martes, 2 de noviembre de 2010

KRETINA Y SUS DESAFIOS


Cristina y sus desafíos



Por Eugenio Paillet



(De La Nueva Provincia)





Néstor Kirchner no tuvo tiempo de escribir su legado político. Una muerte fulminante se lo impidió. Puede inferirse, en todo caso, que planeaba un futuro nacional para su esposa, a quien le iba imponiendo de a poco el trajín de la lucha por la reelección, pese a los rechazos más o menos consistentes de su compañera de toda la vida.





Lo suyo iba a ser, a partir de 2011, sentarse una vez más en el sillón de gobernador de Santa Cruz. Y si las cosas salían como él siempre se convencía a sí mismo antes que a los demás que así saldrían, volvería con toda la gloria en 2015, para quedarse ocho años más, reelección incluida, hasta 2023.

Era, a fin de cuentas, el plan de larguísimo plazo que Oscar Parrilli había desgranado, en mayo de 2003, ante unos pocos interlocutores que acababan de conocerlo. "Lo nuestro es un proyecto de largo plazo, de 15 a 20 años, que es lo que necesitamos para transformar la Argentina", había lanzado aquella tarde del día después del 25 de mayo en el que el patagónico recibió la banda presidencial de manos de Eduardo Duhalde.

La muerte que lo sorprendió en la mañana del miércoles 27 de octubre y que, según palabras de su viuda, le llegó, felizmente, sin sufrimientos, dejó aquellas asombrosas predicciones de Parrilli a mitad de camino. De repente, sin que a ella ni a ninguno de los que integran el espacio se le haya pasado por la cabeza, aunque se sabe ahora que había más de uno que, en privado, advertía que Néstor "se va a morir un día de estos, si insiste en no hacer caso a los médicos", será Cristina Fernández la que deberá llevar adelante, ella solita, aquellas banderas que levantaron cuando llegaron a la Casa Rosada.

La presidenta tomó una decisión que se puso en evidencia durante las 48 horas que duró el velatorio de su esposo, más con gestos que con palabras: ella gobernará sin Kirchner, y demostrará que puede hacerlo, que no necesita el doble comando del hombre que también fue su jefe político, para llevar adelante aquel proyecto. Su soledad de horas enteras frente al féretro de Kirchner, apenas flanqueada por sus hijos Máximo y Florencia, más la presencia siempre activa y vigilante de Parrilli, para decidir a quienes les permitía un saludo y a quienes consideraba indeseables, es la mejor señal para abonar esa impresión que comparten operadores del gobierno y simples observadores.

Veamos algunas filtraciones de confidentes oficiales que abonan esa y otras interpretaciones periodísticas. Cristina se sintió íntimamente satisfecha, el viernes, por la mañana, cuando miró en Olivos las tapas de los matutinos, antes de regresar a la capilla ardiente: allí se la retrata sola junto al féretro, caminando a su alrededor. Dos pañuelos de Madres y de Abuelas de Plaza de Mayo adornaban el frente del cajón, junto a la bandera y los atributos del mando de Kirchner.

"Fue la que más le gustó", dijo su autor que le confiaron desde la residencia. Ya se ha escrito y repetido: el gélido saludo a Hugo Moyano, que acusó el impacto, debe anotarse en aquella dirección. Igual que la prudente distancia que tomó de los gobernadores, lo que incluyó a Daniel Scioli. O su negativa a recibir en la capilla ardiente el saludo de opositores de otros partidos o del mismo espacio, como fue el caso del ex jefe de gabinete Alberto Fernández.

Y la frutilla del postre: mandó a Héctor Timerman a anunciar, a través de una cadena norteamericana de televisión, lo que le asegura impacto no sólo local sino mundial, que ella será la candidata del kirchnerismo en las elecciones presidenciales del año que viene. A menos que alguien pueda suponer que el canciller tenga autoridad para mandarse por las suyas y hacer semejante anuncio sin una venia desde más arriba. Además, no se trató de una pregunta "de asalto", sino en medio de un reportaje convenido y concedido, preparado con todos los recaudos en los jardines de la Casa Rosada sobre la explanada de la calle Rivadavia, mientras continuaba el velatorio de Kirchner.

