencia en sus representantes. Ese clamor es el que hay que saber escuchar.
gl@ledesmaabogados.com.ar
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