domingo, 15 de agosto de 2010

ALGUNAS CAUSAS DE LA INSEGURIDAD




por Juan de Dios González (*)

El sorprendente crecimiento de los índices delictivos, la ferocidad y la impunidad con que se mueven los delincuentes en nuestro país, en especial en la provincia de Buenos Aires, tiene una razón de ser. Anteriormente, la delincuencia, si bien era de alta peligrosidad, reconocía códigos de conducta que respetaban y hacían respetar. La edad promedio de los delincuentes superaba holgadamente los 25 años. Con la aparición en la década del 70 de las bandas organizadas de tinte ideológico y con características terroristas, hizo que ingresaran en las cárceles muchos de sus integrantes. Estos, comenzaron a tener contacto con los delincuentes comunes a quienes transfirieron todos sus conocimientos en materia de organización, adiestramiento militar, estrategia en la lucha armada (de allí la cantidad cada vez mayor de Policías asesinados) y fundamentalmente en lo que respecta a la sustentación económica de las organizaciones a través del dinero obtenido de los secuestros, robos a bancos, asaltos a camiones blindados, salideras bancarias, etc.. Así nacieron las que posteriormente se denominaron “superbandas”, las cuales operan organizadamente, utilizando estrategias, apoyos logísticos, técnicos y legales; es decir, poseen elementos de comunicación de última tecnología, armas de nueva generación y de grueso calibre, explosivos, vehículos del tipo y característica que precisan para cada ocasión, chalecos antibalas de mayor comodidad y efectividad que los utilizados por las policías y; además, estudios jurídicos dispuestos a darles antes, durante y después de los hechos que comenten, toda la cobertura legal, llegando inclusive a administrarles el dinero y bienes productos de sus actos ilícitos. El advenimiento de la democracia encontró a una policía distanciada de la población a causa de rencores producto del papel que le cupo durante el proceso militar, no obstante lo cual, el poder político de turno, lejos de propiciar una fuerza altamente profesional y efectiva en el cumplimiento de su misión y dentro del estado de derecho imperante desde 1983, la utilizó de manera similar o aún más vil para proteger sus intereses políticos y fraudulentos. Réditos estos, también acaparados por la delincuencia, a la que resulta muy común verla en el papel de víctimas y a veces protegida, consciente o inconscientemente por organizaciones sociales y por algunos medios de comunicación interesados en el raiting, mientras la sociedad resulta permanentemente defraudada. Se iniciaron programas, costumbres y normas ultragarantistas, por no decir directamente abolicionistas, que llegaron al seno mismo de la Justicia. La falta de valores y buenos ejemplos en quienes verse reflejados, la introducción de la droga en todos los niveles sociales, la falta de una buena formación y educación, la escasez de trabajo, la creciente indigencia y la pérdida de expectativas y perspectivas en el futuro, provocaron no sólo un crecimiento de la delincuencia sino una disminución en la edad de los que delinquen; siendo hoy -hasta natural y común- ver cometer delitos de distinto índole y gravedad a adolescentes y niños. En el año 1997, al no tener la capacidad para afrontar el problema, en gran parte por él generado, el entonces gobernador Eduardo Duhalde, propicia el mayor golpe a la paz y la seguridad de los bonaerenses; destruye la Policía de la Provincia de Buenos Aires y luego le cede paso al abogado León Arslanian quien además de desorganizar totalmente la institución promueve la reforma del Código de Procedimiento Penal, muy interesante en el papel y a los ojos de los neófitos, pero totalmente inaplicable en la realidad. Además, como si ello fuera poco, posteriormente nombró como subsecretario de seguridad a un abogado defensor de integrantes de superbandas (Dr. Héctor Lufrano). Estos y otros yerros de quienes le sucedieran al frente del Ejecutivo y del Ministerio de Seguridad provocaron la gran estampida delictual que hoy tiene aterrada a toda la sociedad. A medida que pasan los días la inseguridad es cada vez más atroz, inhumana e imposible de contrarrestar. Es tan grave el problema que hasta los candidatos a puestos políticos basan sus campañas prometiendo la solución, cuando en realidad, en la mayoría ellos, aún subyacen viejos rencores o propician soluciones mágicas, propias de culturas primitivas y también están los que propician foros donde los entendidos en el tema no tienen aforo y opinan solamente aquellos que desconocen la trama y el contexto del problema; es como, por ejemplo, si se creara un foro de medicina integrado por abogados, comerciantes, policías, industriales e intentaran enseñarle al profesional galeno como utilizar su bisturí en una riesgosa operación. Hoy, asombrosamente, “vigilantes sin chapa” que tocan de oído, son quienes manejan la seguridad y pretenden solucionar un problema en el que ellos mismos nos enclavaron.

(*) El periodista Juan de Dios González es el Director de Crónica y Análisis Periódico On line y Comisario Inspector (R.A.).

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