lunes, 16 de agosto de 2010

PISTOLITA MORENO ES KIRCHNER

Hay que decirlo: Guillermo Moreno es Néstor Kirchner

El pasado secreto (y escandaloso) del ex Presidente.

El patotero Guillermo Moreno no hizo más que replicar en Papel Prensa las prácticas que Néstor Kirchner llevó adelante en Santa Cruz cuando era gobernador.

El difundido y reciente acto de locura del secretario de Comercio Interior de la Argentina ante los representantes privados de la firma celulósica sólo puede compararse con las arengas bestiales del “Lupo” en su tierra natal,
Cuando las papas quemaron en su propia provincia, Néstor no trepidó en armar bandas para gubernamentales a las órdenes de Rudy Ulloa y aporrear a los opositores que osaban “cacerolear” en las calles de Río Gallegos.

Ahora, ¿fue siempre Kirchner un troglodita?

Su infancia y adolescencia no pudieron ser más desdichadas. En la capital santacruceña, que hace cincuenta años era poco más que un pueblo grande, “Lupín” era el hazmerreir vernáculo, ya que su estrabismo, su “seseo” con escupitajos incluidos y su torpeza motriz lo habían convertido en el “punto” de los crueles niños y jóvenes locales.

Néstor no sólo no tuvo novias en ese particular periodo de su vida, sino que llegó a repetir el último año del secundario, ya que él aspiraba a ser maestro normal pero el cuerpo docente que debía evaluarlo no le permitió obtener el título que ya había logrado su hermana mayor, Alicia (por entonces no hacía falta aprobar un curso terciario, alcanzaba con el segundo nivel educativo para convertirse en educador).

Los profesores consideraban al ex presidente una persona que iba a ser objeto de todo tipo de burlas por parte de los alumnos si se lo colocaba al frente de un aula, por los motivos ya expresados.

Sin embargo, cuando emigró a La Plata para estudiar abogacía, en el final de los años sesenta, todo cambió para él.

Sin la pesada mochila que le significaba ser el diferente de su ciudad, Néstor aprendió en esos violentos años de la universidad y el país que integrar la “patota” era una forma muy positiva para los planes que se había trazado.

Según recuerda Federico Storani, en la facultad de Derecho de la capital de la provincia de Buenos Aires “sólo los alumnos con buenas notas podía cursar como regulares. Cristina era aplicada y asistía a clases, pero Kirchner tenía malas calificaciones y casi siempre daba los exámenes libres”.

Lo extraño es que, según narra Jorge Vanossi, profesor emérito de esa casa de altos estudios, era “muy complicado aprobar materias siendo un estudiante no regular, ya que el rigor para los libres era casi feroz”
“Recuerdan mis colegas del claustro al ex mandatario como un pésimo alumno —asegura el ex legislador del Pro y ex ministro de Justicia de la Nación—, al punto que llegó a sacarse cero en un examen de Economía Política, nada menos”.

¿Cómo hizo entonces este ex titular del Poder Ejecutivo de la Nación para terminar su carrera antes de que se diera el golpe militar?

¿Cómo logró ese asombroso "sprint" de tres años sorprendentes a partir de 1973?

Casi el ochenta por ciento de las materias aprobadas por aquel joven santacruceño fueron dadas en carácter de no regular merced, según sus ex compañeros de estudios, a que se habían creado en la Universidad de La Plata, luego de la llegada de Héctor Cámpora al poder, decenas de “cátedras paralelas” donde los flamantes titulares eran “compañeros” que atendían los vehementes reclamos de los jóvenes que “se la estaban jugando”.

Estos examinadores solían aprobar en masa y a libro cerrado, sin chistar, a los grupos más pesados de la juventud peronista local.

Al día de hoy, es imposible llegar hasta el certificado analítico tanto de Néstor como de Cristina en La Plata.

Sin embargo, hace un lustro, cuando se quiso declarar al santacruceño como doctor “honoris causa” de esta institución, los veteranos educadores pusieron el grito en el cielo y amenazaron con un escándalo, lo que frustró tal iniciativa.

Ya recibido y con la toga a cuestas, Néstor marchó al Sur con el firme propósito de hacer plata y volver a la política una vez que pasara la oscurísima noche castrense.

La patota, los grupos violentos, las fuerzas de choque, le habían dado la posibilidad de convertirse en un profesional, aunque, sabiendo sus limitaciones técnicas, siempre se hizo socio de abogados avezados, como el doctor Ortiz de Zárate, con quién compartió estudio en Gallegos y luego con Carlos Zanini, quién le cuida la firma tanto a él como a ella desde la secretaría Legal y Técnica de la Nación.

¿Vieron alguna vez un egresado de la facultad de Derecho con el léxico de K?
¿Alguna vez se le escapó a Néstor alguna expresión en latín, tan típica de los leguleyos?

La patota austral se fue armando de a poco, con la incorporación del incalificable Rudy Ulloa a las “cobranzas” del estudio antes mencionado. Al “rengo” se le iban a sumar luego impresentables karatekas y pesados de la patria chica.

Llegaron a ser tan hostiles que, en pleno régimen militar, les colocaron en avenida Roca una bomba en sus propias oficinas, con el fin de amedrentarlos por su cuestionable accionar. Algo que fue en vano.

Ya desde el ayuntamiento de Río Gallegos, la administración k utilizó a sus “tonton macoutes” para desalojar predios municipales y tomarse revancha con cuanto opositor denunciara sus actos de corrupción.

El terror se extendió luego al sillón de Gregores provincial, comenzando una década de persecución a periodistas críticos, políticos poco complacientes y fuerzas sociales no alineadas.

Lo que se viene en la Argentina puede ser, como en Santa Cruz (fiel espejo anticipatorio) una “profundización” de la violencia, a medida que el Frente para la Victoria vea comprometida sus chances electorales y, con ello, su ilusión de seguir disfrutando de la libertad.

Lo de Guillermo Moreno amenazando con golpes al por mayor en las últimas horas es sólo un botón de muestra de la posible embestida final que nos espera.


Marcelo López Masia


“Si a las tres de la mañana el virrey no ha renunciado, lo arrojaremos por la ventana de la fortaleza”. Gral Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano 1810.

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