domingo, 22 de febrero de 2009
ALEGRE DESFACHATADO DE SANTIAGO DEL ESTERO
LA ALEGRE DESFACHATEZ
La tarea más difícil y a la vez infructífera que hoy en día puede encarar un ciudadano, periodista o investigador es la de ubicar en el primer puesto de un ranking de la corrupción a un funcionario del actual gobierno zamorista. Realizar esta selección en base a quien mayor cantidad de utilidades ilegales haya obtenido, sería una tarea infructuosa porque la corrupción no deja rastros y mucho menos precisión en cifras. Quizás sería más fácil dirimir la cuestión en función de actitudes. Es decir, de la desfachatada ostentación, la impudicia, la procacidad y la lujuria que en mayor o menor grado; y en muchos casos en grado superlativo, exhiben los burócratas populacheros del elenco zamorista incluidos los del municipio capitalino que también guardan obediencia debida al inefable Gerardo Zamora. Si la medición se realizara con estos parámetros de actitudes personales, indiscutiblemente el primer puesto del ranking y por varios cuerpos, sería para el intendente capitalino Julio F. Alegre.
Dueño de un comportamiento tan absurdo como ridículo, Alegre recibe complaciente y se regodea con los diarios encomios de su reducido séquito lamecúlico, mientras por lo bajo recibe -aunque cegado por su vanidad no se percata- la risa sarcástica y la repulsa de una (hasta ahora) silenciosa mayoría.
Y no es para menos. Aunque nuestra densidad poblacional haya crecido seguimos siendo una comarca y la idiosincrasia sigue siendo aldeana. Desde esta perspectiva no es fácil que algo permanezca oculto; al menos no por mucho tiempo. No es difícil, entonces, que todos nos enteremos de todo. Es cierto que en algunos casos los trascendidos aparecen corregidos, aumentados y amplificados pero siempre responden a una matriz real; es decir los hechos exitieron.
Así es como no es raro escuchar el comentario de que el intendente en uno de sus últimos viajes a Buenos Aires en una sastrería exclusiva se compró ocho trajes de marca internacional, cuando en realidad se compró seis. En el rumor hay una pequeña exageración pero la compra existió. A propósito y a modo de jocosa anécdota, uno de los acólitos que lo acompañaba en la oportunidad refiere que luego de haberse probado varios modelos Alegre se le acercó vistiendo uno de esos trajes y en tono casi confidencial le dijo "estoy convencido de que el Armani es el traje que mejor me calza.". Sin abandonar su tono de mofa mi informante recuerda que conoce al funcionario desde chico y que siempre que lució traje fue "de prestado". Con picaresca ironía agrega: "No te digo?...ni la primera comunión pudo hacer porque no tenía saco".
Chanzas aparte, lo cierto es que Julio Alegre -por este hecho y muchos más que han trascendido y exasperan a nuestra comunidad- es el que mejor luce la etiqueta de la inmoralidad pública. Ante semejante cuadro de impúdica ostentación, sazonada con un exacerbado exhibicionismo y una marcada actitud concupiscente, nos hemos permitido consultar a algunos de los profesionales de la psicología sobre las causales de tan particular comportamiento. En principio los psicólogos coinciden en afirmar que las actitudes exhibicionistas de Alegre son compulsivas y por lo tanto incontrolables y cargadas de una disimulada agresividad. Al respecto, los estudios de Dollard, Millar y Sears aseguran que toda forma de agresividad presupone una frustración emocional y de frustración nuestro personaje conoce bastante. Si nos remitimos al plano político -donde desde su adolescencia depositó Alegre su delirio por trascender a cualquier precio- encontramos una cadena de humillantes marginaciones y menoscabos a la que fue sometido por sus correligionarios. Es entendible (no justificable) entonces, que hoy, cuando por una incomprensible jugarreta del destino le ha cambiado la suerte, su inmadurez emocional aflore travestida en exhibicionismo.
Visto desde este enfoque psicológico, el comportamiento de Alegre se ajusta perfectamente a la conceptualizació n del investigador y teólogo Frei Betto cuando en su artículo Patología del exhibicionismo afirma que "…en la edad adulta el exhibicionismo se caracteriza por la búsqueda incansable de bienes compensatorios a la castración emocional. La mansión, las joyas, el auto de lujo, las funciones profesionales o políticas... todos ellos son adornos para tratar de encubrir una personalidad enana que no consiguió afirmarse ante sí misma y que por tanto siempre se mide por la opinión ajena.".
En el mismo trabajo, publicado por la Agencia Latinoamericana de Información, Frei Betto afirma: "En el ejercicio de un cargo de dirección, el exhibicionista siente una necesidad compulsiva de comprobar siempre su poder, destacándose por la arbitrariedad y transformando a sus subalternos en meros instrumentos de su soberbia.". Nada mas adecuado a las actitudes del intendente capitalino. Perfecto, sería el calificativo mas conveniente para esta definición si se la ajusta a aquella historia que cuenta que Alegre invita a sus funcionarios a cenar en su fastuosa finca y los obliga (so pena de castigarlos) a jugar fútbol bien vestidos como han concurrido para una nocturna reunión formal.
Hay otro párrafo en la obra citada que pinta de cuerpo entero a Alegre en el ejercicio de sus funciones:",,,el exhibicionista se complace en suscitar la envidia de todos cuantos se le acercan y no soporta convivir con quien se muestra más capaz que él. Ni admite la indiferencia. En su universo hay lugar para un único sol, rodeado de satélites sin luz propia. No se avergüenza de sus errores pues está convencido de que los demás no merecen la suerte de poseer, como él, la estrella de la exhuberancia ilimitada.".
Rebobinemos. Comenzamos buscando el personaje para el primer puesto del ranking de la corrupción. Sin elementos para medir el grado de enriquecimiento ilícito, elegimos medir con los parámetros de la desfachatez y desvergüenza que exhiben funcionarios provinciales y municipales. Desde este ángulo adjudicamos el lugar a Julio Alegre porque es quien mas obscenamente exhibe su condición de "nuevo rico" merced al espurio manejo de los fondos públicos. Lo que nunca imaginamos es que en el análisis de la situación nos encontramos con un cuadro patológico que plantea un interrogante: Alegre debe ir del ranking al diván y del diván a la Justicia?. O sin ranking ni diván lo mandamos a caminar los pasillos de Tribunales?. -
Cesar Montecarlo
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