Hay un contraste que los agudos confidentes del poder han retratado, en estas horas en las que todos se han dado a la tarea de predecir lo que viene, de orejear las cartas y hasta de imaginar cuál será su propio futuro en un gobierno donde por ahí pueden venir algunos cambios de roles y de hombres. Tiene que ver con el muy buen trato, afectivo y hasta cálidamente intimista, que Cristina tributó a sus visitantes extranjeros. Dicen los que conocen el paño que ellos (Lula, Chávez, Correa, el mismo Piñera, Mujica, Evo) serán los "sostenes externos" a los que Cristina acudirá sin que le tiemble la mano, si es que algún sector interno o externo de la vida nacional intenta marcarle la cancha.

Cristina tiene en mente una estrategia que se asienta en, al menos, tres pilares, para llevar adelante ese desafío que supone demostrar que ella puede timonear el barco hasta 2011 y hacer honor a aquella percepción que de ella tenía el extinto ex presidente, que la consideraba su más leal y dilecta alumna.

1) Se recostará, durante este año de gestión que resta para cumplir el mandato, antes que nada, en su gabinete de ministros y secretarios. En especial, de los más fieles, y de algunos que se van a incorporar a ese elenco o que saldrán de las sombras en las que se movían hasta ahora. El diplomático sin cartera Rafael Follonier, el embajador en España, Carlos Bettini, y el senador santacruceño Nicolás Fernández figuran en esta última lista. A la mesa chica de Olivos seguirán sentados Carlos Zanini, Héctor Icazuriaga, Julio De Vido y Oscar Parrilli. Aníbal Fernández fue privilegiado por Cristina como el único foráneo de esa carpa patagónica a prueba de advenedizos al que permitió subirse al vuelo de regreso a Río Gallegos. Puede ser el anticipo de nuevos roles que cabrían al jefe de gabinete, además del de defensor mediático hasta la sinrazón de los Kirchner y del modelo que venía desempeñando hasta ahora. Aunque nadie se anima, por ahora, a ratificar tal supuesto

2) Les abrirá el juego a los gobernadores peronistas, aunque sin permitirles convertirse en "liga", como ocurrió en los tiempos de Carlos Menem y, después, durante el interinato de Eduardo Duhalde. En todo caso, esperará de ellos que la ayuden a gobernar, hasta a consensuar algunas políticas que tienen que ver con el reparto de fondos para obras públicas, pero siempre con la llave y la decisión última en sus manos. O en las de Julio De Vido, tal vez el hombre que, desde ahora, podría jugar el rol de "doble" de Kirchner.

"El Odio --como lo apodan, por su pésimo carácter, en la intimidad al ministro de Planificación-- hará muchas veces de Néstor", lo definen, en oficinas del poder. Eso supone, entre otras cosas, mantener a raya a los mandatarios provinciales, a intendentes, caciques y otras yerbas que, hasta el martes de la semana última, peregrinaban hacia los despachos de Olivos para gestionar directamente con el dueño de la billetera y de las decisiones, desde las más trascendentes hasta las menos relevantes cuestiones.

3) Le marcará a fuego los límites de su poder a Hugo Moyano. Cristina liberará, desde ahora, ciertas inquinas y animosidades hacia el camionero que tenía contenidas por la simple razón de que respetaba, aunque no compartía, la fuerte ligazón que, en los últimos meses, amenazaba con convertirse directamente en sumisión, que notaba en su esposo respecto del personaje sindical tal vez más odiado y, seguramente, más impopular de la Argentina.

En aquella fortaleza de mujer sola, pero con la fuerza suficiente para gobernar y empinarse sobre todos los desafíos que le vengan que pintan sus fanáticos, se inscribe la frase de un cristinista de la primera hora: "Acá no hay poder de fuego que valga; a Cristina no la asusta Moyano ni nadie, y el que intente marcarle la cancha será denunciado públicamente". La presidenta ya le había mostrado los dientes en vida de Kirchner: fue en aquel acto del 17 de octubre, cuando le dijo, con lengua filosa, que no se creyera el único trabajador de la Patria. Con toda la carga de despropósito absoluto que lleva implícito llamar "trabajador" a Moyano.

Cristina aceptará convertirse en la presidenta del Partido Justicialista a nivel nacional, como heredera política de su esposo. Una primera impresión que se recogía entre los gobernadores, mientras velaban a Néstor Kirchner, fue que, por ahora, el manejo de esa estructura, al menos desde lo formal, seguiría en manos de Daniel Scioli. Ella, se decía en corrillos y pasillos, siempre se desinteresó de la política partidaria pura y la dejó en manos de Néstor.

Grueso error: a metros del féretro del santacruceño, hubo avisos y advertencias, desde la mesa chica del poder, hacia los mandatarios acerca de la intención de Cristina de ser, desde ahora, la conductora del gobierno y del partido. Habrá en lo inmediato un rápido y fuerte movimiento de los gobernadores para promover un escenario acorde con esas apetencias. Ya Daniel Scioli dio señales de que estaba enterado de esos enjuagues y por eso avisó que él se pondrá en el lugar que le asigne Cristina. En rigor, nada va a cambiar demasiado, porque tampoco, hasta el miércoles por la mañana, el Partido Peronista significaba algo más que un sello, hecho y derecho a voluntad de su jefe, y para lo que gustase mandar.

Pero otra vez entran a jugar los gestos, los símbolos. Cristina quiere mostrarse, desde su viudez, casi como una jefa espiritual de la Nación, salvando las siderales distancias con personajes del pasado. Por eso el sello del PJ, desde ahora, llevará su firma y no la de Scioli, aunque, para la práctica, poco y nada importe.

El encargo a Timerman para que salga a pregonar la candidatura de Cristina para 2011, de ser fieles los trascendidos oficiales que aseguran que así sucedieron las cosas, pone en fuerte zona de turbulencia aquel plan que había empezado a madurar entre algunos gobernadores y referentes racionales del kirchnerismo en torno de la necesidad de avanzar hacia un poskirchnerismo o un kirchnerismo aggiornado, como única garantía de asegurarse un triunfo en 2011, a través de una fórmula encabezada por Scioli, secundado por otro gobernador. Tal vez José Luis Gioja, o el más joven e independiente Juan Manuel Urtubey, y hasta el tucumano José Alperovich. Eran los nombres que se barajaban y que, en la intimidad (al menos dos de ellos, el sanjuanino y el tucumano), no negaban como estrategia ni posibilidad.

Ese plan provocó a Kirchner una de sus últimas y más duras rabietas, apenas diez días antes de morir. Fue cuando mandó a su tropa más fiel (que en verdad, mal que le pesase, no sumaron en la ocasión más de una decena, entre gobernadores e intendentes) a ningunear las chances de Scioli y a pregonar su propia candidatura, que se asentaba más en la furia ante la eventual traición que avizoraba que en los datos de la realidad.

¿Será candidata Cristina en 2011, o, en el fondo, buscará terminar su mandato sin riesgos institucionales ni sobresaltos, para regresar después a El Calafate, su lugar en el mundo? Es una pregunta que vale hacerse, más allá de que pudiera parecer una colisión con aquel anuncio del canciller.

Es, más que nada, un interrogante legítimo, apenas se repasa el manual: Si ella no expresara ahora mismo su deseo de continuar, sus enemigos de adentro y de afuera se la comerían viva. Tal vez la única verdad sea aquella que le espetó a Kirchner, cuando él le dijo, en enero de 2010, que si la necesitaba, pensaba jugarla como candidata a la reelección. "¡Ni loca, yo, en 2011, me vuelvo a El Calafate!". La imprevista muerte de su esposo la llevaría a asumir una lucha que no estaba en sus planes. Es, en suma, la entrelínea que deja ver la frase supuestamente apresurada de Timerman.

La presidenta podría entregar señales, algunas sutiles, otras más directas, de lo que puede esperarse en todas esas materias, que suponen, a la vez, otros tantos desafíos, que han sido expuestos más arriba a partir de confidencias de ocupantes del poder, cuando regrese, mañana o el martes, a la Casa Rosada y reasuma a pleno sus tareas.

Así lo prometen sus colaboradores, que no descartan, incluso, la posibilidad de un mensaje al país de la mandataria, para agradecer las muestras de apoyo popular y partidario recibidas durante el velatorio de su esposo. Tal vez ahí mismo empiece a bajar línea.

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