martes, 13 de julio de 2010

LA IGUALDAD QUE DIFERENCIA


La “igualdad” que diferencia aún más


Por Gabriela Pousa (de Economía Para Todos)

Un Estado que realmente respeta los derechos humanos sin discriminar es justamente aquel que no los convierte en tema, y mucho menos en polémica.


Una vez eliminada la Argentina del campeonato mundial, la “política” se vuelve a subir a las tablas. Se observa –sobre todo– en las intenciones de la oposición para frenar el poder hegemónico oficial, aunque de la potencialidad al acto concreto falta un trecho. También han resurgido denuncias de corrupción, aun cuando éstas han sido una constante desde la asunción de la actual administración.



El tema de la “embajada paralela” no difiere, en esencia, de otros tantos escándalos conocidos: se trate de Skanska, el caso Greco, los sobreprecios de gasoductos, la inauguración de obras que ya habían sido presentadas, la valija de Antonini Wilson, los remedios truchos, la efedrina, los aportes de campaña y demás asuntos que escapan incluso a la memoria más vasta.



A pesar de que todo ello va sumando un desgaste cada vez más palpable, lo cierto es que nada terminará por dilucidarse hasta tanto los Kirchner finalicen su mandato. Sucedió con otros gobiernos, y éste que hoy aparece jaqueado por las denuncias y las causas judiciales no será la excepción a esa extraña regla que impide aplicar, por ejemplo, ni más ni menos que un artículo de la mismísima Constitución.



Es por eso que el juicio político por mal desempeño en la administración pública no parece tener cabida en la Argentina, incluso cuando la evidencia salta a la vista. Ha sido sacado de su contexto para convertirlo en eufemismo oportunista. Cualquiera que se atreva a mencionarlo será acusado de “golpista” y sentenciado por atentar contra una democracia igualmente falseada. Pero todo suma para que, mañana, Comodoro Py sea, al menos, un paseo frecuente para aquellos que hoy merodean los despachos de Balcarce 50.



Si bien se mira, de lo que se habla es de temáticas abstractas. ¿Cuánto tiempo más se ha de discutir, por ejemplo, los negocios turbios que se tejieron con Hugo Chávez a través del Ministerio de Planificación, sin que exista ningún control? ¿Qué juez se atreverá a indagar a los actores principales del hecho? Sin duda habrá magistrados probos con intenciones de hacerlo, pero la metodología kirchnerista basada en el miedo y la amenaza todavía son un freno concreto, aunque asomen iniciativas al respecto.



Lejos del pesimismo, pero cerca de lo fáctico y empírico, puede asegurarse que todo cuanto se debate en el escenario político no deja de ser pasajero, y en la coyuntura incluso, funcional muchas veces al kirchnerismo.



El nerviosismo que dicen que genera el escándalo de la diplomacia paralela puede ser cierto pero derivará, inexpugnablemente, en alguna maniobra distractiva que permita captar la atención de la sociedad hasta tanto se desdibuje de la tapa de los diarios la figura controvertida de Julio De Vido, la “infidencia” de Eduardo Sigal, o la rudeza de Héctor Timerman.

No en vano, la polémica que desata el “matrimonio” homosexual gana terreno día a día. Incluso a aquellos a quienes el tema no los desvela porque sus problemáticas pasan por cuestiones absolutamente ajenas, se ven obligados a esta vigilia donde se extreman posiciones como si se tratara de una guerra, más que del convencimiento de igualar derechos.

Y es que algo de eso se esconde detrás de todo ello. El condimento político asoma sin disimulo en lo mediático y legislativo como si fuera un ovillo de lana cuyo inicio conduce directo a la residencia de Olivos. Del colapso de la salud, de la inseguridad y la violencia cotidiana no se esgrime ni una palabra. Es cierto, los muertos no hablan…



Ahora bien, ¿cuál es la necesidad de forjar una modificación tan controvertida en este ahora en el cual afloran un sinfín de conflictos que ameritan prioridad? Porque no se trata de polemizar sobre valores que cada uno ha de mantener según sus convicciones haya o no legislación. Se trata de la urgencia de Néstor Kirchner para atraer voluntades que sumen al caudal de votos, que por el manejo de la caja tendrá en los comicios próximos.

No hay interés alguno en reivindicar derechos, no nos engañemos. La especulación es el motor, y la certeza de haber perdido la credibilidad y el respaldo social para ganar una elección condujo a crear una falsa necesidad en grupos minoritarios que venían interactuando en sociedad como todos los demás. Sin conflicto. ¿De qué discriminación estamos hablando?



Prejuicios hubo y habrá siempre, por más que quiera o no Néstor Kirchner. Más allá de ellos, es menester reconocer que si algo se ha modificado en el país en las últimas décadas es la concepción “conservadora” de conductas, principios y roles. No en vano, la sociología contemporánea refiere a grandes cambios, agraden o no. Desde luego que en determinados aspectos, pretender consensos absolutos es y será vano.



El tiempo debatiendo la igualdad entre seres diferentes por la mismísima naturaleza humana es un as que saca de la manga Kirchner para distraer y analizar el efecto en encuestas y sondeos. No es novedosa su ambición de autoerigirse defensor de quienes no necesitan defensa, porque no hay ataque siquiera; o de agredir a aquellos que conviven en paz.

En el marco de la libertad, cada ser humano es dueño de hacer de su vida lo que le plazca en la medida de no afectar a los demás. Claro que esta premisa cae en saco roto en un país donde los derechos de algunos se “defienden” anulando los de los otros. Basta como ejemplo citar los cortes de calles por parte de quienes pretenden conquistar sus merecimientos, impidiendo que el resto logre el mismo efecto.



Está claro que en la Argentina se palpa la presencia de ‘los unos y los otros’ cuyas circunstancias, ideas, principios y conductas los sitúa inexorablemente en veredas opuestas, los diferencia. Y los Kirchner son los principales interesados en que así sea. En una sociedad, lo malo no es la divergencia sino las grietas y los enfrentamientos provocados por conveniencia. “Divide y reinarás” es el lema.



Mientras algunos están condenados únicamente a cumplir deberes ciudadanos, otros, por el hecho de poder llegar a votar la continuidad del “modelo”, sólo poseen derechos. Paradójicamente, no se hace más que acentuar las diferencias.



Un Estado que realmente respeta los derechos humanos sin discriminar es justamente aquel que no los convierte en tema, y mucho menos en polémica.



Promoviendo una ley que iguala diferenciando o, mejor dicho, cercenando, el Ejecutivo se asemeja a Procusto: bandido del Ática que acostaba a sus presas sobre una cama y les cortaba los pies si superaban su longitud, o los estiraba con cuerdas cuando no la alcanzaban. Lo igualitario se torna artificial y provocado.



Hoy, bajo el eufemismo de la “igualdad”, en realidad se acentúa la división y se coopera con otras formas de marginalidad. En este contexto, el polémico matrimonio homosexual no es un derecho, sino apenas una excusa, un capricho, un pretexto.

No hay comentarios: